Gustavo y los Miedos: Haciéndole frente al «Bicho de la Oscuridad»

Del escritor uruguayo Ricardo Alcántara nos llega Gustavo y los miedos, obra que a muchos ha enseñado lo que significa ser valiente.

Escrito por alexander.r.roez

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«Los miedos aparecieron cuando la tía Milagros se instaló en casa de Gustavo. Hasta entonces el niño no los conocía«. Con estas palabras, el autor daría comienzo a la cruzada de un pequeño por recuperar su tranquilidad, a la vez que le recuerda a los adultos que deben ser más cuidadosos con lo que dicen.

La obra de Ricardo Alcántara, publicada en el año 1990 de mano de SM Ediciones, (y luego por Barco de Vapor), nos contaría cómo un chiquillo es asechado por una horda de miedos, todo a causa de una amenaza para que termine su almuerzo. Con esto, el autor destacaría por retratar tan bien el despotismo de esta tía, así como el descaro ante un acto que ella entiende reprobable.

«-Si no comes, el bicho de la oscuridad te llevará con él.

Gustavo abrió unos ojos muy grandes, ojos cargados de susto.

Jamás había oído algo semejante.

-¿El bicho de la oscuridad…?- Repitió asombrado.

-Sí, y es muy malo con los niños delgaduchos como tú.- Afirmó la tía Milagros ocultando una sonrisa traviesa.

La tía pensaba que lo que no se lograba con buenas palabras se lograba con ayuda del miedo (p. 10)».

Esta escena nos recordaría esas viejas tretas para hacernos «obedientes», ignorando los daños que pueden ocasionar en nuestra formación. Estos quedarían expuestos unas páginas más tarde, en un cuadro que destaca por lo terrorífico de su ambientación, aprovechando una descripción in crescendo, y una ilustración que captaría en los miedos la exacta figura que les daría un niño.

Pero soltando un poco ese lado técnico, el principal mérito de esta historia radicaría en su didáctica forma para tratar el miedo, incluso yendo más allá de esta situación con tía Milagros. Si bien, ella sería la responsable de que Gustavo sea asechado por estos miedos, dichos esbirros destacarían por tener cada uno su propio detonante; sus propios medios para asustar al niño.

Al notar que los miedos aumentaban, Gustavo ni siquiera se atrevía a mirarse el hombro […]

-Romperás la taza y te castigarán.- Le decían.

-Tirarás el café con leche y la tía se enfadará.- Murmuraban con malicia. (p. 32)

Lo interesante de esta pequeña escena, así como una que vendría más tarde, va de cómo el autor aprovecha el sentimiento de la de la incertidumbre, sentimiento que todos hemos experimentado, cada cual en su respectiva situación. Donde es fácil ahogarse en la ansiedad y colapsar bajo nuestro peso.

Sin embargo, al mismo tiempo nos recuerda que solo existe una forma de salir de este dilema, como un ave sobre una rama temerosa de volar. Y si bien, aunque el simple hecho de mirar al vacío nos cause terror, no es impedimento para abrir nuestras alas y cruzar el cielo.

Paralelamente, es difícil no señalar las similitudes de esta obra con el trabajo de Roberto -Chespirito- Gómez Bolaños. Idea que pudimos ver en la primera transmisión de «El Chavo del 8», donde un padre (Ramón Valdés) le dice a su hija (María Antonieta de las Nieves) que si se porta mal se la va a llevar el ropavejero. Situación que llena a la niña de miedo al saber que, casualmente, hay un ropavejero en la vecindad.

Sí, es cierto que luego recontarían esta historia, pero con Quico al frente (Carlos Villagrán). Pero el punto es cómo el repertorio de Gómez Bolaños trabaja estos miedos de forma tan práctica como Alcántara, porque al pensar en la forma en que la tía Milagros engañó a su sobrino, arrinconándolo en este abismo de incertidumbres, ¿cómo no pensar en la Chilindrina, o en Quico, que estuvieron en la misma situación?

Y es que estas situaciones eran tan comunes en su tiempo, que no es de extrañarse que más de alguno hablara de ello. Pero si incluso nunca tus padres te asustaron con estas historias, tampoco hay que olvidar que el miedo no discrimina. Que este «bicho de la oscuridad» puede ser una prueba de matemáticas, o el abusón de la escuela, o incluso, ya hablando de adultos, una entrevista de trabajo. Pero que por más aterrador que se vea, nada nos impide dar ese salto, abrir las puertas de par en par, y ver como luce una mañana espléndida.

Esto es lo mejor de esta obra, razón por la que la recomiendo con mi completa sinceridad.