Inspirada en los atroces eventos ocurridos en Colonia Dignidad, que cuentan desde: violaciones a los derechos humanos, pederastia, centro de tortura, fabricación de armamento, y otras tantas innumerables vejaciones.
La Casa Lobo nos perturba a través de la constante construcción y destrucción del espacio, así como de la protagonista. Mientras la voz del Lobo, el líder de la secta, nos susurra omnipresente y acechante alrededor de la niña durante todo el film.
Érase una vez…
Huyendo de una colonia alemana al sur de Chile, María, la joven que protagoniza este aterrador cuento, escapa del castigo que le aguarda al haber liberado unos cerdos, encontrando refugio en una casa abandonada en medio del bosque.
Así comienza La Casa Lobo (2018), un largometraje chileno realizado por Joaquín Cociña y Cristóbal León. Una hipnótica obra visual desarrollada bajo el alero del stop motion.
Apoyándose en los cuentos clásicos para contar esta pesadilla visual, nos adentramos en el mundo interno de María, a través del uso del espacio y las técnicas mixtas como narradores.
Figuras de papel maché envueltas en celofán se deshacen y transforman en pinturas derramadas por los muros, volviéndose hilos y mutando interminables veces frente a la pantalla.
En esta historia, María no está sola, los cerdos que ha liberado la acompañan en la casa. La niña los convierte en humanos que al igual que ella, se transfiguran generando imágenes quiméricas y extrañas que no dejan de incomodar. Mientras tanto, el Lobo nos inquieta y acosa con su constante llamado para que María regrese.
La travesía de la construcción
La Casa Lobo fue un proyecto desarrollado durante cinco años, en diferentes galerías de Chile y el mundo, construyendo un escenario visible para todo el público pasante.
Al igual que en el film, el set era armado y desarmado incontables veces para continuar la producción en un espacio diferente.
Los artistas visuales, optaron por la creación de los personajes a escala real. Dejando de lado las acostumbradas maquetas en el uso de stop-motion.
En cuanto a la materialidad, Cociña y León tenían sus propias reglas autoimpuestas, tales como: el uso del color simbólico, la elección de los elementos a la hora de construir, la decisión del plano secuencia como base, el constante movimiento de la cámara, la transformación del espacio como norma, entre otras cosas.
Actualmente, La Casa Lobo, ya viste variados galardones, algunos tan importantes como: El Premio Caligari (Festival de Cine de Berlín, 2018)
Opinión personal
La Casa Lobo, es sumergirse en una pesadilla magnética. Es extraño, confuso y atractivo al mismo tiempo. Un largometraje claramente experimental, tanto en su desarrollo como en la obra final presentada en pantalla.
El sonido juega gran parte en cada escena, complementando la textura de la imagen. Ayudado a que las sensaciones se vuelvan más agobiantes. Me descubrí un par de veces conteniendo la respiración, frente a la incertidumbre de este cuento de terror.
Hay mucho que se deja a la interpretación, creo que puede ser de ayuda investigar un poco la escabrosa historia de Colonia Dignidad, para comprender variados simbolismos escondidos por los autores.
No creo que sea una película de todo gusto, pero creo que puede dar pie para ver algo diferente y, al menos, abrir debate acerca de las sensaciones que puede dejar este interesante trabajo artístico.