Especial Peter David: el Hulk definitivo

Analizamos el trabajo de Peter David definiendo personajes icónicos, comenzando por Gritos Silenciosos y las múltiples personalidades de Hulk.

Escrito por Orin

Comiqueros.cl » Cómics » Especial Peter David: el Hulk definitivo

El escritor y guionista estadounidense Peter David (1956) podría ser, para muchos, un desconocido, o un guionista más de las editoriales DC y Marvel –ese mainstream tan vilipendiado y renegado por lectores con precoces ínfulas de superioridad–. La verdad es que es más que eso, mucho más.

David ostenta la para nada despreciable credencial de «creador de personajes definitivos», y eso es decir bastante. En cada título del que se hizo cargo en la década de los noventa del siglo pasado, el reconocido autor dejó una huella indeleble a través de los años; imprimió un sello tan profundo en los personajes, que hoy despojarlos de esa impronta sería una estupidez.

Por tanto, no es exagerado afirmar que Peter David es el padre de muchos de los héroes que hoy en día son éxito de taquilla en diferentes medios. ¿Cuál es su secreto? Bueno, quizás algo no muy grato para sus hijos(as): escarbar en su pasado, reconstruirlo, revelarlo y, por muy dolorosa que sea en ocasiones esa experiencia, moldearlos a partir de esa (pre)historia.

En esta oportunidad, daremos algunas claves para comprender el trabajo que David realizó a cargo del Goliat Esmeralda, analizando el título Gritos silenciosos que compila los números 370 al 377 de la serie regular The Incredible Hulk, publicada en 1990 por Marvel Comics.

Fragmentando la psique de Bruce Banner

Creado en 1962 por Stan Lee y Jack Kirby, Hulk, en su origen, tuvo una premisa relativamente simple. Condensando los argumentos de dos novelas insignes de la literatura decimonónica inglesa, Frankenstein y El extraño caso del Dr. Jekill y Míster Hyde, el “hombre increíble” encarnaba la dicotomía entre la luz y la oscuridad del ser humano.

El brillante Bruce Banner, tras una desafortunada experimentación con rayos gama, se convertía en un colosal monstruo que destrozaba todo a su paso mientras buscaba apartarse de la humanidad que le temía y lo acosaba. Desde esa perspectiva, Banner no era más que una víctima del infame destino y debía procurar no dejar escapar a su iracunda contraparte, a menos que la situación lo ameritara.

Entonces, ¿Hulk se trataba solamente de un otro que el azar y el mundo habían creado? ¿O sea que en realidad el Titán Esmeralda no tenía nada que ver con Bruce? Por supuesto que a los ojos de Peter David eso era inconcebible. No se trataba de que Banner simplemente se «transformara» en Hulk, sino que el monstruo escapaba de él. Bruce Banner era la prisión de algo más

David profundizó en aquella dicotomía entre el aparentemente débil, inocente e indefenso Bruce Banner y el poderoso, rudimentario y salvaje Hulk para concebirlos definitivamente como dos caras de una misma moneda, como dos expresiones de un mismo ser. El ejercicio anterior, evidentemente, abría una serie de interrogantes fundamentales: ¿por qué un ser humano podía manifestar dos personalidades tan radicalmente opuestas? ¿Qué había tras la disociación de Bruce Banner? Es más, ¿y qué tal si no fueran dos facetas, sino más?

Escarbando en el pasado editorial del hombre increíble, Peter David se hizo cargo del Hulk Gris (conocido por esa época como Mister Fixit) y lo estructuró como la tercera personalidad de Bruce. Joe Fixit, a diferencia del tímido genio y en oposición a su primitivo símil verde, tenía lo que los otros dos no: una personalidad avasalladora, gracia y estilo.

Ahora bien, ¿por qué las personalidades de Banner eran tan diferentes entre sí? Y más allá de eso, ¿qué detonó la fragmentación de la psique del científico? La respuesta no podía estar en otro lugar más que en el pasado de Bruce Banner.

(Re)construyendo al Hulk definitivo

Peter David tomó las riendas de The Incredible Hulk en 1987 y no lo soltó por doce años. Durante ese tiempo lo reconectó con los personajes que habían configurado su vida, como su amada Betty Ross, su inseparable amigo Rick Jones y el extravagante Doc Samson. Pero por sobre todo, le otorgó una infancia a Bruce Banner… de esas que no se recuerdan, pero sí se manifiestan.

En Gritos silenciosos, David aplica las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud relacionadas con las tres facetas del aparato psíquico humano, divididas en el ello, el yo y el superyó. Por supuesto, Banner, Fixit y Hulk representan cada una de ellas.

Banner, Hulk y Fixit en terapia psicoanalítica, a cargo de Doc Samson, en el inconsciente de Bruce.

Si bien reconocemos en el Hulk Gris al ello, es decir, a la encarnación de los deseos inconscientes; en Banner al yo, o sea, la conciencia actuante y moderadora entre las pulsiones y la realidad; y en el Hulk verde podríamos reconocer al superyó, vale decir, la instancia moral y autodestructiva inconsciente de la personalidad; lo cierto es que la distinción no es tan clara.

David, acompañado del prolijo dibujante y bajista de rock, Dale Keown, logra magistralmente fundir las facetas psíquicas de Bruce Banner, develando la complejidad de su disociación mental. A veces Fixit actúa como el yo, mientras Hulk se manifiesta como el ello y Banner opera como el superyó, para luego volver a intercambiarse. Ante esta intensa y compleja disputa psíquica, a Doc Samson no le quedará otra que excavar como arqueólogo en la mente de Bruce y develar los fundamentos de la fragmentación.

Peter David nos revela el trauma infantil de Bruce Banner y el momento exacto de su disociación psíquica, y con eso nos muestra al personaje en su más cruda humanidad. Sin embargo, David no sólo fragmenta, sino que, por sobre todo, reconstruye.

Todo este recorrido doloroso en la vida de Bruce no tuvo otro objetivo más que unificar a Hulk como personaje, como entidad reencontrada con su identidad. Con ayuda de Doc Samson, Banner logrará conciliar sus facetas y convertirse en Doctor Hulk, la personalidad que reúne lo mejor de sus tres mundos psíquicos. –Sí, el mismo Hulk que vimos pobremente adaptado en Avengers Endgame–.

Así, Peter David nos entregó por doce años al mejor Hulk nunca antes escrito, fuente de la cual otros autores han bebido incuestionablemente. Con su run, David demostró que siempre debemos preguntarnos los porqués tras el aplastar de una persona, pues es muy probable que, en lo profundo de su ser, retumben “gritos silenciosos” deseosos de ser oídos.