La maldad queer de Disney — Parte I: Queer coding

Comiqueros explora qué son el queer coding y el queer baiting en este especial dividido en dos partes, y por qué tu villano de Disney favorito es gay.

Escrito por Fer

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Corría el año 1969, en Estados Unidos. Una mujer negra, bisexual y transgénero llamada Marsha P. (de pay it no mind, «no le pongas atención») Johnson fue la encargada de lanzar la primera piedra, o, en este caso, vaso, contra las patrullas policiales que llegaron al club de Stonewall. Las protestas que seguirían los siguientes días y noches marcaron un antes y un después en la historia LGBT+.

La revuelta de Stonewall ocurrió a finales de junio de ese año. Hoy en día, este mes es reconocido como el Mes del Orgullo; cuatro semanas para recordarle a la humanidad que su orientación sexual e identidad de género nunca deberían ser motivo de vergüenza, mucho menos de violencia. Ahora, ¿qué hay del lucro?

Disney es una compañía experta en dos cosas: crear sueños y venderlos. A lo largo de su historia, ha utilizado diversas estrategias para aprovecharse de la comunidad LGBT+, siendo uno de los más infames el queer coding. ¿Qué es exactamente el queer coding? ¿Cómo se origina? Y, más importante, ¿qué tiene que ver Disney en todo esto?

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Cómo ser queer sin dañar la moral

Fue durante los años 30’s, en plena era dorada de Hollywood, que el político republicano William Hays diseñó un sistema de censura mediática enfocado a que el cine y la televisión mostraran un contenido decente al respetable público americano. El código Hays condenaba la violencia, sangre, uso de alcohol, desnudos, adulterio y, por supuesto, «perversiones sexuales».

Por suerte para la industria, Hays reconocía que, a veces, era necesario mostrar el lado más oscuro de la conducta humana. Su código incluía una especificación al respecto: cualquier escena o personaje que atentara contra los valores de Dios y América, debía ser presentado implícitamente y como algo malo. El protagonista jamás podría ser homosexual o adúltero, pero el villano, mediante (no tan) sutiles señales, sí.

¿Por qué? Porque, de esta manera, el público comenzaría a asociar la maldad y el crimen con, por ejemplo, ser gay.

Pese a que el código Hays dejó de ser utilizado el año 1967, fruto de las revueltas sociales de la época, su influencia en la producción cinematográfica era demasiado grande como para ser borrada de la noche a la mañana. Muchos estudios, como Disney, continuaron ocupando la misma fórmula para crear villanos, que se resume en sencillamente hacerlos parecer gay.

Queer coding: la fórmula de Disney para crear villanos

Esto es el queer coding: dotar de características afeminadas a un personaje masculino, o machorras a un personaje femenino, sin reconocer explícitamente su orientación sexual, ya sea admitiéndolo o mostrándolo en una situación que deje en claro que es gay, lesbiana, bisexual, etc.

Disney ha perfeccionado el queer coding, convirtiéndolo, incluso, en el sello distintivo de sus villanos. Durante el Renacimiento de Disney, que abarcó las películas animadas desde La sirenita hasta Tarzán y resucitó el interés del público por el cine animado, al menos la mitad de sus filmes presentaban antagonistas claramente queer coded. En específico:

  • Úrsula, La sirenita (1989).
  • Jafar, Aladín (1992).
  • Scar, El rey león (1994).
  • John Ratcliffe, Pocahontas (1995).
  • Hades, Hércules (1997).

El caso de Úrsula, como se verá más adelante, es extraordinario (no solo por ser la única mujer de esta lista). El resto de los personajes mencionados comparten las cualidades clásicas del queer coding masculino: exagerado movimiento de manos, timbre de voz «poco varonil», actitud excéntrica, complexión física alejada del canon o más bien frágil, etc.

También es común que el guion colabore a reforzar los estereotipos homosexuales de los personajes, especialmente para momentos cómicos, como la icónica línea de Hades: «Es un hombre».

Úrsula, máximo exponente del queer coding

Si tu villana favorita de Disney es Úrsula, felicidades: tu villano favorito es gay.

Su diseño es el más queer coded de Disney, y lo más probable es que se mantenga así a futuro. La razón es que está basado en Divine, una de las drag queen más famosas e influyentes de la historia, reina del cine de clase B en los años 80’s. El diseñador, Howard Ashman, había trabajado antes con la artista e incluso soñaba con la posibilidad de que ella le diera vida en la pantalla.

Lamentablemente, Divine murió un año antes del estreno de la película, así que nunca pudo ver el homenaje de Ashman, ni tampoco recibir la oferta para hacer la voz de la bruja del mar.

Howard Ashman convirtió el queer coding en un regalo para una vieja amiga, dándole un enfoque positivo a esta práctica heredada del viejo Hollywood. Asimismo, la audiencia LGBT+ se refleja en estos villanos claramente hechos a su imagen y semejanza, reclamándolos como íconos suyos, pese a que en ningún momento se reconozcan abiertamente como integrantes de la comunidad.

El queer coding ya no es tan fuerte como antes, pero Disney todavía recurre a su confiable formula para construir villanos, siendo un par de los ejemplos de este siglo el Dr. Facilier (La princesa y el sapo, 2009) y Tamatoa (Moana, 2016). Después de todo, sus villanos más queridos siempre son  los que todavía tienen al menos una pizca de estereotipo.

Si un personaje está diseñado para ser homosexual, ¿por qué Disney les permite salir del clóset? Más de esto, y la conclusión final, en la segunda parte de este especial.