Despierta, Alan: poesía y ciencia ficción

Sietch Ediciones publica su primer poemario: Despierta, Alan, de David E. Muñoz Ballier, nos hace preguntarnos qué es ser humano.

Escrito por Ktlean

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A muchos les parecerá extraño mezclar ciencia ficción y poesía. Extraño y quizás difícil de ejecutar. Solo por ese hecho, el más reciente título publicado por Sietch Ediciones merece nuestra atención.

Despierta, Alan, del autor David E. Muñoz Ballier, se propone reunir el género de la poesía con uno de los géneros fantásticos, los que por prejuicio y elitismo se suelen considerar muy separados de esta. El tomo, de 81 páginas en total y con ilustraciones de Viviana Ambiado Mora, rompe esas barreras, sumergiéndonos en diversos poemas que tratan temas como la humanidad, el lenguaje, la creación, el sexo y la diversas formas de inteligencia artificial.

¿Cómo y por qué leer Despierta, Alan? Esas serán algunas de las preguntas que intentaremos responder en esta reseña. O puede que, por el contrario, solo las ampliemos y expongamos más.

Referencias y aproximaciones

Consciente de la extrañeza que mencionábamos en párrafos anteriores, Despierta, Alan comienza con una introducción en la que su autor nos dice cómo leer y cómo no leer el poemario. Además, nos clarifica las temáticas centrales que atravesarán el tomo: el lenguaje, el amor, la humanidad.

En ese sentido, el tomo se presenta con los objetivos fundamentales de uno de los géneros a los que pertenece, la poesía. ¿Qué es lo que lo hace diferente, entonces? Pues el hecho de que el lenguaje será la llave con la que podemos distinguir si el hablante lírico es un humano o un androide, el amor no necesariamente involucrará a dos seres vivos y que la humanidad puede ser aquello que media entre una máquina y su creador.

La robótica es lo que hace que este tomo abrace no solo a la poesía, sino también a la ciencia ficción. Desde el homenaje que supone, título incluido, al matemático Alan Turing, figura trascendental en el avance de la inteligencia artificial y a quien le debemos el test que nos permite evaluar qué tan inteligente es una máquina.

Pero no basta o no debería bastar con poner androides en las páginas de un libro para que este sea considerado ciencia ficción. Despierta, Alan va mucho más allá, usando a humanos y máquinas como opuestos unidos por el mismo vínculo que une al hombre con Dios.

Alan Turing

Creador, creación, recreación… traición

La literatura, al emplear el lenguaje, permite una multiplicidad de lecturas. Podríamos decir que los cuentos, las novelas y los poemas se fragmentan tantas veces como sean leídos. Nunca serán lo mismo para todos los que se adentren en sus páginas y en ello radica precisamente lo más bello de su naturaleza.

Por eso, es necesario dejar muy claro que lo que viene a continuación es solo una de las posibles lecturas de Despierta, Alan. Ni más ni menos válida que otras, porque esto no se trata de tener o no razón. Seguramente, la persona que escribe esta nota vuelva a leer el tomo en el futuro y se encuentre con otras aristas. Quizás no. Quién sabe.

En esta lectura inicial, fue posible percibir una proyección pseudo histórica, pero de la manera en que la Biblia o los mitos de diversas, por no decir todas las culturas del mundo, podrían considerarse historia.

Dividido en cinco partes, el poemario comienza con la sección titulada Humanos: demasiado humanos. En ella se hace referencia directa a la creación bíblica, según el Génesis, con el poema «Y en el principio era el verbo». Solo que desde ese momento no hay un solo creador. «Yo creo, tú creas, él crea», es el primer verso.

El lenguaje como elemento fundamental de la evolución humana es otro de los temas principales de esta sección. La palabra, el verbo, es una forma de creación. Esto, a través del tiempo, dará frutos.

La segunda sección se centra en los Autómatas, máquinas que no llegan a ser tocadas por la llamada inteligencia artificial, pero que sin duda son sus antepasados. Vemos una segunda creación en el poema que abre dicha sección, «Padre tiempo». Se habla luego de imitación, de cómo las máquinas van poco a poco pareciéndose a nosotros, de la manera en que nosotros nos fuimos pareciendo a Dios (o fuimos haciendo a Dios a nuestra imagen y semejanza).

Hay otro elemento que se repite en esta sección, y es el agente traidor. Si en la primera sección nos lo presentan con un poema que se llama directamente «Caín», acá los traidores son «Entes», aquello que late incluso en aquellas máquinas menores que son los autómatas.

«Lo que hoy llaman autómata,

mañana tendrá otro nombre

y nuestra mirada silente dirá: venganza»

Despierta, Alan, página 36

En la tercera sección se habla de los androides, la recreación de la forma humana en una máquina. Hecha para complacer los deseos de sus creadores y que, solo por eso, es comprensible que se perciba la traición y la rebeldía en el poema titulado «UX». Pero no es hasta la cuarta sección, la de los Cyborgs, donde vemos la crisis latente en todo su esplendor.

Es aquí cuando máquinas y humanos se funden, haciendo que sea difícil distinguir lo que las diferencia. «Fui el orgasmo de la carne y el metal», dice en el poema «Siete de nueve». «Somos el verbo ser en primera persona plural», dicen en el párrafo final del mismo poema. Los cyborgs son un avance tecnológico que retrasa la muerte, la vejez, y que por lo mismo redefine todo lo que son ellos y todo lo que somos nosotros.

En la última sección, los límites están más borrosos que nunca. ¿Quiénes son los hablantes líricos? ¿Los humanos o los robots? ¿Quiénes dominan a los otros? ¿Quiénes son los creadores y quiénes las creaturas?

Con esas preguntas (y tantas otras) nos deja Despierta, Alan.

Últimas palabras

La poesía no es un género que lea habitualmente. Me considero una neófita en todo lo que tiene relación a ella y, siendo sincera, aún me veo a mí misma como alguien que recién se adentra en la ciencia ficción y sus recovecos. Por eso, Despierta, Alan supuso un desafío, sobre todo teniendo en cuenta que tras leerlo debía escribir esta reseña.

Pero fue un buen desafío y, por lo tanto, una gran lectura. Es imposible salir de este poemario sin preguntas y cuestionamientos. Allí reside su belleza, su victoria. Sin duda, una lectura que merece la pena. Si se hace con la compañía de la lista de Spotify que su autor preparó, mejor aún.