Historia de la ciencia ficción chilena: Parte 2

Hoy seguimos revisando la historia de la ciencia ficción chilena, intentando deconstruir algunas obras a fin de entender a sus autores.

Escrito por White Usagi

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Al fin podemos traer una nueva parte de esta aventura. En la entrega anterior, Historia de la ciencia ficción chilena: parte 1, revisamos cómo la política y el soñar con un futuro mejor puede ser interpretado como ciencia ficción cuando se hace un paralelo entre la sociedad de la época y regímenes aristocráticos o violentos.

En esta parte intentaremos hacer algo parecido: Deconstruir las ideas conocidas siguiendo una particular forma de ver las cosas.  

Parte 2: Los exploradores de lo desconocido

El autor de esta nota siempre he tenido un pequeño conflicto con la definición popular de edad dorada. A su juicio, y siguiendo la corriente de pensamientos de guionistas como Joe Staten (Halo y Destiny), Keiko Nobumoto (Cowboy Bebop y Macros Plus), o escritores como Asimov y Philip K. Dick, la edad de oro no es la estabilidad social y tecnológica donde la humanidad vive disfrutando los frutos de esfuerzo en un entorno de paz y perfección utópica.

Más bien, es la era de la exploración y descubrimiento. Un periodo donde se sentarán los pilares para un futuro mejor. Una aventura hacia lo desconocido donde los exploradores deben atravesar un valle peligroso, oscuro, con altos y bajos. No hay un destino, no hay una ruta desde el punto a al punto b. Serán ellos y sus experimentos los que desencadenarán a los altísimos escritores que veremos en la parte tres.

Así que, siguiendo esa condición, hoy toca hablar de la era dorada de la ciencia ficción chilena: 1910 – 1950, los exploradores de lo desconocido.

Soñar con un país más fuerte

Pese a que los cuentos de Alberto Edwards Vives fueron recopilados en los años 50-60, fue en el periodo de 1913-1921 que escribió sus cuentos de ciencia ficción. Pero, ¿quién fue este hombre y cómo su forma de pensar queda retratada en sus escritos?

Alberto Edwards siempre se vio interesado por la política y la abogacía. Fue Director de Guerra en 1891 y se unió al Partido Nacional. Escribiría columnas y ensayos para El mercurio, donde manifestaba su oposición hacia el parlamento de la época y el liberalismo en Chile. Según él, los historiadores habían dejado de lado sus responsabilidades para unirse a la máquina de propaganda liberal, tildando a personajes de la revolución, como Bernardo O’Higgins y Diego portales, como déspotas autoritarios.

Según la opinión de Edwards, se necesita de personas fuertes e inflexibles para darle orden a un país en crecimiento. Solo un líder antidemocrático y neutral a todos los partidos podría llevar a Chile a ser una potencia regional. Según fuentes de la época, Edwards sentía admiración por el auge del fascismo italiano y español, ideas que se verían reflejadas en sus cuentos de ciencia ficción.

Sus cuentos nacen de una misma idea: Chile se han transformado en un país débil y decadente luego de remover el gobierno autoritario de Diego Portales. La lucha contra la oligarquía dividió al país en partidos que no les interesa ser la voz del pueblo, sino que de sus propios intereses. Desde allí es que construye historias de un país fuerte y firme ante amenazas externas, donde la población puede vivir en paz gracias al esfuerzo del ejército y la marina.

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Portada de cuentos fantásticos, recopilación de Manuel Rojas.

Soñar con un país más libre

21 de Julio de 1927. Carlos Ibáñez del Campo asume como presidente y de inmediato crea un gobierno autoritario y represivo. Se inician persecuciones contra políticos, que son deportados o encarcelados, se separa el país en 16 provincias y se eliminan otras 7, se crean las super intendencias y se refuerza la maquinaria militar del país.

Durante el mismo año se publica Tierra Firme. La primera novela de ciencia ficción chilena anticipatoria, escrita por R.O. Land, Seudónimo de Julio Assman. El libro retrata al Chile de los años 60 a través de un primer viaje hacia el sur y un segundo de vuelta a Santiago. En su exploración no solo detalla las maravillas naturales de cara región, sino que también cómo se ha logrado construir un mercado capaz de aprovechar la exportación de madera, minerales y gas, sin destruir los biomas. Todo esto gracias a la aplicación de políticas comunales y tecnología de punta.

En su visión, R.O. Land explica el funcionamiento de autos eléctricos de manufactura chilena: máquinas autónomas capaces de recoger la basura de las calles y quemarlas para generar electricidad, un monorriel con la capacidad de cruzar toda América latina, y un sistema de transporte público casi en su totalidad subterráneo.

También se hace mucho énfasis en la conexión entre la humanidad y la naturaleza. En su obra asegura que mantener el equilibrio entre progreso, calidad de vida y el ambiente, liberará a las personas de toxinas peligrosas y actitudes violentas.

Pese a que el libro salió en 1927, las señales de desestabilidad y golpe de estado ya se veían desde 1925, creando un entorno totalmente opuesto al que vimos en el punto anterior de esta investigación. Eso nos lleva a una conclusión importante: Quizá la ciencia ficción no solo es una forma de hacer crítica a un sistema político o contingencia social como lo vimos en la primera parte de esta investigación. Sino que también sirve como un espejo que nos permite entender el futuro negativo que el escritor busca evitar o reemplazar. ¿Es una obra de ciencia ficción una forma indirecta de expresar lo que no queremos ver a futuro?

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Soñar con un país más igual

1932. El gobierno de Juan Esteban Montero tiene serias dificultades para enfrentar el impacto de la gran depresión en Chile. A la inestable situación económica se le suma un creciente descontento social y una inestabilidad política que impulsa movimientos conspiradores.

Fue en junio que un movimiento cívico militar de tendencias socialistas se atrincheró en una base de la fuerza área, exigiendo y logrando la renuncia del presidente. La nueva junta de gobierno proclamó la República Socialista de Chile, lo que dividió la opinión pública de la época. Incluso hubo gremios profesionales y sectores comunistas que mostraron su rechazo al nuevo gobierno, considerándolo militarista.

Fue en este año que se publicó Thimor, una novela de ciencia ficción utópica escrita por Manuel Astica Fuentes. Activista obrero en las oficinas salitreras de Antofagasta, miembro de las Juventudes Católicas, y cabecilla de la sublevación de la Escuadra de Chile, llevando a cabo un motín de la armada ante la rebaja de salarios. Fuentes aseguran que fue su admiración a las aventuras de Julio Verne lo que le llevó a embarcarse más en sus ideales políticos.

El Estado se logra imponer ante las demandas de los marinos amotinados, y Manuel Astica es condenado a cadena perpetua por el consejo de guerra. Solo alcanzó a cumplir un año antes de ser liberado, tiempo más que suficiente para escribir su novela.

La historia trata sobre un carguero japonés que atraca en Valparaíso y que hace entrega de las pertenencias de un barco chileno desaparecido llamado El Burlador. Entre las cosas está en la Bitácora del capitán, que narra como su nave perdió el rumbo en un viaje al norte y terminó en tierras inexploradas pero habitadas por una civilización avanzada.

Esta civilización asegura que “su mundo” ─ haciendo referencia al lugar de donde vienen los marinos─, aún viven como bárbaros, dominados por aspiraciones individualistas y donde los que triunfan son los más hábiles y tramposos. Pese a que se retrata a este nuevo continente como una sociedad muy avanzada, el escritor prefiere detallar como toda la maquinaria y avances arquitectónicos palidecen ante una naturaleza dominante y principios de comunión que son obvia referencia a una vida cristiana.

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Portada de libro Thimor, Manual Astica Fuentes

En preparación a la siguiente parte

A estas alturas, el género de la ciencia ficción chilena comienza a adoptar nuevas herramientas para la construcción de sus historias. No solo hablamos de aprender de los maestros de la literatura para construir arquetipos más sólidos, tampoco de transformar la narración en una crítica indirecta o directa de la situación social del país.

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Hablamos de usar la experiencia de vida para crear personajes, civilizaciones, o contextos que se sientan más naturales, precisos, honestos, y que permitan al lector cuestionarse si algo así es posible. Hablamos de tomar fragmentos de nuestros propios miedos y usarlos como pilares para la narración; de imaginar un futuro lo suficientemente sólido como para rechazar las crueldades de un presente inestable. Y aunque la fórmula de la ciencia ficción chilena ya está tomando forma, aún falta un tercer factor que llegará con la siguiente entrega de esta humilde investigación.

Historia de la ciencia ficción parte 3: New Wave.