Dune: El camino de la madre

La majestuosidad de Dune es la excusa para contar una historia íntima sobre la maternidad y cambiar el camino del héroe tal como lo conocemos

Escrito por NaxMal

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Dune es una película creada a una escala mayor, gigante, con naves más grandes que cualquier país que hoy en día conozcamos, desiertos eternos con sus tormentas de arenas mortales y sus moradores que habitan bajo ella, junto con bestias tan grandes como la guerra que se avecina. Batallas épicas, villanos monstruosos, asquerosos, tramposos. Nobles atrapados y asesinados. Un universo infinito, plagado de planetas gigantes (todos más grandes que el anterior), que nos quiere relatar una historia mesiánica, con un elegido que se levantará e inspirará a los más débiles para enfrentar sus más grandes rivales, un imperio.

Sí, probablemente Dune es una de las películas más grandes hechas en los últimos años, pero, en realidad, toda esa grandeza es la excusa para contarnos algo más ínfimo, cercano. Algo con lo que no debemos atravesar todo el espacio para encontrar: El amor de madre e hijo.

Es que la película dirigida magistralmente por Denis Villeneuve tiene uno de sus pilares más fuertes puestos en la relación entre Lady Jessica (Rebecca Ferguson) y su hijo Paul Atreides (Timotheé Chalamet).

Desde el comienzo, el filme se encarga de mostrarnos que la conexión entre ambos es fuerte y en más de una faceta, como maestra y discípulo.

Paul adquirió sus poderes debido a que su madre es parte de una casta de “brujasmuy antigua y poderosa. La misión de Jessica era tener una niña, pero desobedeció a su líder, concibiendo intencionalmente a un varón, cuyo potencial es tan grande que cuando nació la Reverenda Madre no pudo más que intrigarse en su futuro.

En el planeta Arrakis, luego que los Atreides fueran traicionados por todos los que suponían eran sus aliados, la muerte del Duque Leto y de quienes amaban, comienza su viaje/aventura por el desierto.

El viaje madre e hijo, donde los lazos cada vez se hicieron más fuertes y donde Paul pudo poner a prueba, finalmente, el entrenamiento de su madre y los demás maestros, enfrentando sus miedos. Aunque como la misma película nos enseñó…

El miedo es el asesino de la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Enfrentaré mi miedo y permitiré que pase sobre mí. Cuando el miedo se haya ido, no habrá nada. Solo yo me permaneceré.

Paul Atreides

El de Dune no es el viaje del héroe común y corriente, como el que nos han presentado otras sagas (que beben de la misma fuente). Es un viaje donde el elegido, tal como un preescolar, va acompañado de su progenitora, quien lo cuida y salva su vida (como cualquier madre lo haría).

Es una historia sobre la maternidad y la responsabilidad de llevar hasta el final (lo que aquello signifique), sobre acompañar, pero dejando que no sigan exactamente los mismos pasos. De entender que se debe soltar para poder crecer cuando es necesario, y de corregir sin recriminar. También, de saber que el hijo seguirá su camino solo o acompañado de alguien más, pero que tu legado seguirá en su sabiduría.

Dune es una película a gran escala, pero quizás, todo lo grande que se ve en pantalla es diminuto ante el subtexto que el director quiere entregar.

Su música es grandilocuente (y merece una conversación aparte, para bien y para mal), pero no tapa lo que la película nos quiere decir.

Esperemos que la segunda parte Dune, nos muestre cómo sigue desarrollándose la relación madre e hijo y, también, cómo el elegido continúa sus pasos.