La Jauría: madres de víctimas y madres de victimarios

Uno de los más recientes estrenos de Prime Video, La Jauría, ha despertado críticas y alabanzas en redes sociales. Pero, ¿es una buena serie?

Escrito por Ktlean

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El pasado 10 de julio, el streaming de Amazon, Prime Video, estrenó la serie chilena La Jauría. Incluso desde antes de que estuviera disponible, se hicieron sentir comentarios que iban desde la expectación hasta el total rechazo.

Este último no se debía únicamente a la tendencia del público chileno de mostrar poca fe en los productos audiovisuales de factura nacional. El hecho de que la serie hablara de temas como la violencia de género y se basara en el notorio caso español de La Manada, o en lo relacionado con la página llamada El Nido, contribuyó a que un sector la criticara desde antes de su emisión.

Con La Jauría ya disponible, los comentarios siguen divididos. Cuesta separar ficción de la realidad cuando los temas tratados son tan recientes o se repiten tanto. Lo que algunos catalogan como un delirio sesgado, para otros es un reflejo claro de lo que pasan muchas personas, en especial mujeres.

Frente a esto, parecer haber dos opciones: ver La Jauría como una serie más y determinar, a partir de gustos e impresiones, si es o no buena; o, por el contrario, verla con la mira puesta en el mensaje que entrega o que creemos que entrega. Queda en manos de cada espectador. El presente artículo no pretende entregar una respuesta o una guía. Solo se pretende ver el resultado final de una producción comentara por detractores y seguidores por igual y presenta.

Y también, por qué no, elevar el debate de cómo un producto de ficción puede afectar la manera en que percibimos la realidad que nos rodea.

Muchas historias

Quizás uno de los aspecto más criticables de La Jauría es las muchas historias que intenta contar en solo ocho capítulos. Eso casi siempre deriva en lo mismo: que no todas las líneas se cierren, o que concluyen de mala manera. Por este mismo motivo, cuesta determinar quién es el personaje principal. A ratos parece ser una de las tres detectives a cargo del caso, y la que tiene más fichas para el puesto es Olivia Fernández, interpretado por Antonia Zegers.

A medida que avanza la trama, sin embargo, el personaje interpretado por Daniela Vega, Elisa Murillo, comienza a coger más importancia. Carla Farías (María Gracia Omegna) tampoco se queda atrás. Eso en el lado de los uniformados. En la zona de los familiares de la víctima, cabe señalar la relevancia, sobre todo en los primeros seis capítulos, de Celeste Ibarra (Paula Luchsinger), que empuja la trama con el firme propósito de encontrar a su hermana.

Así, yendo de un personaje a otro, su incidencia en el caso y sus propios problemas, vamos rodeando la trama, que es una madeja con muchos nudos. La desaparición de Blanca Ibarra es solo una punta de esta que, al tirarse, saca a la luz muchos secretos y crímenes más. Ella no es la única víctima y no todas estas son atacadas por la Jauría, ni están bajo la mira de los participantes del Juego del Lobo.

Pronto como espectadores comprendemos una cosa: el propósito de la serie es mostrar la violencia de género desde distintas perspectivas. Sobre todo, pretende mostrar que no siempre dicha violencia implica agresiones físicas o sexuales. A veces, por ejemplo, se trata del robo de un bebé recién nacido o el silencio cómplice de autoridades e involucrados.

Lo sorpresivo es que no cuesta seguir el hilo de todas estas perspectivas. Ya sea la de una víctima o la de un victimario, o también de los muchos sujetos que median entre estos dos extremos, logramos comprender que La Jauría nos relata los efectos de algo que es más que una red criminal, es una estructura social.

Como producto audiovisual, si bien tiene errores que pueden pasar más o menos desapercibidos, cumple con el propósito de relatar con un punto de partida y una conclusión. Los acontecimientos mostrados no surgen de la nada, nacen de hechos anteriores y eso es muy bien retratado por la serie. Todo es parte de una cadena de abusos, de silencios, de dolor y venganza.

En ese mismo tono, muchas cosas no terminan del todo o se concluyen de formas son algo apresuradas. Es evidente que existe el propósito de hacer una segunda temporada. Que se lleve a cabo o no es algo que se verá en el futuro.

De momento, La Jauría es una serie que se deja ver aún con sus falencias. Errores que al fin y al cabo existen también en las producciones extranjeras, aunque el público chileno a veces crea que no.

La potencia de las actrices

Uno de los puntos más fuertes de La Jauría son las actuaciones. No todas, por supuesto, pero sí la mayoría. En especial, destacan las interpretaciones de las actrices. Esto no se debe a que los actores masculinos no estén a la altura. Cabe destacar, por ejemplo, el trabajo de Lucas Balmaceda y Marcelo Alonso. Sin embargo, al ser una serie con potentes personajes femeninos, son ellas las que se comen la pantalla en la mayoría de las escenas.

Quizás un motivo de esto es la importancia que la figura de la madre va cogiendo con el correr de los capítulos. Ya sea la madre de la muchacha desaparecida, una detective que teme por la seguridad de sus hijas o aquella que se da cuenta que su propio hijo es parte del Juego del Lobo. Todas las madres en La Jauría son el fiel reflejo de las muchas perspectivas que nos presenta la serie.

En ese sentido, las actuaciones de Antonia Zegers, de María Gracia Omegna y de Amparo Noguera (esta última logrando destacar a pesar de tener muy poco tiempo en pantalla), son dignas de mención. A su forma particular, todas muestran la impotencia y la rabia que despiertan casos como el de la Jauría. Pero también ilustran la culpa de no poder estar siempre ahí para proteger a los hijos.

Más allá de la ficción

Lo que para algunos puede ser un fiel reflejo de la misoginia del sistema, para otros supone una forma sesgada de usar casos aislados para ganar dinero. Posiblemente esos dos puntos de vista no se pongan nunca de acuerdo. Cada espectador tendrá que ver La Jauría a su manera, sacando de ella lo que le sirva o lo que pueda.

Lo que sí es cierto es que la ficción, por muy extremo que pueda ser lo que ilustra, a veces nos ayuda a entender mejor lo que por uno u otro motivo no nos ha tocado vivir. No del todo, por supuesto, pero sí nos puede hacer el camino más fácil hacia la empatía y la compasión.

Obras como La Jauría pueden verse por lo que son, en este caso una serie de ocho capítulos disponible en Prime Video. O, si es nuestra intención al apretar play, puede ayudarnos a entender cómo se siente una familia cuya hija ha desaparecido, cuál es el efecto que el bullying en redes sociales puede tener en la vida de un adolescente, de qué manera se enfrentan muchas personas al rechazo y la soledad.

Una serie, una película o un libro no nos entregarán todas las respuestas. Es muy posible que no cambien nada. Son productos de entretenimiento. O pueden ser más, si es lo que buscamos de ellos.