Porque menos es más y el estudio Mountain lo sabe… Florence. Un juego móvil, sí… para celulares (aunque hoy disponible en otras plataformas, fue pensado en primera instancia para móviles) que no solo entretiene, conmueve. Dentro del mismo formato que hoy nos permite jugar CoD, TFT, Candy Crush o Clash Royal, aparece Florence para dejar la vara altísima en cuanto a experiencias interactivas se refiere. Pero, ¿por qué?.
Florence es una historia de amor más o menos clásica. Chica conoce a chico, lo que comienza a configurar un relato con los aciertos y desaciertos típicos de una historia del género (y hasta aquí lo vamos a dejar porque Florence es una experiencia que merece ser jugada). Pero aquello que conmueve y da valor al juego no es su premisa, a primera vista simple. Es el cómo vamos siendo parte de esta historia, el cómo interactuamos con Florence, las mecánicas que nos ofrece el juego y más allá de su historia… su temática.
Es el cómo lo que importa
Florence se las ingenia para dejar en nuestras manos una experiencia sumamente inmersiva. Una relación (entre los personajes y con el jugador) que adquiere significado a través del cómo se juega. Una serie de simples pero creativos puzles, que van desde ayudar a Florence a aclarar sus ideas o enfocar una fotografía, hasta interacciones sumamente básicas cómo contestar una llamada en tu celular.
Y es que la simplicidad de sus mecánicas van llenando de carácter y metáforas la interacción. Lo que a su vez comienza a complejizar el relato romántico. No solo pulsamos la pantalla para hacer avanzar el juego. Nos volvemos parte de la historia de Florence, porque su historia, tan simple como la vida misma, rima con la nuestra.
Dentro del juego podemos ver literalmente el paso del tiempo, controlarlo, tenerlo en nuestras manos y ver cómo las cosas cambian. Entender que las personas lo hacen y los recuerdos son eso, pasado. Enfocar bien la vista de Florence sirve para que pueda observar lo que tiene enfrente. Podemos ayudarle en su primera cita, ponernos tan nerviosos como ella y querer que todo salga bien. Podemos entender el pensamiento de otro.
A veces vamos a querer ganar una discusión, evadir conversaciones incómodas. Otras vamos a aclararle las ideas a Florence, habitar su felicidad, sus logros. Vivenciar lo positivo y genial de las relaciones humanas y otras… Habitar la frustración de sentirse como dos piezas de un rompecabezas que no encajan. Ver que el control es un aspecto de la vida que se encuentra más allá de nosotros mismos.
Todo junto cobra sentido
Todos estos aspectos de Florence no solo construyen su guión y articulan su relato. Son jugables. ¿Cómo? Eso se tendrá que descubrir por cuenta propia. La interacción y su lenguaje llegan de manera impecable. Sumando una banda sonora tan precisa como preciosa en cada momento. Además de unas ilustraciones que todo tienen que ver con el entramado único de una dirección artística clara y hermosa. Más allá de jugarse, se siente.
Florence sorprende como juego móvil. Se posiciona desde otras perspectivas para brillar en su jugabilidad, que no debe durar más de una hora, pero que vale totalmente la pena. A favor de la accesibilidad, hoy se encuentra disponible en múltiples plataformas, tanto para Android, IOS, Nintendo Switch y Steam (éste último actualmente en oferta).
En un mundo donde el shooter, el pc gamer, las consolas más avanzadas y los grandes lanzamientos/eventos de juegos con campañas y narrativas complejas, son el ejemplo a seguir… nos merecemos la pasión y la simpleza de Florence. Historias reales, que lleguen, narrativas distintas a las del amor romántico, de las que podamos aprender y comenzar a construir nuevos referentes. Que nos inviten a observarnos y crecer.
Una obra que se deja fluir, y que sin hacer mucho, logra demasiado. En la que puedes dejarte llevar. Una obra que a la distancia observa las grandes pretensiones y les da un descanso para atraparnos y mostrarnos su mensaje de dejar ir.