Los 40 nombres de la nieve, de masculinidad tóxica y The Beatles

Del autor S. A. Amira, Los 40 nombres de la nieve nos muestra diversas formas en que puede expresarse la masculinidad tóxica

Escrito por Ktlean

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Sergio Alejandro Amira es un reconocido autor chileno, con ocho novelas publicadas y muchos, muchos cuentos que han aparecido en diversas antologías. Entre sus más recientes publicaciones, encontramos Los 40 nombres de la nieve, que vio la luz bajo el sello de Áurea Ediciones.

Protagonizada por una joven de 21 años llamada Silvia, a quien las circunstancias de la vida han puesto en una situación difícil, y un hombre maduro llamado Cristóbal que se ofrecerá a ayudarla, Los 40 nombres de la nieve aborda temas que, precisamente hoy en día, pueden ser bastante polémicos.

¿De qué manera lo hace? ¿A dónde llevarán a los protagonistas las páginas de este libro?

Historia

Joven, bonita, con un pasado que esconde varios secretos, criada por sus abuelos, procedente de Cauquenes, de gustos simples y sincera. Así es Silvia, la protagonista de Los 40 nombres de la nieve, a quien encontramos en las primeras páginas de la novela caminando por la calle, usando una ropa con la que espera atraer clientes, pero con la que no se siente del todo cómoda.

Y cuando hablamos de «clientes», hacemos alusión al tipo de consumidor que probablemente pasó por la mente de quien lee esta nota. Porque sí, al inicio de esta historia, Silvia está a punto de ejercer por primera vez la prostitución. La han orillado a ello diversas circunstancias; una «mala racha», por así decirlo. No tiene otra opción, o así lo ve ella. Así que a pesar de todas las aprehensiones que puede llegar a tener, sigue su recorrido por una calle de la capital.

La suerte (buena o mala, se sabrá con el tiempo) querrá que un auto marca Audi pare cerca de ella. En el interior va un hombre de unos cincuenta años, guapo y con apariencia de tener dinero. Se llama Cristóbal Korsakoff y aunque de buenas a primera parece justo lo que uno esperaría en dicha situación, un cliente, cuando Silvia accede a subirse a su auto, el hombre se ofrece a ayudarla. No, al parecer no desea sus servicios, solo busca impedir que la joven tenga que comenzar a vivir una vida que la puede poner en peligro.

A pesar de las dudas que todo esto puede despertar en Silvia, finalmente accede a recibir la ayuda de Cristóbal, que consiste en alojamiento en un antiguo departamento ubicado en el centro de Santiago, dinero y básicamente todo lo que necesite.

Poco a poco, la joven irá conociendo mejor a su benefactor. Se entera que es abogado defensor, que es casado y tiene una hija (la que según el hombre es idéntica a la propia Silvia), que es un fiel creyente de Dios y que es un fanático acérrimo de The Beatles. Sus interacciones consistirán más que nada en charlas donde Cristóbal habla mucho y Silvia menos, en especial cuando se trata de su propia vida. Pero no pasará demasiado tiempo hasta que ella también comience a soltarse un poco más y confíe al menos, en parte, en el hombre.

Lo interesante será ver de qué manera avanza esta relación, si Cristóbal oculta o no algo, si Silvia saldrá bien de todo esto. Por la novela, es un thriller y aunque los rasgos de este género tardan en aparecer, sin duda prenden las alarmas del lector desde un principio.

Los hombres en la novela

Como se dijo al inicio de esta novela, Los 40 nombres de la nieve aborda temas muy tratados en la actualidad y también bastante polémicos. El principal es la masculinidad tóxica, algo que ya es anunciado en la sinopsis del libro, pero que se trata de diversas maneras a lo largo de la historia.

Con Silvia siendo el eje central de la trama, y dadas también sus características, pronto (muy pronto) pasa a cumplir un rol que, lamentablemente, fue durante mucho tiempo el que ostentaban las mujeres en los libros. Dicho rol es el de damisela en peligro, el de ideal romántico, el de interés sexual. A su alrededor orbitan un puñado de hombres que se sienten atraídos por ella y aunque no siempre deriva en un abuso o en relación sexual consensuada, la tensión está ahí.

Ocurren hechos que ponen de manifiesto lo peor de la cultura machista y hetero normada, como por ejemplo la ocasión en que Silvia es fotografiada sin su consentimiento en la vía pública, para ser más específicos, por debajo de su falda. Esto lo hace un desconocido que es interpelado por la gente que los rodea, pero Silvia, al ver que lo están golpeando, lo defiende e incluso va conversar con él. Esto permite que el hombre pueda «justificarse», explicar por qué hace lo que hace. Es una escena que incomoda, no solo por el actuar del acosador, sino también (y por sobre todo, al menos para quien escribe esta nota), por la de Silvia.

En algunas situaciones la toxicidad es un poco (recalcamos el adjetivo) menos evidente. Así sucede con el poeta que la joven conoce en la quinta región y que desde un principio es un crítico de la relación que tiene con Cristóbal, pero que al final es justo lo que critica: un hombre varios años mayor que Silvia que quiere acostarse con ella.

Otra forma de expresar esta jerarquía entre los hombres y la joven son los diálogos. Esto es constante y no solo con los personajes masculinos que por sus circunstancias de vida es entendible que se expresen de manera formal y culta, o que tengan conocimientos que una persona como Silvia no tiene (el poeta y el mismo Cristóbal). También sucede con el acosador de la Plaza de Armas, que se nos presenta como un hombre común, pero que al hablar demuestra una elocuencia que ya se quisieran muchos políticos del país.

Los hombres de esta novela hablan de historia musical, de religión, de poesía, de filosofía. Hablan y hablan mientras Silvia los escucha, más o menos aburrida, pero los escucha al fin y al cabo. Sin nada que aportar, apabullada por sujetos que tienen más mundo, más estudios y más experiencia que ella.

Es así como en Los 40 nombres de la nieve, cuando no hay tensión sexual o acoso, hay grandes cantidades de paternalismo. Quien concentra este aspecto durante gran parte de la novela es el propio Cristóbal. Es el quien salva a Silvia, quien pasa a mantenerla, quien quiere arreglarle la vida. Si la joven tendrá que pagar un precio por todo esto, es algo que el lector tendrá que descubrir.

Últimas palabras

Con estos temas siempre hay que intentar separar entre los libros que son conscientes de lo que están tratando y los que no. Ocurre a veces que se describen actitudes tóxicas con cierto desconocimiento de que lo son o derechamente romantizándolas porque para el autor en cuestión no tienen nada de malo.

En la actualidad, habría que estar muy desconectado de la vida real para no saber qué es la masculinidad tóxica, sus vertientes y formas, el efecto nocivo e incluso letal que puede llegar a tener para muchas personas alrededor del mundo. Por eso, cuando una novela actual aborda esto, se espera que sea para cuestionar, juzgar y poner en conocimiento del lector diversas aristas del problema.

Creo que Los 40 nombres de la nieve, al ser consciente de lo que está tratando, cumple lo último. Pone en conflicto al lector, para que determine qué tan incómodas o cuestionables son las situaciones para él/ella. De esa forma, es posible hacer una «revisión personal», porque para muchos, ciertas conductas pueden seguir siendo «normales».

Una novela para leer con criterio y altura de mira.