A más de un año, reseñamos: El hoyo

Comer o ser comido. Analizamos la exitosa película distópica de Netflix, El Hoyo, dirigida por el español Galder Gaztelu-Urrutia.

Escrito por Miguel Camus

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Hace más de un año, se estrenaba la controversial cinta que se desmarcó con creces de lo que el catálogo de Netflix acostumbra a ofrecer. Hoy analizamos El Hoyo, filme distópico de origen español, dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia, y protagonizada por Iván Massagué.

Se recomienda encarecidamente no ver esta película cerca de algún horario de comida… obvio.

Una idea sencilla

La historia comienza con Goreng, despertando en el piso 48 de lo que parece ser una prisión, junto a un anciano llamado Trimagasi, quién desde el primer instante, informa tanto al personaje como al espectador las reglas del juego.

Aquí es donde se puede apreciar el primer gran acierto de esta película; no pierde el tiempo en explicar el lugar exacto en el que transcurren las acciones, ni en explicar quiénes son los que controlan el lugar, evitando entorpecer lo que realmente se quiere contar, e invitando al espectador, tal como en la literatura, a formar su propia idea sobre ello.

Múltiples lecturas

Existen los de arriba, los de abajo y los que caen, comer o ser comido. Esta «idea fuerza» será fundamental a lo largo de la historia, pues será la base de las muchas lecturas que se plantean hasta el final.

A pesar de que la lectura quizás más evidente de esta película, tenga que ver con la sociedad y el capitalismo, lo cierto es que este filme podría entenderse como una mirada crítica a la esencia misma del ser humano.

El humano como su propio enemigo

El individualismo se plantea como el principal antagonista y responsable del caos que reina en el hoyo, dejando como un imposible a la mutua cooperación de todos los pisos, y obligando al protagonista a caer al piso más bajo de su propia humanidad, al igual que los personajes que se encuentran atrapados allí.

La sumisión en la locura de Goreng se siente genuina, ya que la película no tiene reparos en llevar lo grotesco al peor nivel y conseguir transmitir perfectamente el sentir del protagonista.

Al inicio, el protagonista se muestra con una postura neutra y con una moral que la mayoría de las personas pueden empatizar. Esto, al igual que poseer casi la misma información que Goreng, permite al espectador sumergirse mucho más en la atmósfera de la película.

Cada detalle cuenta

Si hay algo más incómodo que ver a alguien comer en primer plano, es escucharlo. El uso del sonido en esta película se traduce en aquello que no se puede oler, lo cual resulta aún más grotesco.

Otro aspecto que esta película explota hasta la última gota, es el recurso del arte como un elemento narrativo. Por ejemplo, a diferencia de todos los “huéspedes” del hoyo, quienes en su mayoría eligen armas, Goreng elige como su único objeto de compañía un libro que, por cierto, tiene relación con la locura.

Tal como en dicho ejemplo, todo elemento presente en el encuadre adquiere relevancia, tarde o temprano.

Memorable

Antes de ser adquirida por la popular plataforma de streaming, el filme fue galardonado en múltiples festivales de cine independiente, y es que, en muchos sentidos refleja lo mucho que se puede hacer con pocos recursos exprimidos al máximo.

Es por esto que, al día de hoy, aún se mantiene vigente no solo como película, sino también como material de estudio para el cine y la filosofía.

El Hoyo es un filme difícil de ver, pero que, como toda distopía, invita a una profunda reflexión sobre la sociedad en la que vivimos, por lo que, antes de finalizar un año en el que el encierro fue más protagonista que nunca en la humanidad, se vuelve un imprescindible en la lista de Netflix.