Lo desconocido ha llamado al alma del ser humano desde su aparición en la Tierra. Esta búsqueda por aquello que se oculta a los ojos ha provocado múltiples avances tecnológicos, desarrollo de civilizaciones y la expansión del homo sapiens alrededor del globo. Así, se realizan expediciones al espacio, a lo profundo del mar y a una de las principales obsesiones de los últimos mil años: el polo sur.
Ante la llamada del territorio antártico, múltiples aventureros se han embarcado en sus aguas, con mayor o menor éxito, sin tener muy claro qué es lo que buscan, pero siempre encontrando un gran desierto blanco. Si bien esto estaba reservado a navegantes en el pasado, en la actualidad es posible que personas de distintas profesiones logren realizar un viaje a la Antártica, como el escritor Óscar Barrientos. Invitado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio para una residencia artística en el extremo sur del mundo, toma nota de sus pensamientos y los registra en este «Cuaderno antártico«, editado por TusQuets del Grupo Planeta.
Un diario de viaje dispuesto a embalsamar en su pequeña dimensión aquellas imágenes que puedan ser traducidas en palabras. El lenguaje, en este contexto, parece infructuoso, insuficiente ante la geografía planetaria. Este espacio tan imaginado es mi laboratorio escritural: el cuaderno antártico.
Fin del primer capítulo de Cuaderno antártico
Reflexiones por el territorio antártico
El libro se compone de 32 capítulos, de variada extensión, pero por lo general breves, considerando las 167 páginas que componen el texto. Lo que hace en cada uno de ellos es narrar su propia experiencia recorriendo aguas australes, pero deteniendo el pensamiento en cada uno de ellos y transportando al lector a sus reflexiones que lo llevan a relacionar el viaje a diversas manifestaciones históricas y culturales por esta región extrema del planeta.
Si se pudiera separar el libro en tres grandes temas, tendríamos que considerar su primera parte como el recorrido histórico por la Antártica. Así, Barrientos comienza narrando las visiones que tenían pueblos antiguos sobre este territorio, considerado como Terra Australis Ignota, un lugar plagado de monstruos y seres desconocidos.
La segunda parte estaría dedicada a las expediciones que se han hecho en la historia por el Polo Sur, tanto las documentadas como las especuladas. Así, narra el supuesto viaje del chino Zheng He, pero también de navegantes más conocidos en Occidente como Hernando de Magallanes o Francis Drake. Especial dedicación le otorga, en más de una ocasión, a Ernest Shackleton y su Endurance, con el trágico desenlace que los dejó varados en el hielo, para ser rescatados por el chileno Luis Pardo Villalón y su gente, a bordo del escampavía Yelcho.
La tercera parte es la más literaria, recogiendo poemas y escritos ficticios. Así, pasa por Óscar Pinochet de la Barra y Gabriela Mistral, para transportarse a los escritos de Francisco Coloane, Julio Verne, Edgar Allan Poe y H. P. Lovecraft. Realiza un resumen de obras como Veinte mil leguas de viaje submarino, Las aventuras de Arthur Gordon Pym y En las montañas de la locura. Además, agrega literatura cercana a las conspiraciones, como las ideas de la tierra hueca y los desvaríos de Miguel Serrano.
Comentarios finales
Estamos ante un libro que se presenta como una declaración de amor a la Antártica. Es un recorrido por las visiones que se han tenido y siguen teniendo sobre este sector, mezclando la realidad con la ficción. Está más cercano a un libro ensayo que a un diario de viaje, ya que en estricto rigor son pocas las ocasiones en que narra su propio viaje a bordo del Ocean nova, sino que se centra en lo que se ha dicho sobre el territorio.
El comienzo del libro se trona un tanto pretencioso, buscando adornar con el lenguaje su viaje y reflexiones, pero a lo largo del texto se va volviendo más un registro. Realiza resúmenes de libros, conspiraciones, poemas, expediciones. Es un trabajo más de indagación que de creación, aunque Barrientos logra unir cada elemento con sus propias vivencias y nos transporta, al menos en la mente, a ese enorme, frío y albo monumento.