Luz, cámara, introspección: Solaris (1972)

Andréi Tarkovski llevó al cine Solaris, novela de Stanislaw Lem, en 1972. Analicemos esta apuesta soviética por la ciencia ficción.

Escrito por Fer

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Stanislaw Lem fue uno de los mejores autores de ciencia ficción de la historia. Su obra está cargada de un carácter existencialista y sus personajes batallan más con el miedo consciente a coexistir con fuerzas (ya sean naturales o tecnológicas) que nunca serán capaces de dominar que con alienígenas y cañones de láser.

La nacionalidad y la temática lo acerca más a Aasimov, pero a la narrativa de Lem habría que agregarle también toques de Lovecraft y varias pinceladas de Freud y Jung para completarla.

En el año 1972, un filme homónimo inspirado en su novela Solaris se estrenó en los cines soviéticos; el estilo del escritor original combinó a la perfección con el de Andréi Tarkovski, el director.

El resultado es una película complicada y lenta, evocadora de la prosa original. Hasta el día de hoy, la Solaris de Tarkovski es objeto de estudio en el campo psicológico debido a los conflictos internos que presentan los personajes, en particular el protagonista, el psicólogo Kris Kelvin.

La fantasía psicológica de Solaris

La filmografía de Tarkovski se caracterizó por seguir la misma línea existencialista en la cual no solo sus obras buscan responder qué es ser humano (un tema recurrente en la ciencia ficción), sino también de qué modo. Los conflictos parecen sacados de películas de terror, pero son abordados como un libro de psicoanálisis.

Para esto, no solo se apoya en el guion (del cual también formó parte en el caso de Solaris y otras tantas películas), ya que el director aprovecha todas las herramientas que el cine pone a su disposición. En los aspectos técnicos, personalmente destaco el uso del color.

Pese a su temática cruda, sigue siendo una película llena de colores brillantes, desde el verde de las plantas de la primera escena hasta la ropa que ocupa cada uno de los personajes; no es hasta que Kelvin comienza a perderse dentro de sí mismo, con su llegada a la estación espacial que estudia Solaris, que llegan las capas de gris y negro que lo rodean, lo cubren.

Solaris es un extraño planeta-océano que parece tener conciencia propia y, tal vez, deseos de comunicarse con los astronautas que se atreven a cruzar sus curiosos cielos. Originalmente, el psicólogo está ahí justamente para ayudar a decidir si vale la pena seguir estudiando el extraño fenómeno.

Sin embargo, Kelvin carga con sus propias cruces y Solaris las expone no solo a él, sino también al resto de la tripulación. El planeta crea una copia perfecta de su difunta esposa, Hari (o Harey, en la novela), la cual cuenta con todos los recuerdos de la mujer. Sin embargo, no podemos afirmar de buenas a primeras que Hari sea humana.

Para empezar, porque el ser humano es mortal, pero Hari prueba en varias ocasiones que es regenerada incluso cuando desea herirse letalmente. También queda preguntarse hasta qué punto Hari existe solo como parte de Kris, o solo como parte de Solaris. ¿Es esta alucinación colectiva una mujer de verdad?

El complejo de Edipo vs. el complejo de Kelvin

El complejo de Edipo es conocido popularmente como los deseos sexuales inconscientes del hijo por la madre. En realidad, es mucho más que eso (porque sí, también es importante la parte de tenerle ganas a tu mamá).

Cuando uno se descubre como ser humano en la primera infancia, comienza un proceso de creación de la personalidad en el que los padres (o, mejor dicho, las figuras paternas) forman parte lo deseen así o no, ya que tanto la presencia como el abandono marcan al futuro adulto. Freud trabaja esta situación desde el psicoanálisis.

Y si este odio del hijo por el padre y amor irrefrenable por la madre fuera cierto de manera literal, el complejo de Kelvin sería el amor irrefrenable por la esposa muerta y el odio inconsciente por la creación de Solaris, pese a que ambos son exactamente la misma persona; cosa que tampoco es cierta, porque no es más que una fantasía extraída de sus recuerdos.

Solaris entró en su mente y extrajo a Hari para poder comunicarse con Kelvin. Del mismo modo, este océano consciente ha provocado alucinaciones en todos los integrantes de la tripulación. El mensaje es inentendible, pero ahí está, presente en forma de mentiras sólidas con las que uno puede interactuar.  

Aquí la psicología se mezcla también con el horror cósmico, entendido como el miedo a aquello desconocido que es más grande que el ser humano. Hari genera una especie de valle inquietante en Kris, la tripulación y el lector: no es lo suficientemente humana ni lo suficientemente alienígena como para entrar en ninguna categoría. Es algo más. Algo nuevo.

Hari trasciende incluso los conceptos de vida y muerte. Esta esposa, falsa y verdadera a la vez, funciona como símbolo de lo que el ser humano no es capaz de comprender de sí mismo, convirtiendo un viaje físico (la estación espacial alrededor de Solaris) en uno interior (Kelvin reencontrándose con estos recuerdos dolorosos y descubriéndose a sí mismo nuevamente).

Y en descubrirse a sí mismo es que el psicólogo descubre lo que es ser humano. Al menos, según él. Al menos, según aquellas ideas tan abstractas y profundas que no pueden ser puestas es palabras.

Conclusión y opinión personal

Al final, podemos hacernos una idea de lo que es ser humano para Kelvin, pero ¿qué salvará a la humanidad? ¿La vergüenza, la ciencia solarística, nada o algo más? ¿Qué es exactamente lo que esta novela y esta película tratan de decir?

No puedo decir con seguridad que la película es mejor que el libro, pero sí que consiguen dos efectos diferentes para un mismo fin. No pueden ser reemplazados los monólogos internos de Kris Kelvin, ni tampoco abarcarse la totalidad de la trama.

Lo que sí puedo afirmar es que ambas son igualmente profundas, pues Hari/Harey une las dos obras de manera perfecta en cada una de sus interpretaciones. El protagonista es Kelvin, pero la mujer muerta es quien mueve la trama con su existencia paradójica.

Solaris se considera una especie de precuela espiritual de Stalker, otra película del mismo director que aborda las aristas del existencialismo en un contexto de ciencia ficción. Ambos largometrajes muy buenos y angustiantes, ninguno liviano ni fácil de digerir.