Reseña: Los Leones de Bagdad de Brian K. Vaughan

Brian K. Vaughan, con Los Leones de Bagdad, nos entrega una fábula sobre los efectos de la guerra de Irak en los civiles.

Escrito por Alejandro

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Las guerras o conflictos armados de distinta índole afectan a un país en diversos niveles, siendo uno de los más delicados y doloroso el sufrimiento de los civiles, quienes ven alterada de forma radical su vida y que, en muchos casos, mueren en el proceso.

Uno de los casos más duros fue la invasión de Irak en el año 2003 y su posterior guerra, liderada por Estados Unidos en contra de Sadam Huseín, provocando el derrocamiento de este último.

Brian K. Vaughan (Saga, Paper Girls, Y: El último hombre) y Niko Henrichon crearon en el año 2006, bajo el sello Vertigo, una fábula que narra el viaje de una manada de cuatro leones de Bagdad, que quedan libres tras la destrucción del zoológico en que habitaban, producto de un bombardeo estadounidense al inicio de la invasión.

La caída de Bagdad

Cuatro leones del zoológico de Bagdad, llamados Zill, Safa, Noor y Alí, se ven en una situación inesperada, las paredes de su hogar caen producto de un bombardeo y quedan libres.

Esta libertad inesperada hace que cada uno reaccione de manera distinta. Los tres leones mayores apenas recuerdan cómo era su vida antes y el pequeño Alí nació en cautiverio, por lo que ninguno sabe cómo actuar.

Pese a las dudas, la manada de cuatro leones sale del zoológico, y van a sufrir las terribles consecuencias de la guerra: cadáveres en las calles, edificios en ruinas y mucha hambre.

Así, la historia mostrará los conflictos internos de la manada, representando cada uno a un grupo de personas de Irak y las amenazas que deben enfrentar en su desesperada huida.

Una fábula sin moraleja

Como se señaló, los cuatro protagonistas representan a cierto grupo de habitantes de Bagdad: Safa, la leona vieja, representa a aquellos que prefieren la seguridad que le otorga el régimen de Sadan Huseín (el zoológico), y siente que la libertad es un justo precio a pagar.

Noor, la leona joven, representa el pensamiento opuesto, en donde la libertad es lo primero y hay que luchar por ella, pese a que implique perder las comodidades y la seguridad. Zill, el león macho, representa a las personas neutrales que se adaptan a la situación. El pequeño Alí representa a los niños y niñas de Bagdad que desconocen totalmente el antiguo estilo de vida.

Todas estas personalidades estarán constantemente en pugna, pero deberán colaborar para tratar de salir de Bagdad con vida.

La idea de representar a este grupo de personas mediante animales, muy al estilo de La granja de los animales de George Orwell, es muy destacable, ya que permite empatizar de manera natural con los personajes.

Esta historia se siente como una fábula respecto a la guerra y el comportamiento humano, pero carece de un elemento fundamental de estas: una moraleja.

Quizás el punto más debatible de toda la historia es la ausencia de esta, ya que, por un lado, es positivo que sea el lector quien saque sus propias conclusiones, sin ser necesario que el autor le diga cómo deben ser las cosas.

Pero por otro lado, ante los graves hechos que ocurrieron se siente una obra insuficiente, porque no plantea una crítica a varios actos cuestionables de los actores, sobre todo de Estados Unidos. Si el autor tomó el riesgo de tocar un tema tan sensible, habría sido bueno mostrar o criticar un poco más, para que así el lector tuviera más elementos para formar su opinión, sin reducir todo a un tema de libertad o seguridad.

En otro orden de ideas, la historia está estructurada de muy buena manera, ya que pese a ser una novela gráfica unitaria, el autor la dividió internamente en seis partes, marcando diferentes tonos argumentales e incluso cambios en la paleta de colores.

La historia es simple en su estructura, pero las representaciones y ciertos diálogos hacen que la lectura sea más enriquecedora, tratando algunos temas de manera explícita y otros de manera sutil.

Los personajes se desarrollan de buena manera, cada uno tiene un propósito y actúan de forma consecuente. Destaca mucho la interacción entre las leonas Safa y Noor, ya que su tensa relación refleja lo difícil que es congeniar a los sectores conservadores y los reformistas, e incluso las diferencias generacionales.

Esto no está bien (…) Hay un viejo dicho, Zill. La libertad no se concede, se gana.

Noor, cuestionando la forma en que lograron la libertad.

Por otra parte, la familia, o manada en este caso, cumple un papel fundamental en la historia; es esa unión la que hace empatizar y sufrir con estos leones. Ellos piensan diferente, discuten y tienen miedo, pero aún así se preocupan del otro y van a priorizar el bienestar grupal por sobre el propio.

Visualmente, hay belleza en las páginas ilustradas por Niko Henrichon, quien logra transmitir las emociones de los protagonistas de gran manera. Ilustra páginas dobles excelentes y no recarga las viñetas con detalles innecesarios, logrando un dibujo limpio y hermoso.

El color es un elemento utilizado con agudeza, ya que, en cada cambio importante de circunstancias, la paleta de color varía, usando tonos más amarillos y cálidos en las calles de Bagdad, o más fríos y oscuros en el palacio de Uday Huseín.

Valoración

Estamos frente a una obra muy destacable, con un interesante uso de la representación de una realidad mediante animales.

La obra es rápida de leer, debido a los pocos diálogos que esta presenta, no obstante hay varios elementos que aportan profundidad al relato, logrando que sea una historia muy equilibrada.

Así, estamos frente a un cómic que acerca una dura realidad que, pese a los años, se sigue repitiendo alrededor del mundo. Los leones de Bagdad invita a reflexionar sobre este delicado tema.