Autopsia: ¿De qué se murió la era dorada?

La década del 70 es considerada por muchos como la época dorada de Hollywood, ¿qué fue lo que acabó con ella?

Escrito por Pablo Castillo

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En la siguiente nota se analizará la proliferación de cierta tendencia en la producción audiovisual que inicia en 1978, y cómo aquello acabó con la era de oro del cine. Para abordar este caso, cobrará gran importancia el concepto de industria cultural; me basaré en la conceptualización que realiza Theodor Adorno junto con Max Horkheimer en el libro Dialéctica de la Ilustración (1946).

Adorno y Horkheimer entienden la industria cultural como el sistema de producción y de distribución de bienes culturales que la sociedad capitalista moderna ha desarrollado con el fin de obtener beneficios económicos. En concreto, los autores se refieren a diversos medios de comunicación, por ejemplo, la televisión, el cine, la música, la publicidad, entre otros.

Este modo de producir se caracterizaría por la masividad y la estandarización en la que se llevaría a cabo. En una primera instancia, parecería que el objetivo de aquello sería únicamente el de garantizar el entretenimiento y la aprobación constante del público. Sin embargo, la postura de Adorno y Horkheimer sostiene que hay un objetivo más allá de la mera entretención.

La autopsia (1890) de Enrique Simonet en el Museo de Málaga.

Para los autores, la industria cultural es, ante todo, un mecanismo de control social. La importancia de la entretención radica en que la satisfacción conduce hacia la pasividad. Por ello, el consumo irreflexivo de estos bienes de entretención perpetuaría la realidad social. 

Los autores recalcan los perjuicios que trae este sistema hacia las artes en general. Al estar sometidos todos los productos culturales a una transformación en bienes de consumo, estos serán valorados no bajo términos artísticos, sino que de consumo. El efecto de esto es la proliferación de bienes culturales estandarizados e iguales entre sí.

De esta manera, el arte deja de estar acompañado por una reflexión crítica y mucho menos por una posibilidad de transformación. Un poco más de veinte años después, Guy Debord hablará sobre la sociedad del espectáculo.

La sociedad del espectáculo es aquella en la que la relación social entre las personas se encuentra mediatizada por las imágenes. No hay, entonces, una relación directa entre las personas, sino una ilusión de comunicación que se da a partir de las imágenes. Este auge del espectáculo se da en un momento del capitalismo en el que ya hay una sobreabundancia de mercancía y de producción.

¿Cómo hace el capitalismo para justificar el fetichismo de la mercancía? Traslada esto a un fetichismo de la imagen desarrollado mediante el espectáculo. Si para Marx el ser había sido desplazado por el tener, para Debord se realiza un nuevo desplazamiento hacia el parecer.

El fetichismo de la imagen lo que hace es involucrar más a la ciudadanía en el capitalismo: ya no solo debe producir mercancías, sino que debe consumir en su tiempo libre. Este es un consumo alienado producido por el desplazamiento del individuo hacia un espectador pasivo. El mejor ejemplo es el de las franquicias cinematográficas, aquella tendencia responsable de acabar con la era dorada.

Taxi DriverEl PadrinoApocalypse NowEl ExorcistaChinatown… La década del 70 es considerada por muchos la época dorada de Hollywood, por su equilibrio entre libertad creativa, ambición del director y presupuesto.

Después de la revolución artística de los años sesenta, una nueva generación de directores logró hacerse notar. Las técnicas de dirección de los maestros clásicos se empezaron a mezclar con los géneros que los jóvenes directores habían gozado en su infancia.

Los 70s fueron una época de sincretismo cinematográfico donde una serie de directores talentosos, como Steven Spielberg, Sidney Lumet, Milos Forman, Martin Scorsese, Woody Allen, Román Polanski o Francis Ford Coppola, supieron armonizar sus conocimientos del cine con su experiencia como público para crear un momento irrepetible. Hasta que llegó Star Wars.

Antes de Star Wars, las películas se valían de su prestigio para generar dólares. Aquello cambió cuando George Lucas rechazó parte de su sueldo como director de la película a cambio de hacerse de un porcentaje del dinero del merchadising, pues confiaba en el atractivo de su obra. Las increíbles ventas de los juguetes de su filme así lo confirmaron.

Aquello fue el punto de giro en que las obras y su explotación mercantil en forma de juguetes se unirían reconfigurando para siempre nuestra forma de ver películas. Desde el estreno de la primera película hasta 2017, la saga ha generado $8.727.022.973 en venta de entradas y $42.000.000.000 vendiendo juguetes. 

No es de extrañar que el fenómeno cultural que representó La Guerra de las Galaxias (título en español) implicara la irrupción de las franquicias cinematográficas en la década del 80, véase Indiana Jones o Los Cazafantasmas.

De la exploración de lo humano pasamos a películas inofensivas y morales, con una estética cursi que reflejaban adecuadamente la época de Ronald Reagan (quien promovió una postura conservadora en términos de la influencia de la religión en la esfera pública, fomentando una ética social que abogaba por su relevancia).

Se entiende como franquicia cinematográfica a una serie de películas dentro de un mismo universo narrativo, compartiendo personajes y ambientaciones, las cuales son comercializadas de manera continuada a través de secuelas, remakesspin offs y precuelas. Ejemplos hay muchos, algunos son la saga Rápido y FuriosoTransformers y el Marvel Cinematic Universe (MCU).

La productora detrás del MCU es The Walt Disney Company, quienes se hicieron de los derechos de Marvel en 2009 (y de Star Wars en 2013), transformándose en una auténtica máquina cuasi monopólica de producción audiovisual que copa las salas de cine, despojando a los artistas de espacios donde mostrar sus obras.

Además, Disney trabaja codo a codo con las compañías de juguetes, mercado que es incluso superior a las películas y series de las que beben. Las películas del MCU poseen una fórmula narrativa y un estilo visual homogéneo, suelen ser dirigidas por directores de comedia sin grandes cintas a su haber, fácilmente manejables por el estudio. Por su puesto, hay excepciones (Gunn, Waititi, Gerwig, Raimi).

Disney posee actualmente la mitad de la producción cinematográfica de Hollywood, aquello que inició con el asesinato de la era dorada hoy viene por el asesinato de la experiencia de la sala de cine. Con el monopolio casi total de las pantallas, el parásito posmoderno de capitalismo inclusivo que es el estudio del ratón ha conseguido el triunfo absoluto.