Imperio: el verdadero espíritu de lo horroroso

Editado por Áurea Ediciones y escrito por Jorge Pesce, Imperio nos descubre los secretos de un lugar mítico del centro de Santiago.

Escrito por Ktlean

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Áurea Ediciones nos tiene acostumbrados a sus aportaciones al género del terror. Ya sea con el recorrido que han hecho y seguirán haciendo con los zombies a lo largo de todo Chile, o con antologías de cuentos o con la serie Con Sangre en el Ojo, de Rodrigo Muñoz Cazaux (por dar solo algunos ejemplos), la editorial apuesta fuerte por el lado más oscuro de la ficción.

El turno en este caso corre a cargo de Jorge Pesce y su libro Imperio, en apariencia una antología de relatos, pero que a medida que nos adentramos en sus páginas se presenta como algo más, una especie de narración hecha por capas, la cual nos va adentrando cada vez más en la verdad sobre un lugar que cualquier santiaguino conoce: la Galería Imperio.

Una propuesta interesante, que mantiene en vilo al lector, escrito con una prosa pulcra y bella. En resumen, una obra heredera del mejor horror cósmico, pero en Chile.

Los cuentos

En un total de 123 páginas divididas en diez relatos, Imperio es una lectura que poco a poco se va perfilando más compleja y sorpresiva. Esto sucede principalmente porque no es tan usual encontrar antologías cuyos cuentos estén relacionados entre sí. Quizás sí por un tema, un tono, un género. De hecho, se agradece cuando una antología es más que un depósito de relatos sueltos que el autor o la autora en cuestión no sabe dónde más poner.

Lo interesante es que Jorge Pesce va más allá. Sienta las bases con el primero, que también cumple la notable tarea de comenzar a darle sentido al título del tomo. Galería Imperio, así se llama el relato y para cualquier santiaguino el nombre evocará un lugar en el centro de la capital que, si bien ha cambiado en estos últimos años, sigue allí. En este libro, dicha galería (su versión antigua, al menos) se presenta como un lugar decadente y también repleto de secretos. El relato está escrito de tal forma que no solo presenta dicho sitio con una nueva luz (o nueva oscuridad), sino que también lo hace sonar… posible.

Cuando este cuento termina y pasamos al siguiente, titulado La Pesadilla, uno cree que esta antología es como cualquier otra: un conjunto de cuentos reunidos en torno al género del terror, nada más. Pasa lo mismo con el tercero, Un día cualquiera, aunque ya vislumbramos un escenario que se repite, el que podría ser el centro de Santiago, pero también podría ser el centro de alguna otra urbe.

Es en La cena en harapos que comienza a asomar la verdad. De pronto el tono cambia un poco; ya no estamos en la mente de un «hombre cualquiera» o un trabajador que vuelve a su casa, donde lo espera lo indecible. No estamos adentrándonos en una antigua galería comercial… eso creemos, al menos. En este cuento leemos las palabras que un desconocido le dirige al hombre que acaba de torturar para llevar a cabo un ritual. Con claros tintes ocultistas y algo de horror cósmico, es una historia que sube la apuesta del tomo.

Aún así, nos faltan detalles para por fin comprender cómo los nudos se están cerrando, cómo todo va encajando.

En Porcelana, quinto relato del libro, nos arrastran a un pasado indefinido para conocer a Karl Vermicelli y su obsesión con los juguetes. Algo llama la atención aquí: las muñecas de porcelana, objetos ya nombrados en el recorrido que llevamos a cabo en el primer cuento. Pero puede ser una coincidencia, claro. Excepto porque al final las sitúa justo donde nuestros temores nos llevan cada vez que hay una palabra que se repite, una descripción que suena conocida.

Después de este cuento, las cartas comienzan a revelarse por fin. Con La Libreta Negra, Reflejos, El Poema del Gusano, Fantasma y, por último, Abisal, la historia que se había ido desplegando sin que nos diéramos cuenta al principio cobra su debida forma y proporción. Como piezas que se completan las unas a las otras, los relatos nos enseñan la verdadera y horrorosa historia de la Galería Imperio, lo que ocultaba en pleno centro de Santiago.

Opinión personal

Quien escribe esta reseña no es experta en Lovecraft, ni tampoco en subgénero que él llevó a otro nivel con sus dioses primigenios. Lo que sí sabe quien escribe esta nota, es que para muchos autores chilenos, Lovecraft es un referente tan claro que al leerlos se hace muy difícil evitar las comparaciones.

Eso me pasó con Imperio de Jorge Pesce, pero quiero aclarar que dicha comparación no esconde, ni de lejos, un reproche. Una cosa es tener como referencia a un escritor que nos gusta y que el lector de turno no tenga nada nuevo que decir de nuestra propia obra; otra muy distinta es que dicho lector note las similitudes, el homenaje incluso, pero pueda quedarse satisfecho porque lo que ha leído hace algo nuevo con la materia prima.

Jorge Pesce hace algo nuevo con lo que le legó al mundo H. P. Lovecraft, y también otros autores como Ligotti, Machen, Bierce, Poe, Barker. Hace algo nuevo y lo hace acá, transformando un lugar ínfimo de Santiago para recordarnos que incluso una anodina galería comercial puede ser escenario del horror. Y lo hace también con una prosa bella, sin tropiezos, capaz de crear atmósfera y ser unos dedos fríos en la mente de quien la lee.

Comencé este libro sin saber lo que iba a encontrar. O, más bien, creyendo que sería solo otra antología de cuentos de horror. Pero no, encontré algo mejor. Y eso me sorprendió primero y me cautivó después. Por eso y sin dudar, volvería a leer este tomo, porque seguro que algún detallito de este telar oscuro se me pasó por alto. Y también, sin dudar, volvería a leer a Jorge Pesce.