El Estado de la unión: Civil War y el peso del poder

Acompáñanos a diseccionar la polarización política de Estados Unidos, a través del clásico crossover Civil War

Escrito por Historietador

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Durante la última década, Estados Unidos ha experimentado una polarización política severa. El concepto de la unidad de los estados, the union, es una institución política que se ha erosionado con una rapidez aterradora. Protestas con muertos y heridos, autos en llamas, encapuchados peleando con la policía son postales que solíamos ver más en países del tercer mundo que dentro de las fronteras del país del norte.

Considerando eso, tenemos que volcarnos hacia las creaciones culturales para tomarle el pulso a la sociedad, pues el arte siempre ha sido un reflejo de la época en la que fue producido. Nos interesa el cómic porque es un género bastardo, el hijo ilegítimo de la escritura y la pintura. A nadie le interesa, tiene su público cautivo y esa justamente es su mejor fortaleza, pues permite a los autores tomar riesgos y decisiones político-creativas que serían impensables en el cine o televisión.

En esta serie de artículos se pretenderá ahondar en el quiebre político norteamericano mediante el análisis de cómics que aborden el tema.

Civil War de Mark Millar y Steve McNiven (2006)

Civil War fue un gran evento de Marvel publicado allá por el 2006, que se posicionó con el tiempo como uno de los crossovers más exitosos tanto en ventas como críticas. Con la película homónima del Capitán América estrenada en 2016, su propuesta y temática  se hizo conocida a nivel mundial. En ese artículo se analizará la relevancia que tiene esta obra, tomando en cuenta el escenario político actual tanto de Estados Unidos como del mundo.

El tópico de que los superhéroes se enfrenten entre sí no es algo novedoso. Es costumbre que cuando dos enmascarados cruzan sus caminos tengan una tibia pelea, para posteriormente darse cuenta de que se enfrentan a un enemigo común y se unen para vencerle.

Partiendo de esa premisa, ¿qué hace tan especial al gran crossover de Marvel, Civil War? La respuesta es a la vez simple y compleja: esta vez los héroes luchan por motivos políticos. Para quienes no estén familiarizados con la premisa de dicho cómic, un pequeño resumen en palabras del mismísimo Tony Stark:

“Un héroe, probablemente joven… un joven descuidado, sin preocupaciones y con buenas intenciones, las mejores intenciones, hará algo mal. Intentará salvar a alguien. Hacer algo heroico, pero cometerá un error… y habrá gente muerta por ello… cualquier político que busque hacerse un nombre vaya disparando a televisión y de diga a EEUU que va a salvar el mundo de esos tipejos disfrazados.

New Avengers Iluminati

Dichas palabras fueron pronunciadas en una historia que hace de prólogo de la serie principal. Poco tiempo después, el grupo juvenil de superhéroes los Nuevos Guerreros protagonizan una pelea contra un grupo de supervillanos que deja cientos de civiles muertos. Todo eso fue televisado. Acto seguido el gobierno de Estados Unidos promulga el acta de registro súper humano, que sometería a los superhéroes al poder del gobierno federal

Iron Man y el Capitán América toman posturas antagónicas: el multimillonario se cuadra con el gobierno y el súper soldado arma una resistencia clandestina. Para muchos detractores de esta historia, las posturas de ambos héroes están invertidas.

Tony Stark es un empresario que representa al modelo neoliberal, en el cual el Estado toma una postura pasiva para que los privados operen. El Capitán América, en cambio, está más cercano al New Deal del presidente Roosvelt que plantea la postura keynesiana ,donde el Estado actúa como regulador. Si bien ambas posturas se aplican al ámbito económico, es posible extrapolarlas a la esfera de la política.

El principal dilema que plantea esta historia es el poder y dónde reside. Desde su debut, los superhéroes siempre han estado marcados por un poder supremo. Superman, además de levantar autos con facilidad, puede darle cara a los poderosos. En su primera aparición, el Capitán América le reventaba la mandíbula a Hitler. En ambos casos vemos cómo el poder viene a cumplir fantasías, hacer algo que se sabe que es justo y necesario.

En las democracias capitalistas occidentales tenemos un sistema representativo, en las cuales el poder reside en los ciudadanos, que mediante elecciones periódicas eligen a sus representantes.  En Civil War dichos representantes son los que plantean regular las actividades súper heroicas. Hay que tener en cuenta que los grupos de enmascarados son verdaderas células paramilitares que operan sin supervisión gubernamental.  

Como bien señaló Tony Stark en su segunda película en solitario: “He privatizado la paz mundial”. Esto produce un desbalance en el ejercicio del poder, lo que lleva a las autoridades a intentar regular la actividad súper heroica. Recordemos que uno de los principios básicos de la construcción del Estado, según Max Weber, es que éste tenga el monopolio de la fuerza. Entonces, podemos afirmar que la capacidad de administrar la fuerza de los distintos grupos superheoricos erosiona las bases de la institucionalidad política.

Volviendo al eje político de la discusión, hay que hacer una pequeña parada en un tópico completamente polémico y a la vez delicado para la opinión pública: los atentados del 11 de septiembre de 2001. Fue en aquel momento que el pueblo estadounidense vivió en carne propia lo que sería una batalla cualquiera en el universo Marvel.

Recordemos que Nueva York es la sede de varios grupos súper heroicos, por tanto, una batalla que destroce el centro de la ciudad es algo cotidiano. El problema es que la violencia en los cómics generalmente no tiene consecuencias, se pueden destruir edificios o hacer explotar una manzana entera, pero no se dimensiona el impacto que eso tiene tanto a nivel estructural o psicológico.

El 9/11 fue un trauma colectivo que despertó un aparato de control por parte del gobierno de EE.UU. Se puede hacer un símil entre el “acta patriótica” y el acta de registro súper humanos. Ambas lograron que el aparato estatal tuviese un control mucho más férreo sobre la vida privada de sus ciudadanos, todo eso es pos de la seguridad nacional.

Es un tópico que se desarrolló en El Soldado de invierno (2014), la magistral película del Capitán América donde se discuten los límites entre las libertades individuales versus el control de las agencias de inteligencia sobre los ciudadanos. Como bien dijo el Cap: “Esto no es libertad, esto es miedo”. El acta de registro súper humano también nace del temor. Es un intento del gobierno por controlar y dirigir el poder que representan los superhéroes.

De hecho, hay prácticas que tienen un símil con el actuar de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. Reed Richards construye una prisión para encapuchados ubicada en la zona negativa, una especie de Guantánamo interdimensional. Además, se podría hacer la conexión entre la NSA y SHIELD. La primera corresponde a la agencia de seguridad nacional, institución que se fortaleció después del 9/11 y tomó el protagonismo en la lucha contra el terrorismo.

SHIELD vendría a ser una versión en esteroides (y con helicarriers) de la de NSA. Ambas agencias pasaron de combatir al terror a realizar actos de terrorismo. (Si no me creen, es cosa de preguntarle a Edward Snowden).

No es nada original decir que los productos culturales recogen el sentimiento, el zeigeist de la época en la que fueron gestados. Bajo ese prisma, esta historia plantea elementos claves para entender ciertos procesos políticos del país del Norte. Se da un fenómeno bastante particular en EE.UU: las milicias ciudadanas. Estas gozan de bastante popularidad, sobre todos en los “red states” o estados pro Republicanos.

Estas suelen tomar más fuerza cuando hay un demócrata en la Casa Blanca. Con la llegada de Obama el movimiento de milicias de disparó, todo bajo la premisa de que el nuevo presidente vendría a “quitarnos nuestras armas”. ¿Qué tiene que ver este movimiento con Civil War? Se podría decir que dichos milicianos adhieren a la postura del Capitán América.

En Estados Unidos, los rebeldes son aquellos que dicen regirse por la constitución, carta magna que no ha sido reemplazada en más de dos siglos. Estos ven al gobierno federal como algo tiránico. En ese sentido, la postura de Steve Rogers estaría en el seno de esa tendencia de disidencia hacia el poder federal.

Revisitar Civil War en los tiempos que corren le da otra lectura a la obra. Hoy en día los sucesos de la ficción se están permeando hacia la realidad política y social de Estados Unidos. A diferencia del cómic, la guerra no está siendo a nivel militar, es más bien el choque de concepciones completamente distintas de un país.

Las bases de su unificación como estado se están pudriendo a gran velocidad. Mark Millar no tenía una bola de cristal para saber que un cómic que escribió hace más de diez años tendría tanta relevancia hoy en día. Para comprender las posibles soluciones o los posibles escenarios que pueden suceder, es clave analizar la ficción que trata el tema.