En los sueños de Teresa Wilms Montt: a un siglo de distancia

Un encuentro a través del tiempo entre dos mujeres, eso nos entrega En los sueños de Teresa Wilms Montt, el nuevo libro de Daniela Viviani

Escrito por Ktlean

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Chile tiene en su haber muchos artistas que no recibieron el aprecio que merecían en su época y por sus compatriotas. Por lo general eran personas adelantadas en términos estéticos, que abordaban temas polémicos, que tuvieron posturas políticas contrarias a las autoridades o vidas que no iban acorde a la moralidad de su tiempo. A veces, ese menosprecio o indiferencia puede explicarse de forma más simple aún: no fueron tomadas en cuenta por ser mujeres.

El ejemplo perfecto de esto fue Teresa Wilms Montt, poeta nacida en Viña del Mar a fines del siglo XIX y quien en vida nunca pudo gozar del reconocimiento de su país por su obra, como sí lo hizo en Argentina y España. Acá, su nombre estaba ligado al escándalo por haberse atrevido a dejar a su esposo y por no ser lo que una mujer debía ser dentro de la sociedad.

A día de hoy, su figura se considera una precursora de los ideales feministas y su historia se cuenta como una tragedia ejemplificadora del yugo al que estaban sometidas las mujeres de su época. Gracias a las reediciones de sus diarios y sus poemarios, a una biografía escrita por Ruth González-Vergara e incluso a una película protagonizada por Francisca Lewin, es posible leerla, conocerla, admirarla. Tarde llegó el reconocimiento; casi un siglo tarde.

Imagen de Teresa (2009), película dirigida por Tatiana Gaviola.

Como un homenaje y un rescate, además de una elegía, llega recientemente la novela En los sueños de Teresa Wilms Montt de Daniela Viviani. La autora de Luisa 1912 y Víctor 1907, entre otros libros, reúne en su más reciente publicación a la poeta con una joven de esta época, Elisa. El choque de esas dos mujeres que viven a más de un siglo de distancia permite ver qué ha cambiado para las mujeres desde las primeras décadas del siglo XX y qué no ha cambiado tanto.

La historia

Elisa es una joven bastante particular: poco sociable y con tendencia a decir siempre lo que piensa, muchas veces sin pararse a pensar en cómo puede tomarlo su interlocutor, es lo que la denominaría comúnmente como «rara». Como si eso no fuera suficiente, su edad le acarrea muchos cuestionamientos, como por ejemplo a qué se dedicará en el futuro.

Pero bastan pocas páginas del libro para darnos cuenta que eso no es lo más extraño en la vida de Elisa. Lo que es sin duda llamativo es el hecho de que tiene una amiga a la que solo ella puede ver, una joven hermosa de ojos color turquesa que al principio vemos recluida en un deprimente lugar. Nosotros sabemos de quién se trata (el título hace su trabajo en ese sentido); Elisa, sin embargo, no. Para ella es solo su amiga, a quien de vez en cuando da consejos para que pueda solucionar los problemas que le aquejan con su esposo, con sus hijas, con la sociedad entera.

Pronto Elisa descubrirá quién es en realidad su amiga, todo gracias a un libro que no solo develará el misterio, sino todo lo que a Teresa le queda por vivir en su corta pero acontecida vida. Esto transformará cada día en un contrarreloj antes de la decisión que acalló la voz de la poeta en París el 24 de diciembre de 1921, hecho que Elisa teme y que de alguna u otra manera intenta evitar.

A todo esto se suma la pandemia y lo que esta acarrea en el día a día de Elisa y su madre, quien además es enfermera. El encierro, las clases online, las relaciones a distancia y una amiga que sufre cien años atrás por amores, por las hijas que le arrebataron y por la muerte que a veces se siente tan cercana.

A cien años de distancia

Para Daniela Viviani, el principio del siglo XX y los personajes que no van acorde a las exigencias de su época no son algo desconocido, todo lo contrario. Con sus novelas Luisa 1912 y Víctor 1907 demostró que maneja ambas temáticas y muy bien. En el libro que inspira esta nota, realiza ese viaje al pasado, pero de una manera nueva, para confrontarlo con un presente que se siente y es muy cercano. Así se siente en especial con todo lo que tiene relación con la pandemia y los cambios que esta trae a la vida cotidiana de Elisa.

Pero también lo trae su perspectiva de los problemas que aquejan a Teresa. Eso queda patente cuando al principio de la novela, tras escuchar las preocupaciones de su amiga, Elisa le aconseja con seguridad que se divorcie. Ella no sabe en ese momento lo que esa palabra implicaba para una mujer en el contexto de la poeta, ni cuán atada estaba esta a su marido. Para una mujer criada en pleno siglo XXI existen libertades impensadas para una del siglo XX y las charlas de Elisa y Teresa dejan eso en evidencia.

Este diálogo a través de sueños que conecta dos épocas, nos permite a los lectores dilucidar cuánto a cambiado desde que Teresa Wilms Montt fue recluida contra su voluntad y se le fueron arrebatadas sus hijas solo por no seguir los dictámenes de su esposo. Es como una radiografía a nuestro tiempo, una ficción que nos lleva a preguntarnos si la distancia es en realidad tan grande.

La respuesta a grandes rasgos sería que sí. Probablemente, si Teresa viviera en esta época, muchas de las cosas que le sucedieron no le sucederían. Quizás no tendría que abandonar su rol de madre para escribir, ni sería repudiada por su familia y la sociedad por querer llevar una vida libre de los grilletes del matrimonio. No se le miraría raro por charlar de libros y arte en una mesa rodeada en su mayoría de hombres, ni se le acusaría injustamente de haber llevado a uno de sus amores al suicidio por rechazar casarse con él.

Muchas cosas han cambiado desde que a Teresa Wilms Montt le tocó vivir. Pero muchas otras siguen igual o no han cambiado tanto como nos gusta creer. En la actualidad, las mujeres siguen siendo una minoría a veces invisibilizada o menospreciada en muchos círculos artísticos, géneros o disciplinas. Muchas sí deben elegir entre criar a los hijos o desarrollarse profesionalmente o, cuando llevan a cabo ambas responsabilidades, son sometidas a presiones que los hombres en su rol de padres no padecen de la misma forma.

Para muchos, la belleza sigue siendo el atributo más relevante en una mujer. Se les reduce a su peso, su forma de vestir, su cumplimiento con lo que se considera atractivo o no atractivo para el género opuesto. Tampoco ha desaparecido del todo la imposición social de estar en pareja, de formar una familia, de engendrar hijos, porque para muchos una mujer está incompleta si no lo hace.

Y hay que tener en cuenta que todo lo anterior es el aspecto más «suave» de la sociedad patriarcal, en contraposición con la violencia sexual, física, psicológica y económica que muchas padecen día a día.

Es decir que las cosas han cambiado, pero no del todo. Quizás el cambio más consistente, más palpable, es la perspectiva de las propias mujeres ante lo que está mal. No todas, claro, pero sí la gran mayoría. Por eso, el encuentro entre Teresa y Elisa es tan necesario, primero para ellas y luego para nosotras. Nos demuestra que la sociedad puede ser similar a la del siglo XX en muchas cosas, pero las mujeres ya no lo son. Y que si las jóvenes como Elisa vibran con la poesía de Teresa Wilms Montt es porque parece hablarles a ellas directamente.

A un siglo de distancia, como si de un vaticinio se tratara.