Primera aproximación a Judge Dredd

Compartimos primeras impresiones tras la lectura de Judge Dredd: MegaCity Blues, una antología de violencia, sátira y brutalidad policial

Escrito por Orin

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Sepan las y los lectores lo siguiente desde ya: este no es un comentario de un conocedor especializado sobre Judge Dredd sino, como lo aclara el título de la nota, las impresiones de un neófito en lo que a sus cómics se refiere.

Pues si bien en los 90 –década en la que quien suscribe inició su pasión por el noveno arte– circulaban entre los compañeros de liceo las publicaciones españolas Cimoc, que divulgaban en Latinoamérica los cómics de la revista británica 2000 AD, y que tenía entre sus protagonistas al Juez Dredd, el fanatismo por los superhéroes de DC y Marvel me impidió prestarle la debida atención.

Además, por esos años, se estrenó la adaptación cinematográfica titulada Judge Dredd (1995), protagonizada por Sylvester Stallone, que no hizo otra cosa que instalar en el imaginario popular una –errada– dimensión heroica del personaje. Y bueno, en esa época, fui uno de los tantos que le creyó a Hollywood…

Hoy, casi treinta años después, tras la lectura de Judge Dredd: MegaCity Blues, puedo hacerme una imagen real del personaje, la que viene a refutar la planteada por la película de 1995, y que se puede sintetizar así: las aventuras de un policía hijo de puta, narradas mediante un arte fascinante y abyecto.

Desigualdad social y represión

El juez Joseph Dredd nació, como personaje y como concepto, en 1977 en las páginas de 2000 AD, publicación antológica de cómics británica. Fue creado por una más o menos fortuita colaboración entre el editor Pat Mills (1949), el guionista John Wagner (1949) y el dibujante Carlos Ezquerra (1947-2018).

En un futuro distópico, situado en el año 2099, la mayor parte del planeta se ha convertido en un vertedero radioactivo, lo que ha llevado a la humanidad a parapetarse en enormes conurbaciones verticales llamadas megaciudades.

En las megaciudades reina el desempleo, el hacinamiento y la pobreza, caldo de cultivo ideal para la delincuencia y la evasión mediante la drogadicción y vicios de todo tipo. En este contexto, el policía Dredd es uno de los tantos “jueces callejeros” facultados con los poderes legislativo, jurídico y ejecutivo.

Dredd es el representante de un cuerpo de policía que es juez, jurado y verdugo a la vez… Que puede sentenciar a pena de muerte a un “criminal” y ejecutar en el acto la sentencia… Aquella figura está muy alejada de la ética superheroica. –Además de recordarnos los más patéticos y nefastos actos de la policía en la vida real, incluyendo la de los carabineritos del chile (siempre en minúscula) en el contexto del estallido social–.

A propósito de la película de 1995, tanto Super Nintendo como Sega adaptaron el film a videojuego.

Sátira y un arte excepcional

La compilación titulada MegaCity Blues, publicada por Norma a través de Cimoc en 1996, recopila ocho historias cortas escritas por la dupla Alan Grant (1949) / John Wagner y dibujadas por el artista Simon Bisley, publicadas originalmente para el Reino Unido en 1991.

Al igual que la adaptación cinematográfica del año 2012, titulada Dredd y protagonizada por Karl Urban –muy pero muy recomendable–, estos relatos nos cuentan un día de servicio cualquiera del Juez Dredd. Jornadas en las que la población de Mega-City One pasa el tiempo en extravagantes salas de videojuegos, en sobrenaturales conciertos de heavy metal, en arriesgadas carreras de motocicletas, etc.

El argumento de Grant y Wagner transita entre la absurda parodia a las lógicas de la cultura posmoderna, y la sátira excesiva a la normatividad social y sus aparatos de control y represión. Estamos hablando de casos que van desde sentenciar a muerte a Santa Claus por traspasar espacio aéreo restringido, hasta reventar la cabeza de un videojugador que experimenta placer a través de una máquina pinball.

Sin lugar a dudas, uno de los puntos altos de esta compilación es el arte de Simon Bisley. Destaca tanto en el dibujo, con un estilo que mezcla un hiperrealismo grotesco con la caricatura, como en el uso del color, a través de una paleta cromática de tonos terciarios que se adecuan perfectamente con la repugnancia del relato.

Si la vida, tanto de Dredd como de los habitantes de Mega-City One, está dominada por la violencia y los excesos, el arte de Bisley se acopla a ese acorde mediante la mixtura de técnicas pictóricas y procedimientos gráficos. Así, en las páginas tienen cita el grafito, la tinta, el achurado, la mancha de color, el empaste y la veladura, las partículas de pigmento aplicado con aerógrafo, etc.

Un proceder manual lleno de riqueza cromática que nos hace al menos cuestionar el dibujo digital tan habitual en estos tiempos, y que liga a Bisley con artistas de la talla de Frank Frazetta, Bill Sienkiewicz, e incluso con el pintor expresionista austriaco Egon Schiele.

Judge Dredd: MegaCity Blues, una obra rica en crítica social y en despliegue artístico, donde queda en evidencia la mundana realidad del Juez Dredd: un policía facultado para aplicar la brutalidad represiva del sistema a una sociedad que, sin voz ni voto, ha perdido todo sentido de moral.