La partida final: Entre el dolor y el perdón

La partida final, escrito por John Donoghue, es un drama histórico ambientado en la segunda guerra mundial y que gira entorno al ajedrez.

Escrito por White Usagi

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Hoy toca revisar La partida final o The death’s head chess club en su idioma original, un solido drama histórico escrito por John Doneghue y traído por editorial planeta.

Cuestionar y filosofar sobre la definición definitiva de maldad es un tema de debate que se ha mantenido vivo durante siglos. Sin embargo, creo que la pregunta correcta debería ser: ¿Quiénes somos para definir que es bueno y malo? Cada persona es un universo diferente, y aunque hay cosas muy obvias que todos podemos considerar como maquiavélicas, pienso que la era de la entropía ha logrado distorsionar la forma en que juzgamos ciertas cosas.

La partida final busca deconstruir esa forma de percibir el bien y el mal, proponiendo al lector la posibilidad de que aquella sombra con la que representamos lo malvado en realidad sean cientos de capas entrelazadas. Momentos y experiencias; directos e indirectos; que influyen nuestras decisiones. Y aunque la novela siempre deja claro quienes son las victimas y quienes los victimarios, intenta abrir la puerta a un debate más complejo: Los matices de una vida gobernada por la violencia.

Un poco más sobre John Donoghue

Pese a mis esfuerzos, no es mucho lo que pude encontrar de este escritor en particular. Lo que más se repite en las fuentes es que ha dedicado más de 30 años al estudio de la salud mental. Ha realizado publicaciones científicas de su trabajo a lo largo del su vida, siendo La partida final su primer libro.

La critica internacional alabó la forma en que John usó su conocimiento para crear personajes muy buenos y una historia cautivadora.

Foto de Jhon Donoghue para el Liverpool Echo

La partida final: Montaña rusa de emociones

En 2015, Carl Wilkinson, redactor del Financial Times, dedicó una pequeña columna a la partida final. En sus palabras «se trata del debut ambicioso de un escritor que apareció de la nada». Por otro lado, The Herald, se refirió al libro como «una historia llena de sensibilidad y escrita con rigor». Todas las reseñas que encontré resaltan lo mismo, o llegan a una misma conclusión indirecta: La partida final tiene alma propia.

Presentado en un formato de cuarta menor, el libro de 411 páginas viene dividido en tres arcos principales y uno secundario que suceden en diferentes épocas. Los 38 capítulos tienen un máximo de 12 páginas, e intercalan tanto el pasado como el presente de los personajes. Los tres arcos principales se enfocan en Emil Clément, un prisionero Judío de Aushchwitz. Y en el SS- Obersturmführer Paul Meissner, quien fue transferido desde el frente ruso al campo de concentración por recibir una herida incapacitante. Ambos se conocerán en el club de ajedrez creado por el oficial alemán, y 20 años más tarde ser volverán a reencontrar como rivales e un torneo internacional de ajedrez con sede en Ámsterdam.

La verdad es que la partida final me ha sorprendido para bien. Por su puesto que se notan algunos problemas de un escritor que debuta y pequeños clichés inofensivos del género, pero nada eclipsa el exquisito desarrollo de personajes y sus trasfondos.

portada de La partida final – Planeta.

Lo bueno: Drama que se derrite como mantequilla

El drama no es mi fuerte, me cuesta empatizar o enganchar con personajes que suelen ser empujados a momentos artificiales especialmente diseñados para destrabar la trama. Y sí: «técnicamente todas las historias son construidas así, de forma artificial». Pero el truco está en desarrollar un arco narrativo y trasfondos que se desarrollen de forma natural donde no se sienta la intervención forzada.

En este aspecto, La partida final logra crear una fluidez y un desarrollo tan limpio, que cuesta creer que sea el debut de un escritor. John Donoghue aplicó su conocimiento para crear personajes entrañables, muy honestos, muy transparentes, que realmente logran crear ese lazo con el lector. Como lo comenté al comienzo de esta reseña, se siente como si el objetivo fuese profundizar en la oscuridad de un conflicto horrible y navegar entre los diferentes matices sin trivializar algo tan importante y doloroso como el exterminio en los campos de concentración.

En toda la obra puedes sentir el dolor de los prisioneros, y al mismo tiempo ver como la máquina de guerra nazi empujó al pueblo alemán hacia un abismo.

Lo malo: Cae en pequeños clichés del género

Los personajes son un 10. La ambientación histórica, la fluidez, los escenarios, incluso las partidas de ajedrez tienen un cuidado y pulido excepcional. Nada se siente forzado, y todo se desarrolla de forma natural. Sin embargo, hay pequeños momentos donde se siente como si algo rompiera la inmersión y dispersara una tensión que tanto costó construir.

Siendo justos, la obra lo intenta maquillar o incorporar como esos pequeños momentos espontáneos e impredecibles que rompen con las reglas de su propio mundo. Pero para hablar de eso hay que entrar en Spoilers, y este libro me gustó tanto que prefiero ahorrármelos por esta vez.