Innocent: El enemigo invisible del poder

¿Cómo se puede luchar contra un enemigo invisible? Innocent, el manga de de Shinichi Sakamoto, nos da una pincelada de entrada a este dilema.

Escrito por Pía Marian

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Advertencia: Esta reseña posee spoilers medios de Innocent 


A la ficción le gustan los nazis. Y sus derivados también.

Pero no los nazis históricos, no la compleja red de acontecimientos que llevaron al partido Nacionalsocialista alemán a hacerse con el poder, ni a las teorías psicológicas que llevaron a sus soldados a defender y pelear por el régimen. A la ficción le gusta el nazi armado que grita con una expresión demente y patea un judío moribundo.

Esto ocurre porque, al final, son los enemigos perfectos: Nadie en su sano juicio defendería sus acciones, son, bajo cualquier óptica, los malos. Nada de lo que hagamos contra ellos puede ser cuestionado, porque no son humanos, son monstruos. Y no debemos sentirnos mal por un monstruo.

En mangas, los derivados de los nazis son bastante visibles: Los ángeles de Evangelion, los titanes de Shingeki no kyojin, los vampiros de Owari ni seraph o los demonios de Demonslayer.

Por supuesto, todas estas historias tiran de hilos narrativos diferentes y dan giros a sus monstruos, pero si reducimos sus premisas hasta lo más básico, nos encontramos con el mismo concepto: Hay un enemigo a derrotar por nuestro propio bien, porque no hacerlo implica nuestra extinción.

Es una batalla entre los opresores y los oprimidos, donde el oprimido busca una forma de defenderse, busca sobrevivir. Y habitualmente, lo logra.

Hay una deliberada esperanza en este asunto, pues, en un mundo donde el opresor tiene cara, puedes enfrentarlo fácilmente: Las cosas mejorarán si matas a los demonios, a los ángeles, a los vampiros y a los titanes. Sin embargo, la realidad sobre el poder es mucho más aterradora.

Y eso, es algo que Innocent entiende demasiado bien para nuestro gusto.

Inosan, en japonés, es un manga escrito e ilustrado por Shinichi Sakamoto, editado por Shūeisha y publicado en la Weekly Shonen Jump a partir del 2013. La serie consta de dos partes: Innocent Innocent Rogue, su continuación directa.

La trama sigue a Charles-Henri Sanson, el primogénito de la cuarta generación de la familia Sanson, quienes han heredado durante varios años el titulo de Verdugo oficial de París; siendo nuestro protagonista quien ejecutaría a los reyes de Francia durante los albores de la revolución. Es más, el manga comienza con este hecho, pero para comprender bien cómo hemos llegado a este punto, tenemos que hablar de su trasfondo y de política.

La teoría que sostiene la política moderna se basa en que “el hombre es un lobo del hombre”, es decir, necesitábamos de un organismo regulador, así que los individuos cedemos nuestro derecho a ejercer violencia al Estado, o como lo llamaba Hobbes: El Leviatán.

El Leviatán tiene, como mecanismo de control principal, las instituciones, quienes se encargan de la coordinación y cooperación, para lo cual utilizan las leyes. Ahora, una parte importante de esto es que el Estado sí tiene derecho a ejercer la violencia, tanto a través de sus instituciones como de sus leyes, siendo esta la única forma de violencia que se considera legitima.

Aquí, es dónde entra nuestro protagonista y su estirpe.

La familia Sanson representa a la institución judicial, encargados de administrar justicia a través del asesinato, pero a pesar de que muchos les repudian por ello, tanto el propio protagonista como su familia ven esto como una labor honorable, pues son los encargados de proteger a París (y a su majestad) del enemigo.

Es, en este momento, en que las cosas se ponen más turbias.

Porque el Leviatán siempre debe señalar a un enemigo, en la teoría, esto no es algo necesariamente malo, pues el “enemigo” no es más que un concepto que atenta a nuestros intereses como individuos: podría el ser el hambre, la pobreza o la guerra. Pero en la práctica, esto se vuelve mucho más aterrador.

Al inicio del manga, nuestro protagonista comprende bastante pronto que el “enemigo” señalado por el Leviatán muchas veces defiende sus propios intereses, más que los de la seguridad de las personas, algo que queda demostrado en uno de los acontecimientos más importantes del manga: La muerte de Robert Damiens.

Este hombre es acusado de intentar asesinar al rey como parte de una conspiración, siendo sentenciado a ser desmembrado en la plaza publica tras dolorosas torturas. Durante su ejecución, este grita que lo hizo “para descubrir que el rey tenía sangre del mismo color que él” y por el pueblo de Francia.

Este momento es fundamental para comprender dos cosas respecto al contexto histórico en el que está basado, porque sienta las bases para dos cosas importantes: La primera es que el Leviatán ha señalado al propio pueblo francés como el enemigo de forma solapada y, la segunda, que las ejecuciones se usan tanto como un espectáculo como un mecanismo para generar miedo.

Porque el Estado, como una forma de legitimarse a si mismo, protege al pueblo, lo importante de la ejecución es que esta es deliberadamente cruel y asquerosa para demostrar el poderío del Leviatán: Él es tan fuerte que acaba con todo rastro del enemigo. Lo que la gente presencia ve, es que un “otro” ha sido asesinado y ellos deben estar orgullosos, puesto que sus intereses han sido resguardados, pero también se les da un recordatorio de lo que ocurre cuando intentas desafiar al Estado.

En este punto, el desarrollo tanto de Charles como de su hermana Marie cambia de forma drástica, pues empiezan, aunque por razones distintas, a participar de la política y dándose cuenta de los juegos de la monarquía en los que acaban implicados.

Aunque el manga no termina de mostrar el estallido del conflicto, si da cuenta de la preparación y las diversas aristas que empiezan a llevar a la revolución, dejando, por todos lados, expuesta la parte más importante de la filosofía sobre el poder que muchas veces el Leviatán trata de ocultar: Está conformado por la gente, así que debe rendirle cuenta de sus acciones.

Porque al final, los personajes comprenden que la única forma de pelear contra el enemigo invisible del poder, es recordarle la realidad más obvia: Está allí, porque nosotros se lo hemos permitido.