Oppenheimer: Nolan mantiene con pulso a las moribundas salas de cine

El director británico excede las expectativas y consigue construir un potente relato humano sobre un atentado contra la humanidad.

Escrito por Pablo Castillo

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Un fantasma recorre al cine: el fantasma del streaming. Todas las fuerzas del viejo cine se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: Spielberg y Cameron, Villeneuve y Landis, los líderes de la NATO (National Association of Theatre Owners) y las cadenas de salas. De este hecho resulta una enseñanza: el streaming está ya reconocido como una fuerza por todas las ponencias del séptimo arte.

El reconocimiento evidencia una verdad incómoda: la experiencia de la sala de cine está muriendo. Este año no ha sido particularmente bueno para los grandes estudios, los cuales han visto cómo sus grandes y carísimas producciones generan pérdidas o ganancias modestas. Así se ha visto con ¡Shazam! Fury of Gods, Dungeons & Dragons, FlashElemental Indiana Jones y el Dial del Destino.

Las razones de este fenómeno son varias: un aumento insostenible de los costos de producción por una búsqueda enfermiza de espectacularidad, saturación de las mismas franquicias una y otra vez, el abandono del público chino a las producciones norteamericanas y, por sobre todo, el auge del streaming.

Christopher Nolan en una sala de cine de la cadena AMC en Los Angeles.

Es en medio de este panorama que un tal Christopher Nolan logra sobresalir como una excepción. «Él logra hacer que la gente vea una película por el nombre del director, ¿quién más consigue eso actualmente?», afirmó Robert Downey Jr. en una entrevista.

Lo anterior es una de las grandes virtudes que, incluso sus detractores, deben reconocerle al director: Christopher Nolan llena las salas de cine sin necesitar una franquicia detrás, ni adaptar un best-seller juvenil, ni hacer una precuela de la secuela del spin-off o impulsarse con una marca consolidada detrás, como podría ser un juguete mundialmente reconocido.

Inception (2010).

El pasado 20 de julio se estrenó en cines chilenos Oppenheimer, una película escrita y dirigida por Christopher Nolan (Memento). Protagonizada por Cillian Murphy (20 Days Later), Emily Blunt (The Devil Wears Prada), Robert Downey Jr. (Kiss Kiss Bang Bang) y Matt Damon (The Martian). Basada en el libro Prometeo Americano del escritor Kai Bird y Martin J. Bird.

La cinta relata parte de la vida de J. Robert Oppenheimer, un científico teórico que lideró la creación de las primeras armas nucleares como parte del Proyecto Manhattan, lo cual desembocó en uno de los crímenes de guerra más abominables de nuestra historia (el lanzamiento por parte del gobierno norteamericano de dos bombas atómicas a un país ya rendido) y marcó el inicio de la era atómica.

Oppenheimer es actualmente uno de los proyectos más exitosos de la carrera del director británico, superando en tan solo 10 días a la mayoría de sus obras originales anteriores (exceptuando, por ahora, a Inception e Interestellar). Es así como un biopic de tres horas sobre un físico teórico es, hasta ahora, la décima película más vista del presente año.

Nolan en el set de Oppenheimer.

La película excede las expectativas y consigue construir un potente relato humano sobre un atentado contra la humanidad. Uno de los reparos que se podrían tener al ver una producción norteamericana sobre la Segunda Guerra Mundial es que esta caiga en la autocomplacencia y el onanismo militar. No es el caso.

La película no maquilla aspectos como son la mayor afinidad con el fascismo que con el socialismo por parte de la clase política estadounidense, la persecución que sufrieron los miembros del Partido Comunista Americano, las ideas izquierdistas del Dr. Julius Robert Oppenheimer o las inescrupulosas prácticas del macarthismo.

«Prometeo robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres. Por esto fue encadenado a una roca y torturado por la eternidad».

El mito de Prometeo.

Si bien no es contundente, sí sugiere lo innecesario del lanzamiento de las dos bombas nucleares. Recordemos que este ataque aniquiló civiles inocentes de un país que tenía a sus diplomáticos negociando la rendición, un crimen de guerra que ningún otro país ha cometido en la historia y por el cual Estados Unidos hasta la actualidad aun no se ha disculpado.

Cillian Murphy toma el peso de dar vida a un personaje repleto de luces y sombras, consiguiendo con total éxito transmitir una gama amplia de emociones: arrogancia, encanto, tormento, dolor y la dotada inteligencia del padre de la bomba atómica.

Cillian Murphy caracterizado como el Dr. Julius Robert Oppenheimer.

Por su parte, Robert Downey Jr. nos regala a los 58 años la que probablemente es la mejor actuación de su carrera. El actor consigue en su escena final uno de los más grandes y magníficos momentos de los 181 minutos de metraje. Sin duda, un imprescindible para las nominaciones venideras. Es imposible no lamentar que desde 2008 haya participado en tan pocos proyectos además de Iron Man.

Robert Downey Jr. como el político republicano Lewis Strauss.

Visualmente la película es un deleite. La decisión creativa de utilizar exclusivamente efectos prácticos no queda reducida a un mero capricho, pues dota de textura a cada una de las imágenes y secuencias, haciéndolas tangibles. Además de la explosión, se nos muestran chispazos de la mente del protagonista, con tomas repentinas del espacio, teorías cuánticas, átomos y super novas.

El apartado sonoro no se queda atrás. Si The Fabelmans nos mostró la llegada del sonido al cine, Oppenheimer lo eleva a uno de sus puntos más altos. El sonido es sumamente poderoso tanto cuando está presente como cuando no. Ludwig Göransson logra con su banda sonora comunicar horror, asombro, incertidumbre y pasión.

No puedes cometer un pecado y luego pedirnos a todos que sintamos lástima por ti cuando llegan las consecuencias.

Kitty Oppenheimer.

En conclusión, Oppenheimer es una obra soberbiamente actuada y majestuosamente construida. A lo largo de sus 3 horas de duración, se navega por un amplio abanico de géneros que incluye drama, biopic, juicio legal, terror y suspenso. Christopher Nolan nos recuerda por qué vale la pena ir a una sala de cine y sentirse totalmente inmerso por una pantalla gigante. Las salas de cine no están muertas, se mantienen con el pulso que algunas almas creativas logran otorgarles en la era del streaming. Aún quedan historias por contar.