Sofía Ramos Wong: poder femenino en la ciencia ficción

La autora de Proyecto Sinvir, Sofía Ramos Wong, habla sobre todo aquello que la inspira a escribir y crear, sin prejuicios ni condiciones.

Escrito por Zahorí Balmaceda

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Nacida en Calama una madrugada fría de junio durante la cosecha de 1982, Sofía “Sof” Ramos Wong llegó al mundo con un especial y poderoso talento para expresarse.

Es madre, amiga, soñadora, ciudadana del mundo y una orgullosa y libre mujer transgénero.

Erradamente se considera a sí misma como “un desastre de mujer”, pero si el desastre significa desbordar talento, entonces tiene mucha razón.

Desde pequeña demostró un íntimo acercamiento al mundo de la literatura al  escribir poesía y cuentos. Recientemente ha incursionado en las novelas, dando un gran salto hacia adelante. Su gusto por plasmar letras en papeles es su desahogo personal, además de caminar, leer y componer canciones que —dice— “nunca nadie escuchará”.

En el 2018 publicó un poemario llamado Eterotismos y ese mismo año también vio la luz su primera novela titulada Aline, un thriller psicológico, publicado de manera independiente.

En el 2019 publicó en un sitio de lecturas online su segundo libro, Sigma Elyon y el 2020 con Áurea Ediciones le dio vida a Proyecto Sinvir, su primera novela de ciencia ficción.

Cuéntanos, Sofi, ¿qué fue lo que te impulsó a escribir Proyecto Sinvir?

Cuando estaba en el colegio, una profesora nos preguntó en clases “qué era lo peor que le podría pasar a la humanidad”. Mi respuesta fue “ser esclavos”. Desde esa pregunta hasta la concepción de la idea completa pasaron años y cada vez nuevos escenarios o ideas, aunque la primicia del virus corriendo en nuestra sangre siempre fue la misma. Escribía a ratos desde la mirada de la protagonista, quedando como un diario o bitácora.

¿Se podría decir que la idea de “libertad” te inspiró?

De hecho, . Siempre he creído que el ser humano nace libre y no debería ser sometido bajo su voluntad ni mucho menos con su conocimiento. Somos seres afortunados de vivir en este tiempo de la vida, de coincidir y aprovechar todo lo que se ha logrado y por el mismo motivo, deberíamos ser capaces de disfrutar nuestra breve estancia en este lugar. Tener la oportunidad de elegir y poder vivir a nuestro modo.

Ahora, si lo miramos desde un punto de vista casi filosófico, vivimos en un mundo en el cual somos rápidamente esclavizados a distintas doctrinas y dogmas, estilos de sociedades y, por nuestra voluntad, a la tecnología, una fascinante paradoja respecto a lo último. Entonces lo último que necesitamos es que un ser microscópico nos “diga” que sin su presencia nuestra vida está condenada.

Y más que condenada, de hecho. ¿Cómo concebiste una historia ambientada en una época posterior a la tercera guerra mundial? Todo ese caos y la crisis que acarrea.

Es muy gracioso.

El 2019 tuve una operación de alta complejidad. No sé si durante mi viaje o en la vuelta —con los fármacos que me administraron—, imaginé el mundo en el que estaría la historia. Lo vi entre el delirio y el efecto de la anestesia y las drogas lícitas.

Desperté con esa idea y durante el post operatorio reescribí la historia, tomando en cuenta algunos pasajes del “diario de la protagonista”, ahora narrada en tercera persona, y que dio como resultado el primer borrador. No tenía nada que hacer más que reposar, por tal motivo me fue fácil completar toda la novela.

Me despertaba en la mañana y comenzaba a escribir hasta el almuerzo, hacía un break o continuaba escribiendo otra novela que estaba realizando y luego volvía a retomar la historia en la tarde y noche, a veces incluso en la madrugada.

¿Crees que esto reforzó en ti una “rutina de escritora”? ¿O es una costumbre que tenías desde antes?

Por ese momento se convirtió en una rutina. He intentado realizarlo durante las mañanas o las tardes y he fracasado con todo éxito.

Además, por mi trabajo, siempre me queda más tiempo durante la noche/madrugada. Aprovecho las noches de insomnio que en realidad son los momentos en que más estoy concentrada en hacer cosas.

Eso es muy “Ginevra”. Háblanos de ella o de otro de tus personajes favoritos dentro de Proyecto Sinvir. ¿En qué o quién te inspiraste para darles vida?

Lo cierto es que me gustan todos los personajes de Proyecto Sinvir. Uno de ellos es un pequeño rol que aparece en un momento de la novela y que cumple un papel fundamental en una parte del desarrollo final. Me gusta porque ese personaje lo creó mi hija, desde su nombre, su forma de ser, atuendo y comportamiento.

Mi otro personaje favorito es la protagonista, cuyo ímpetu, forma de ser y forma de actuar son una mezcla de dos personas a quienes amo y admiro mucho, mi prima y una tía, que desafortunadamente falleció el 2018. Ginevra tiene hartas cualidades de aquellas dos personas, sin mencionar que también tiene ciertas manías y comportamientos míos.

Inevitablemente me encontré con algunos aspectos de mi personalidad en ella.

¿Y qué fue lo que más te costó al momento de escribir Proyecto Sinvir?

Tres cosas me costaron mucho:

La muerte. Nunca había tocado el tema de matar a personajes, aunque algunos estuvieron en el borde. Eso fue algo nuevo y complicado de hacer. Borraba y reescribía los párrafos para darle más intensidad y que el lector sintiera algo.

Los hechos científicos, cambiarlos y dejarlos de manera más simple. El manuscrito original tenía muchos datos bastantes específicos que investigué por mucho tiempo, y en realidad al final parecía una publicación de una revista científica. Minimizar, acotar y editar fragmentos y párrafos completos se convirtió en una especie de desafío.

El final, fue lo más difícil de hacer. Tenía tantos posibles finales y quería calzarlos todos al mismo tiempo, algo imposible de realizar. Escribía uno y lo guardaba, luego escribía otro y lo volvía a guardar. Tuve en algún momento al menos cinco archivos de Proyecto Sinvir como posibles finales. Irónicamente, el final de la novela no fue ninguno de los que había pensado. Cuando por fin la historia de Ginevra llegó a su fin, quise seguir escribiendo y dos capítulos se convirtieron en algo parecido a un epílogo —que no aparece en la edición final—.

¿Te sientes conforme con haber completado esas tres dificultades o piensas que pudo haber algo más?

Creo que el ansia de la publicación me jugó en contra en ese tiempo. Siento que podría haber hecho algo más y mejor. A veces tomo la novela y la leo una y otra vez y cada oportunidad se me ocurren nuevas cosas.

Como ya es imposible poder editar o alterar la novela, las escribo en distintos papeles que luego recopilo y armo como pequeñas historias, solo a modo de complemento y de manera netamente recreativa. Quizá haber matado a más personajes —ese es mi lado malvado hablando—.

Y sobre los finales que nunca se reflejaron en la novela, ¿podrías contarnos algo de ese “material inédito”?

(Sonríe de manera maquiavélica) Bueno, el primer manuscrito lo quise hacer muy apegado a la realidad, entonces la protagonista lograba su cometido, pero nunca veía la luz, puesto que el laboratorio farmacéutico ponía muchas trabas.

Ese final inconcluso me llevó a crear el segundo desenlace, donde la protagonista moría al final sin poder ver su cometido y un personaje secundario —Espen. Diré solamente para no dar spoilers— años más tarde era el encargado de llevar a cabo la ejecución del programa, una vez extinta mucha gente.

En el tercer final, había un tiroteo bastante irreal, entre muchos personajes de la novela y que daba victoriosa al bando de los científicos. El desarrollo de ese manuscrito era también distinto desde la mitad de la novela en adelante. Ese final fue por mucho tiempo el definitivo.

El cuarto y quinto no se los diré porque lo estoy usando como base para un pequeño “spin off” y será una pequeña sorpresa, más tarde.

El sexto final fue el definitivo. Eso ocurrió luego de conversar con mis hijos. Cuando estaba en el proceso de edición de la novela les contaba que no sabía qué hacer con el final. Les narraba los posibles desenlaces que tenía y opté por crear un nuevo hilo argumental para llegar a ese final, un poco más optimista que los anteriores, luego de que me convencieran de realizarlo de manera más alegre. Fue así que el manuscrito que salió impreso tiene diferencias con los anteriores, casi 3/4 del desarrollo en adelante.

Son bastantes finales y pones mucho de ti en cada uno. ¿Crees que algo de tu vida se refleja en lo que escribes?

No completamente. Aline, mi primera novela, tiene harto de la situación emocional en la que me encontraba en ese momento, muy oscuro, pesimista y hasta macabro, pero en Proyecto Sinvir son algunos capítulos que se ven reflejados algunos momentos o sentimientos y que no solo Ginevra los vive, sino que algunos personajes también.

Tengo escrita otra novela, Sigma Elyon, cuya protagonista también tiene bastante emociones y sentimientos que son míos. Ambas somos soñadoras, optimistas, aunque románticamente autodestructivas.

Creo que es inevitable el acto de traspasar sentimientos a los personajes, siendo que muchos se escriben en distintas épocas y distintos días, con variaciones de humor, al menos eso me pasa.

¿Y qué es lo que piensas que te define como autor?

Es una pregunta difícil. Estuve meditando bastante tiempo hasta que llegué a un consenso entre mis personalidades. Durante el año 2020 conocí a muchos escritores y autores de distintas editoriales y tuve la oportunidad de leer sus libros. Es fascinante la forma en que cada uno aborda temas tan simples y los convierten en bellas óperas que te hacen reflexionar, viajar e incluso aprender. Tener en mis manos sus textos, me hacen sentir viva.

En mi caso —como escritora—, me guía la pasión y las ganas de plantear nuevos universos, realidades y personajes a la gente, las ganas de que “la escritora” pueda traducir esas nubes abstractas y llevarlas a un papel, no solo cuentos o novelas, sino también poesías y canciones. Abarcar todo lo que potencialmente soy, no soy y quiero ser y entender que me falta tiempo para desarrollar esa personalidad y confirmar lo que piensan mis lectores, ya que, al fin y al cabo, son ellos los receptores de mis manuscritos. Quizá muchos de ellos me preguntarían: “¿Por qué?”, “¿Para qué escribes?”. Si no lo hiciera… es muy probable que me perdería en la locura y desaparecería.

Me queda la idea de que soy la artífice y el alebrije de mis delirios y quien interpreta los colores y sabores en palabras sorpresivas. Resumiendo, ¿qué me define como autora? Aún no lo sé, pero estoy en camino de descubrirlo.

Me alegra que estés en un camino de descubrimiento. Eso igual nos lleva un poco a hablar del futuro. ¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?

Siempre estoy escribiendo, es mi forma de entretenerme durante las noches de insomnio o cuando mi ánimo me traiciona.

Actualmente tengo tres textos en los que estoy poniendo empeño en completar —aunque tiempo me falta—, uno en el ámbito de la fantasía —relacionada con dioses—, otro corto de ciencia ficción y el último, una novela en la que vuelvo a lo oscuro de la mente humana. Espero poder completar y concretar sus publicaciones este año, al menos de una y mientras, sigo escribiendo poesías y cuentos en mi blog de Facebook y pronto una reedición de mi primera novela.

Es bueno saber que tenemos Sofi para rato, incluso me parece inspirador. ¿Crees que tengas algún mensaje para las niñas que escriben? Porque no es común ver autoras mujeres en la ciencia ficción y Proyecto Sinvir ha aportado un poco a ese cambio.

No creo ser la indicada para dar mensajes, pero utilizaré algo que siempre le digo a mi hija y que a mí me lo enseñó mi padre: “hay que salir a romper los esquemas y si a alguien le molesta, que ponga su opinión en el banco para ver si genera algún interés”.

Las palabras son tan fuertes que crean realidades y pueden ser utilizadas para construir o destruir. Podemos elegir ser parte de algo o, si ese “algo” no existe, forjarlo nosotras.

Entonces solo deben tener las ganas de hacerlo. Cuando una se decide, nace la fuerza necesaria para crear lo que sea importante para nosotras, el resto se mueve solo. Hay que quitarse el miedo, que es lo único que nos mantiene cegadas y olvidarse de los prejuicios, de los paradigmas y de los «qué dirán», después de todo, hemos visto que nuestra vida es tan frágil y el paso por la tierra tan breve, que es mejor disfrutar y crear que esconderse y temer.

Hay muchas mujeres valiosas escribiendo en este momento, rompiendo la barrera del estereotipo y la discriminación y creando mundos fabulosos —Sofía Bertelsen, Eva Van Kreimer, Connie Tapia Monroy, Zahorí Balmaceda, Camila Duran, por decir algunas—. Mary Shelley lo hizo en su tiempo y María Elena Aldunate en Chile. Ahora es tiempo de que las nuevas generaciones muestren lo que la verdadera esencia femenina es capaz de hacer. Así que, como me dice un amigo mío: “voh dale”. Atrás estamos todas para apoyar.