Clásicos de la Universal V.2: Drácula y la contención sexual

Analizamos el carácter sexual de Drácula, el persona creado por Bram Stroker e inmortalizado en el cine por Béla Lugosi

Escrito por Esteban Beaumont

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Era 1897 y la Época Victoriana vivía su auge en Inglaterra. Un periodo caracterizado por los profundos cambios ocurridos en las sensibilidades culturales y políticas. Para ese entonces, dicha etapa vivía su inminente caída, de cara a los problemas con Irlanda. Fue en ese año cuando Bram Stoker publicó la novela definitiva sobre uno de los personajes más emblemáticos de la ficción: Drácula.

Tenemos que movernos a 1844, al cuento El Extraño Misterio para buscar la referencia directa de Stoker para Drácula. Contrario a lo que muchos creen, Drácula no guarda mayor relación con Vlad III, príncipe de Valaquia del siglo XV. Conocido como el Empalador, el grotesco personaje histórico no guarda relación con el Conde Drácula más allá de algunos aspectos. Si hay que recurrir a una inspiración del cruel mundo, la condesa húngara Erzéber Báthory se asemeja mucho más que el querido Vlad. Báthory fue una de las asesinas más grandes de la humanidad, con un total de 650 muertes atribuidas a su persona, todo con el fin de bañarse en la sangre de las víctimas para mantener su belleza. Los historiadores aún no han concluido si Elizabeth bebía también la sangre de las jóvenes vírgenes… La poética nos hace creer que sí.  

Volvemos a la novela. Fue escrita de manera epistolar y durante años se escondió el final original. En 1984 se descubrieron manuscritos de Drácula que contenían pasajes suprimidos, entre ellos un final bastante parecido al de La caída de la Casa Usher. Esta sería la razón de esconder este final, para evitar similitudes. 

El Drácula de Lugosi

Nos saltamos a 1931. Mentira, antes pasamos a 1922. El alemán Wilhelm Murnau estrenaba Nosferatu, el vampiro, una película basada en la novela de Drácula, pero que al no contar con los derechos cambió ciertas cosas para evitar el pago. Demandas más, juicios menos, la película se convirtió en una historia clave del expresionismo alemán. Los que sí compraron los derechos fueron unos dramaturgos ingleses, que adaptaron la novela al teatro. No fue hasta 1930 que los derechos de la novela llegaron a Universal. Un año después estrenaron la película bajo la dirección de Tob Browning. 

El papel protagónico era en un momento para Lon Chaney, pero el actor murió poco antes debido a un cáncer. Su reemplazo terminaría siendo ese joven actor que había interpretado a Drácula en las obras de teatro de 1927: Béla Lugosi. El resto es historia: Drácula cimentó el terreno para los Monstruos clásicos en el cine, es parte de las mil mejores películas de The New York Times, inspiró a decenas de largometrajes y es uno de los clásicos del terror. 

A todo esto, la historia: Un abogado llamado Renfield viaja a Transilvania por un negocio con el conde Drácula (Se da el mítico plano de los ojos de Lugosi). Renfield termina siendo esclavo de Drácula y viajan a Inglaterra, donde conocen a Mina. Todo mientras el profesor Van Helsing trata de matar al conde.

Drácula y el terror sexual

Más allá de fortalecer la imagen de vampiro a la que la humanidad se ha acostumbrado, tanto la novela como la película apuntan al erotismo y sexualidad reprimida de la sociedad de ese entonces. Una explosión del placer que permite aventurarse más allá de las épocas, porque el vampiro ha tenido tanta cabida en la historia del cine, desde Nosferatu hasta Crepúsculo. Esta última bastante criticada, aunque la verdad es que solo agrega el carácter del amor a un tópico que era tocado en casi todas las películas, la ya mencionada sexualidad. 

Pero ojo, no es una sexualidad “normal”, no veremos posiciones del Kamasutra. Es un sexo más complejo porque es abarcado desde el no desnudarse y solamente con la boca (no está más decir que de la cintura para arriba). La escritora Erica Jong decía que el sexo en Drácula era un polvo sin bajarse los pantalones. Una invitación a intimar con la boca y en vez de llenar a alguien de fluidos, dejarlo sin ellos. Tal vez el gran responsable de la romanización de los besos en el cuello sea Hammer y su película. 

Y llevar el sexo al terror tiene tres puntos interesantes. Uno responde a la época original de la obra. Drácula nace en uno de los grandes despertares sexuales que se contraponen a un conservadurismo de esos años. Otro es que los gozadores del sexo en las películas de vampiros tiene el mismo fatal resultado de los jóvenes alocados de los ochenta en las películas slasher, una estaca en el corazón. Finalmente, no hay nada más terrorífico que el sexo, sobre todo cuando lo descubrimos. Tal vez sea uno de los primeros grandes miedos de la adolescencia, un miedo sumamente reprimido para que los nadie más sepa que tenemos miedo. Las películas de vampiro confirman ese temor.


Independiente de lo sexista de algunas lecturas que corresponden a otra época, como la que indica que la relación sexual satisfactoria es la del hombre (Drácula) dominando a la mujer (las doncellas). Es innegable la importancia tanto del libro como la de sus posteriores adaptaciones. En la noche, en un castillo, se esconden nuestros deseos y miedos más lujuriosos.