La caída de Wolfenstein con Youngblood

La saga Wolfenstein tuvo un éxito tremendo resurgiendo con The New Order, pero tras su última entrega tuvieron un tropiezo inesperado.

Escrito por Azerus

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Wolfenstein 3D es el padre de los shooter tal como los conocemos. Es la esencia bruta de estos mismos; en su momento fue el cúlmine de la jugabilidad y perspectiva, aunque quizá sea mucho decirlo de esta forma. Sagas que nacen ante los albores del videojuego suelen ser los grandes ancestros que llegan todavía a hacer sombra a juegos actuales con renovaciones del títulos así, como es el caso del ya mencionado antes Wolfestein 3D.

El reboot que lo cambió todo (más o menos)

Tras el gran éxito de la primera entrega en primera persona de la saga, esta escaló como tal, manteniendo el formato, pero siempre innovando en algo para ser un juego puntero en lo que tenía para ofrecer. Luego de varias caídas y ascensos que naturalmente ha tenido, llegamos al 20 de mayo de 2014, día en el que se lanza Wolfenstein: The New Order, siendo este un nuevo reboot para la saga.

Esta dichosa entrega prometía una escala a la saga todavía mayor a la que se vio en años pasados, gracias a que se tomaron un tiempo bastante largo para sacar el juego. Lo vieron una y otra vez hasta el cansancio, hasta encontrar ese punto de inflexión que lo haría un juego increíble, cosa que claramente lograron, con escenas bien construidas, historia precisa y clara, jugabilidad directa, un avatar ideal con el cual esta vez empatizar, pero sobre todo, nos dieron violencia justificada, lo cual es grandioso para matar nazis ficticios sin remordimientos.

The New Order

El juego se cimienta sobre esa premisa de matar manchándote la cara con sangre sin dudar sobre nada al respecto. Solo tienes que matar porque nada podría salir mal y, si sale mal, lo arreglamos a disparos. Porque así ha funcionado hasta ahora y dejará de hacerlo cuando nos maten de manera definitiva. Ahora, hablando seriamente, este nuevo reboot que inició The New Order revitalizó de manera sublime la saga, la puso devuelta en sus casillas y le dio algo primordial a cualquier juego; una dirección.

Los creadores ya habían confirmado que este reboot sería una triología, así que solo podrían salir cosas buenas, pues The New Order dejó todo listo para que las siguientes entregas tuvieran la calidad que merecen. Su respectivo sucesor, Wolfenstein The New Colossus, dejó un escenario totalmente nuevo y ultra mejorado, con sus gráficos, las escenas con toques cineastas, el gameplay y sus novedades eran todavía mejor de lo esperado, además de tener personajes que realmente no tenían mucho trasfondo ni desarrollo pero sí resultaban carismáticos. Era todo completamente asombroso con todas sus piezas unidas. Fue incluso mucho mejor que su predecesor.

La entrega que cambió todo (para mal)

Ahora llegando con la oveja negra de los tres, entra Wolfenstein Youngblood, el cual en vez de situar a Blazkowicz como el protagonista, pone a sus hijas gemelas (que al momento de escribir esto he olvidado sus nombres) Jess y Soph. Por lo tanto, al ser ambas las que tomarán las riendas de esta trepidante aventura homicida, el juego se presentó con la idea de que sería cooperativo online. No suena para nada mal, el doble de potencia de fuego por parte de las hijas del hombre que mató a Hitler suena incluso igual o más ambicioso que las dos entregas anteriores. Y resulta que así fue, fue demasiado ambicioso.

Youngblood

La historia se ambientaría en Paris tras la misteriosa desaparición de Blazco en los años 80. Un Paris ochentero suena interesante y muy creativo dadas las circunstancias de escenarios que presentaron anteriormente en The New Colossus, con ese Estados Unidos consumido y radicalizado por los nazis. Era creativo, tomaba ideas prestadas de la realidad a la par que agregaba su propio toque de «que pasaría si…?«, pero al final resultó que se les llenó el vaso de agua y desbordaron.

Youngblood, como tal, no está mal realmente. Es divertido, pero reluce más por sus errores e inconsistencias que por su lado «Wolfenstein». Pero lo que le pasó a esta entrega es totalmente normal, a cualquier estudio de desarrollo de videojuegos le puede llegar a pasar factura la ambición por un proyecto. Hay demasiadas cosas que afectan, a un nivel emocional, a los que trabajan tras estas obras.

El mismo director de Youngblood admitió que al final se enfocaron en una cosa que sería la (re)exploración, lo que en consecuencia dejó flojas otras partes, por lo que se puede ver que el tiempo no les jugó a favor.

Por ejemplo, hay muy pocas cinemáticas realmente interesantes y entretenidas como hubo en las anteriores entregas. El gameplay se ve fastidiado por este sistema de niveles extraño por parte de las personajes jugables y los enemigos. Las zonas son escasas como también poco originales. Las habilidades están decentes pero no destacan. Y ya, por último, hay poquísimas armas con vida útil durante el juego a cambio de un sistema de modificación genérico. Lo único que vislumbra de manera brillante es la relación de las hermanas.

En su conjunto es realmente un juego que tiene mucho que arreglar. Hay pocas cosas que sean divertidas más allá de matar nazis. De los personajes no disfrutas casi nada y su final deja mucho que desear. Es casi como una película de Disney Channel de los 2000 donde todo termina saliendo como Dios manda y apenas hay pérdida o transformación de alguna clase en los personajes. No se indaga en la vida de nadie como se hizo con Blazco y no se explora el mundo que las rodea como corresponde. Estás en Paris pero perfectamente podría ser otra localización más. No hay chispa en donde caminas y disparas.

Concluyendo, hay más posibilidades que explorar en estas dos hermanas, pero todo se verá con el tiempo. Por ahora no hay indicios de una nueva entrega para la saga, así que, cuando los hayan, esperemos que sean de estas dos hermanas para que el viejo Blazco descanse un rato (solo un rato).