Yume Nikki: el sueño de Madotsuki

El surreal videojuego indie, Yume Nikki es tan misterioso como su propio creador y nos invita a explorar el sueño de la hikikomori Madotsuki.

Escrito por C.B.

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Los sueños son fenómenos que han inspirado gran cantidad de obras. Dado que resultan a veces extraños y confusos, es normal que cuando se plasmen en una obra artística ésta adquiera la misma lógica extraña y confusa.

En el mundo de los videojuegos este tipo de temáticas psicológicas abundan dando origen a obras profundas pero extrañas para el gran público. Gracias a internet, la difusión de estas obras se ha visto masificada. Así es como un juego desarrollado por una sola persona en la soledad de su cuarto, en un rincón del mundo, de pronto puede adquirir fama internacional.

Una de aquellas personas es Kikiyama, de quien no sabemos más que su seudónimo y su correo electrónico. Incluso se creyó muerto por un tiempo. Jamás habríamos oído de su existencia de no ser por Yume Nikki, su juego más famoso hasta la fecha pero tan misterioso como su creador.

Yume Nikki es un RPG indie para PC lanzado primero en 2004 con actualizaciones hasta 2007. Fue compartido en Japón por redes sociales y poco a poco fue ganando notoriedad en círculos de jugadores, primero localmente y luego en otros países, gracias a traducciones no oficiales al inglés, hasta que fue lanzado el año 2018 en Steam.

Jugar a soñar

La premisa es sencilla: controlamos a Madotsuki, una hikikomori recluida en su habitación que se niega a atravesar la puerta. Ante la negativa de salir, lo único que resta entonces es interactuar o con la consola de su cuarto o con su cama. Y ahí el juego recién comienza.

Si elegimos usar la consola, nos encontramos con un minijuego casual. Si, en cambio, elegimos la cama, apareceremos en la misma habitación, pero la consola habrá desaparecido. Encendemos la televisión y nos aparecen en pantalla unas figuras abstractas desfilando al ritmo de un loop musical. Ahora la puerta puede abrirse y, al hacerlo, nos encontramos con un cuarto oscuro con doce puertas. Estamos soñando.

El sueño se vuelve el escenario principal del juego. Este escenario onírico sorprende por sus escenarios surrealistas, imágenes psicodélicas, figuras extrañas y gran cantidad de escenas que más que explicar o desarrollar una trama despiertan muchas incógnitas. A través de las puertas mencionadas podemos acceder a los diferentes mundos que componen la dimensión onírica.

El juego se cataloga como RPG, pues nos permite ponernos en la piel del personaje principal. Pero lo llamativo es que carece de elementos característicos del género como el diálogo y el combate, tratándose el gameplay en solo usar las flechas y la barra espaciadora para interactuar con el entorno.

Entonces, ¿sólo se trata de caminar? Sí, caminar, explorar, durante minutos, horas, hasta que encontremos algún personaje singular, alguna entrada a otro lugar del sueño, algún callejón sin salida.

Por ejemplo, en el mundo Dense Woods podemos encontrarnos casualmente con una rana. Si interactuamos con ella nos dará un “efecto”, un ítem en nuestro inventario que, al seleccionarlo, nos permitirá cambiar el aspecto de Madotsuki e incluso desbloquear nuevas interacciones. Este en particular, cambia el rostro de nuestra hikikomori por el de una rana y nos permite dar un pequeño salto.

La música es tan simple como el argumento, pero importantísima para la ambientación de los escenarios. Ciertas melodías poseen un ritmo pegadizo, otras son tan sólo una especie de ambience que aporta a la atmósfera ominosa del juego ese toque de misterio al internarse en lo desconocido.

El juego parece no tener un objetivo claro. Sin embargo, que no se revele no significa que no lo tenga. Queda a nuestro criterio descubrirlo. Al seguir explorando descubrimos que todos los mundos de la dimensión onírica parecen estar interconectados, de manera que, conociendo las rutas, podemos vagar indefinidamente por esos surreales espacios.

Un «sueño dirigido»

Pocas veces vemos un juego que se atreva a desafiar las concepciones de lo que se espera de un género, sobre todo del RPG. Yume Nikki, si bien ya cuenta con unos años de antigüedad, posee la ventaja de la novedad en cuanto al tratamiento de su temática.

Recuerda a aquellos juegos que optaban por situaciones absurdas pero memorables, como Earthbound, o aquellos derechamente experimentales, como LSD: Dream Emulator.

La magia del juego reside en sus escenarios tremendamente surrealistas que dejan a la propia imaginación del jugador una interpretación posible de la historia de Madotsuki. No se nos cuenta una historia más que la que nosotros estemos dispuestos a armar a partir de nuestros descubrimientos.

El escritor Jorge Luis Borges llamó una vez a la literatura un “sueño dirigido”. Creo que los videojuegos también compartirían ese apelativo. Y, con mayor razón todavía, Yume Nikki, que no necesita un apartado gráfico deslumbrante ni una trama ridículamente compleja para ser tan fascinante como es.