Crítica a Guardianes del Sur de Sebastián Castro y Guido Salinas

Galvarino, Caupolicán y Janequeo conforman la colección infantil "Guardianes del Sur", cuya proyección a futuro radica en alcanzar madurez.

Escrito por Orin

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El estudio crítico, teórico e historiográfico respecto del cómic chileno, ha sido limitado en sus perspectivas, alcances y efectos. Las aproximaciones de este tipo que se han propuesto analizar la producción local de historietas, en cuanto fenómeno artístico y cultural, por lo general no han trascendido de las tesis de grado. No obstante, existen y resulta importante rescatarlas para entrever cómo ha sido entendido este arte por el discurso académico.

Uno de los estudios al que podemos acceder es el ensayo titulado La historieta en Chile en la última década del académico, poeta e investigador Manuel Alcídes Jofré (1947-2019), publicado por el Centro de Indagación y Expresión Cultural y Artística CENECA en 1983. En el texto, uno de los juicios proferidos respecto de las características del cómic, es el siguiente:

El episodio de historietas reemplaza al cuento. El público de la historieta es esencialmente infantil, pero también puede decirse que la historieta vuelve en niño a todo lector. Convierte al adulto en niño al existir en la historieta sólo una posibilidad de lectura inmediata, como entretención no instructiva. No hay más que un camino o método (descontando la actitud crítica del investigador) para leer la historieta […] y constituye la monosemia, la univocidad de la recepción (completamente opuesta a la multivocidad de las verdaderas obras de arte).

La historieta en Chile…, p. 15.

Como se dijo, el ensayo data de 1983, por tanto es un escrito anterior al remezón editorial que significó Crisis en Tierras Infinitas de DC Comics (1985), a la libertad argumentativa proyectada por la editorial Dark Horse (1986), y a la renovación del género que provocó el sello Vertigo entre los años 1993 y 2019. Con todo, sin embargo, cabe preguntarse: ¿ha cambiado en nuestro país dicha percepción que se tiene respecto del cómic? Es más, en Chile, ¿las historietas han dejado de ser un producto infantil?

En este artículo intentaremos esbozar respuesta a esas y otras preguntas, a partir del análisis de la colección titulada Guardianes del Sur, obra de Sebastián Castro (guión y rótulos) y Guido Salinas (dibujo y tintas). Esfuerzo iniciado el año 2017 y que se mantiene activo hasta el día de hoy, mediante el sello Nük! Comics.

Libro para colorear producido como anexo a los cómics.

Un efectismo exitoso

Sin lugar a duda alguna, el proyecto Guardianes del Sur ha sido un éxito rotundo. Lo que comenzó como un ejercicio de citación e incluso una humorada de Guido Salinas, se convirtió en un fenómeno que sorteó las fronteras nacionales. La iniciativa de rescatar guerreros mapuche insignes de nuestra historia y dotarlos de una mística superheroica, no ha dejado de entregar réditos a sus autores.

Por sobre la sorpresa y expectación que causó el interés de Netflix por la obra y el proyecto de producir una serie animada del “mapu–verso”, lo más llamativo es la coincidencia entre el afán vindicativo de los autores para con la herencia mapuche y una generación joven que ha tomado conciencia de la importancia cultural de los pueblos originarios para la conformación de una identidad colectiva.

«Galvarine», ilustración que cita a la clásica portada de Wolverine y que fue el puntapié inicial del proyecto.

Y la coincidencia no acaba ahí, pues el estallido social iniciado en octubre de 2019 necesitó de figuras heroicas autóctonas que inspiraran la lucha por la dignidad social; y ahí estuvieron nuestros Guardianes del Sur para satisfacer la necesidad popular.

Reportaje sobre la obra por Canal 13.

Sin embargo –y como ya advertirán–, lo que sigue es un “pero”. Si analizamos la obra por lo que es, un cómic, una pieza de narrativa gráfica, nos encontramos con un manierismo efectista. Manierismo en el sentido más laxo del término, es decir, “imitar la manera más que el espíritu de las obras” (E.H. Gombrich), y efectismo en relación al argumento de cada título y los parlamentos de los personajes. Lo explicaremos a continuación.

Aprendiendo sobre la marcha

Cualquiera que haya estado atento(a) al mundo de la ilustración chilena a través de las redes sociales o de ciertas convenciones locales, recordará el trabajo de Guido “Kid” Salinas previo al éxito de Guardianes del Sur. Nos referimos a esos dibujos fan art dedicados principalmente a personajes de los universos de DC y Marvel comics, a través de los cuales el artista definió su estilo.

¿Cómo podríamos caracterizar aquel estilo? Agorafóbico lo define bien. Es decir, una ilustración que busca la gran mayoría de las veces el primer plano, donde la figura domina la composición por sobre el fondo, a la vez que éste –el fondo– funciona como un telón en el que se sitúa la figura sin mayor interacción. Estas figuras, muchas veces asfixiadas por el plano bidimensional que las oprime, son asimismo deudoras del manga y de la caricatura.

Caupolicán

Esa misma agorafobia está presente en las historietas de Guardianes del Sur. La centralidad constante en las figuras humanas, muchas veces suprime las relaciones espaciales entre lo representado. Entre ilustrar postales y componer un cómic existe una brecha gigantesca –todo dibujante lo sabe–, y posiblemente el gran mérito de Salinas es haber dejado atrás, entre Galvarino y Janequeo, los problemas de perspectiva, los planos de fondo abatidos y los escenarios anecdóticos.

Sin embargo, el guión no ha seguido el mismo camino. Es más, la escritura, entre el primer y el último título publicado, ha tendido incluso más hacia lo anecdótico. De un Galvarino que le perdona la vida a Alonso de Ercilla, por cuanto lo reconoce como un weupife (orador que mantiene viva la tradición), a una Janequeo que se sustenta en frases preelaboradas y pretenciosas en relación a la reivindicación feminista, ciertamente notamos un retroceso.

“Sí, soy mujer. Pero soy naturaleza brava” se lee en una de las páginas del cómic dedicado a la guerrera mapuche. Como notarán, la adversativa sobra, así como también las constantes correcciones que Janequeo prorrumpe al personaje de Milla Cura respecto de sus dichos que subestiman lo femenino. Claramente, Milla funciona como un espejo para los lectores masculinos que están al debe respecto del reconocimiento de la mujer a nivel integral; pero ¿no es extemporáneo en relación a una cultura más horizontal en temas de género?

Janequeo

El futuro está en alcanzar la madurez

Como es sabido, el sello Vertigo, dirigido por la editora y graduada en historia del arte Karen Berger (1958), se propuso un objetivo claro: publicar cómics para adultos. Fue ese afán junto a la lúcida visión de Berger de invitar a escribir cómics a autores británicos formados en literatura, lo que revitalizó a las historietas. ¿Es posible que en Chile ocurra lo mismo?

Debemos insistir en el éxito de la dupla Castro / Salinas: es evidente la afinidad productiva entre los autores, visible en la obra que nos convoca –¡hasta crearon su propia onomatopeya!– pero también en títulos como MirageMan (2019) y Que no pare la revolución (2019-2020), recientemente galardonado con un Premio Pepo a “Mejor cómic digital”.

Sin embargo, los tres títulos ostentan un perfil infantil en términos gráficos y textuales, que sin duda harían mantener su juicio al difunto Manuel Alcídes Jofré respecto del cómic chileno –y no sólo al él–.

Estamos convencidos que Guardianes del Sur debe alcanzar madurez de estilo si desea perdurar en el tiempo. Castro y Salinas cumplieron con acercar al cómic a un público infantil y, en estos tiempos, es un gran paso. Pero el consejo es que abran su obra a otros(as) autores(as) y que dirijan editorialmente los alcances de las nuevas propuestas desde Nük! Comics.

Ilustración de Guardianes del Sur que cita la reconocida portada de X-Men diseñada por Jim Lee.

Siguiendo quizás los pasos de Karen Berger, los creadores del “mapu–verso” podrían dar libertad a Félix Vega para que ahonde en la cultura mapuche desde una poética más mística, que conecte la estética pictórica con una narración espiritualista. O que la rigurosidad del dibujo académico de Martín Cáceres se entrelace con los ambiciosos y eruditos guiones de Alexander R. Roez (trilogía El) y, mientras proponen un rastreo mitológico–fantástico para los araucanos, el experimentado dibujante ayude a crecer al joven escritor.

Quizás esa predilección por los parajes fríos y situaciones adversas y de desolación mostrada por Claudio Muñoz en Fuego y Acero, apoyado por el argumento de Francisco Ortega, le permita sumergirse en la subjetividad angustiada y frustrada de un Galvarino que debe luchar contra el trauma que significó la pérdida de sus extremidades.

Interesante resultaría una dupla conformada por Miguel Ferrada y Paulina Palacios que se arriesgue a deambular por las horas más oscuras de un Lautaro formándose forzosamente bajo la tutela española, y que a la vez permita a la dibujante salir de su zona de confort. O, por qué no, den la oportunidad a los legendarios Juan Vásquez, Mauricio Herrera y Gabriel Rodríguez de verter toda su experiencia en aspectos poco conocidos de los héroes mapuche.

Las posibilidades son muchas… Tras la valiosa tarea de haber caracterizado a los personajes, ahora lo importante para los autores es saber cuándo dar un paso al costado para acompañar el crecimiento de su obra. Una madurez que supere los manierismos y se abra a múltiples voces y visiones.

¡Marichiweu!, el grito de guerra mapuche significa “Vencer por siempre”… Pero ese vencer, en cuanto ambición perene, es una tarea colectiva, no individual. He ahí el futuro del cómic chileno.