Titane y la nueva-nueva carne

Titane es un gran ejemplo de la nueva escuela de directores y directoras que se alimentaron de Cronenberg, pero incorporando un giro autoral.

Escrito por Crítico Pobre

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Durante años el body horror se ha logrado mantener como uno de los subgéneros más interesantes del cine de terror, ya que, pese a caer en ese encasillamiento, reflexiona sobre aspectos que trascienden al horror, más allá de lo poco valorado o el impacto negativo que haya tenido con la crítica en su momento. Puede que para algunos parezca excesivo por el calibre de su contenido. Fotogramas grotescos e incluso sangrientos son parte esencial del subgénero, pero ahí está su mayor fortaleza: la forma en que la metáfora se hace “carne”.

Un emblema de este subgénero es el maestro David Cronenberg, quien exploró las posibilidades de lo que fundó como la nueva carne, estirando los límites de lo que permitía al cine y al mismo tiempo cuestionando los alcances del “terror». Hoy en día, se está gestando una nueva escuela de directores y directoras que se alimentaron de esa “carne cronenbergiana”, pero con un giro autoral.

David Cronenberg

El mejor ejemplo de esto es la realizadora Julia Ducournau, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2021, quien a estas alturas ya cuenta con dos películas dentro de su filmografía y en ambas el body horror es un elemento clave de la narrativa. En 2016 lanzó su primer largometraje bajo el nombre de Raw, un canibalesco coming-of-age en el que aprovechaba este paso a una nueva etapa en la vida, para auto descubrirse a través de la “carne”. Ya con esta cinta se comenzaba a notar la existencia de una visión particular, que llegaría a consolidarse con mayor firmeza en su segunda película: Titane.

A grandes rasgos y según su sinopsis oficial, la cinta trata sobre: “Un joven con la cara magullada es descubierto en un aeropuerto. Dice llamarse Adrien Legrand, un niño que desapareció hace 10 años. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo lleva a casa. Simultáneamente, se suceden una serie de horribles asesinatos en la región.”

Retomando su coqueteo con el body horror, Ducournau nos invita a presenciar una historia inesperada, grotesca, hipnotizante, preciosa y reflexiva. Titane contiene una narración más depurada que su trabajo anterior, potenciando a gran escala la dimensión emocional de la película, dándole un profundo sentido a lo que estamos viendo. Por muy repulsivas o exageradas que parezcan ciertas secuencias, están atadas a un eje dramático propio de lo humano.

Es notable la forma en que los “monstruos” internos y/o externos, sean personas o problemáticas, se abordan con una mirada fresca, personal, sin compromisos o restricciones que te hace cuestionar ciertas manifestaciones dentro de lo que consideramos real.

El resultado y la forma en que finalmente nos acercamos al argumento, le permiten a la película alzarse como una tremenda experiencia cinematográfica que aborda los sentires o temores primordiales. La búsqueda de uno mismo, el reconocimiento del otro, la exploración de la condición humana, etc. Porque de seguro existirán personas que van a encontrar diferentes tópicos en la cinta, lo que una vez más deja en evidencia la riqueza temática que podemos encontrar en el body horror.

Finalmente, nadie más podría haber expuesto esta historia de la forma en que lo hizo su directora acá. Por mucho que se cite a Cronenberg, Julia sigue su propio camino. Sin embargo, no deja de ser interesante observar la forma en que la apreciación por este tipo de cine ha cambiado en el tiempo, recordando que en 1996 Francis Ford Coppola no quiso premiar a Cronenberg con Crash en Cannes.