Midnight Mass, la pesadilla del fanatismo

La última serie de Mike Flanagan nos invita a reflexionar sobre nuestras creencias, sobre cómo debemos vivir y qué pasa luego de que morimos.

Escrito por NaxMal

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  • ¿Estás bien chico?
  • No lo sé. Creo… creo que maté a mi madre.
  • Sí. Esta noche he hecho cosas de las que no me siento… hice algunas cosas. ¿Me perdonarías, muchacho?
  • Te perdono.

Una iglesia en llamas y el monaguillo, con su vestimenta blanca, casi angelical, completamente ensangrentada, se funde en un abrazo con un feligrés, en medio de un infierno creado por quienes querían estar más cerca de Dios. Más cerca de la pureza, de perdonar sus pecados, de perdonarse a sí mismos.

Midnight Mass, la serie creada por Mike Flanagan (Oculus, Hauting of Hill House, The Haunting of Bly Manor, Doctor Sueño) para Netflix se para en una base de dos preguntas que la humanidad no ha sabido responder en toda su historia: ¿Cómo debemos vivir? ¿Qué pasa cuando morimos? Y como su eje principal, toma a la religión, a quienes la profesan y, sobre todo, al fanatismo acérrimo. El mismo que no logra diferenciar a una obra divina, a una que consigo trae la destrucción de todo lo que cree. Esta es la historia más íntima de su creador, en la que se basa su propia vida y de quienes lo rodean.

No es una serie fácil de abordar y en la era de los spoilers, decir algo de esta serie que se adentre mucho en la trama, puede afectar cualquier visionado. Es que los temas que toca son tan personales que cada uno debe darle su propia interpretación y eso es lo que la hace una serie compleja. Nos obliga, como espectadores, a adentrarnos en lo profundo de nuestras creencias o en las no creencias y cuestionarlas. Pero, de todas formas, se puede decir que el nudo principal (?) de la historia, cuenta la vida en una pequeña isla de pescadores, devotos de la iglesia y la vida de Riley Flynn (Zach Gilford), uno de los hijos pródigos de la isla que vuelve a esta, luego de un traumático acontecimiento que ha marcado su vida y no lo deja avanzar. Acontecimiento que le hizo cambiar su perspectiva de la vida, de la muerte, de los milagros y la responsabilidad de vivir.

Flanagan es un experto en el terror como lo muestra la mayor parte de su filmografía y, este género, calza perfecto para contar esta historia, porque el terror jamás se ha tratado de lo que ves y escuchas, por el contrario, es todo lo demás, lo que acecha allí donde tus ojos no logran distinguir siluetas o sombras. Es lo que tu razón no es capaz de comprender, ni es tangible. Incluso, es un pensamiento, creencia e idea. En esta serie, la elegancia con la que se da forma al terror, la atmósfera, los contrastes, todo está perfectamente pensado y ejecutado con perfección, incluso dándole un giro creativo y novedoso a un tópico y a un monstruo que el cine y la televisión han dado vida tantas veces (no diré qué o cuál), dándole una visión hasta antropológica e, incluso, científica a ciertos hechos que ocurren en la trama.

Un punto importante es la filosofía con la que se aborda cada personaje y su desarrollo. Cada uno de ellos, tiene un monólogo que lo define a él y su postura frente a la religión, sus raíces, su pensamiento y el autor ha construido una tan sólida que logra darle el tiempo en pantalla suficiente para que no quede sobre puesto o forzado. La vida en una isla e incluso un pueblo pequeño, es tan pausada que los habitantes pueden hablar y escucharse sin interrumpir, sin intentar tener la razón absoluta de todo. Si escuchas, aprendes y aquí cada palabra hace que nos adentremos a la psique de los protagonistas y nos logremos identificar con ellos (excepto con alguien jeje).

Cómo debemos vivir o qué sucede después de la muerte, no son respuestas fáciles de conseguir y, sin duda, que la serie nos lo hace cuestionárnoslo varias veces, como también la función de la iglesia y de la religión, ¿son importantes hoy? ¿O su misión se ha distorsionado tanto, que ya no es posible creer en ellas? Aunque, ¿qué pasa con el fanatismo religioso? O político. No eres especial por ir a golpearte el pecho todos los domingos o donar tu dinero a la caridad y eso es algo que la serie necesita dejar en claro.

Finalmente decir, aunque sé que el mensaje ha sido difuso y difícil de seguir, quizás, que Midnight Mass es una serie de aquellas que no se puede maratonear porque cada capítulo es un camión que te atropella y necesitas recuperarte para ver el otro y volver a recuperarte, pero cada día en nuestra vida es así y, tal como la serie, vale la pena ver un nuevo capítulo porque… vale la pena vivir, ¿verdad?