Ñachi: la culpa del torturador

Ignacio Fritz publica su nuevo novela, Ñachi, de la mano de Sietch Ediciones. Una novela sobre el horror de la tortura y la guerra.

Escrito por Ktlean

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El último libro que se ha añadido a la colección Vintage Pulp de Sietch Ediciones se titula Ñachi. Su autor, Ignacio Fritz, es el nombre tras Splatterpunk y uno de los antologadores de Quiero la cabeza de Bram Stoker.

En Ñachi nos entrega una novela corta en formato epistolar, con la voz de un narrador que se presenta capa tras capa, todo en medio de un futuro no tan lejano marcado por una guerra que perfectamente podría estar ocurriendo hoy en día.

¿Cómo es el sujeto que nos habla en Ñachi? ¿Qué esconde y por qué se siente tan actual su relato?

La historia

Más o menos en 2045, en este largo país (o «paisito», como le llama nuestro narrador), el pueblo mapuche al fin entrará en guerra abierta contra el Estado de Chile. A pesar de lo rudimentarias que son sus armas, y evocando esa habilidad guerrera que los ha hecho tan temidos a lo largo de su historia, logran avanzar hasta Rancagua. Todo esto bajo el liderazgo de la toqui Sakiñ Ayün Malen Ariñil Rausch.

Es a ella a quien el narrador se dirige en cada capítulo (o epístola) que compone este libro. A ella, que se encuentra en una clínica de rehabilitación de nombre Eleodoro Gunckel. Los motivos de su estadía allí no nos quedan muy claros al principio. ¿Es debido al estado en que quedó tras las torturas sufridas en Tejas Fucsias, centro de detención al que fue llevada por su participación en la guerra? ¿Es debido a la vida licenciosa de la que la culpan los medios periodísticos?

Tampoco nos queda claro de inmediato quién es el narrador y por qué escribe estas cartas. A lo largo de las 109 páginas de esta novela corta, nuestra cabeza se llena de teorías al respecto. Cada dato entregado, cada pista, va armando poco a poco un puzzle que se torna más y más siniestro. ¿Estuvo él, por ejemplo, involucrado en las torturas sufridas por la toqui? ¿A qué se debe realmente su obsesión con ella? ¿Está de acuerdo con lo que le hicieron o es un opositor a las políticas del gobierno y a los métodos de sus esbirros?

La verdad a través de las palabras

Lo interesante de un narrador en primera persona, sobre todo en el formato epistolar, es que todo el peso del relato queda sobre sus espaldas. Es él o ella quien decide qué contarnos, cómo, cuándo y por qué. Quedamos a su merced, tanto si es confiable como si no.

En Ñachi este recurso se utiliza muy bien. No importa que uno sea escéptico (sobre todo al avanzar la novela y notar, por ejemplo, que el interés del narrador por la toqui cruza el límite hacia la obsesión, o que no posee solo un componente de admiración, sino también un notorio deseo sexual); el narrador sigue siendo el único intermediario a nuestro alcance para conocer la historia.

Pero uno sabe, en el fondo, que está mintiendo. O, al menos, que está ocultando información. Con eso claro, la necesidad de continuar la lectura aumenta, ya que notamos que nuestro narrador está cada vez más desesperado, más vulnerable, más… sincero. El final se ve venir, no tanto por el contenido de la confesión, sino por ese momento de catarsis para él y de epifanía para nosotros. De pronto todo encaja y tiene sentido, porque en el fondo lo esperábamos.

El horror del pasado y del futuro

A pesar de saber que Ñachi se ubica en el futuro, la lectura de sus páginas da una sensación extraña de atemporalidad. O, más bien, uno siente que podría ser perfectamente una novela sobre la dictadura militar, un relato descarnado del llamado Estallido Social o también ser lo que es: una anticipación.

Las referencias a la dictadura son muy claras: el nombre del centro de torturas, la organización a la que pertenecen Luther Mena y los demás torturadores, los métodos, etc. El presente (o el pasado reciente del Estallido) se percibe sobre todo en la presencia del actual presidente Piñera (acá llamado Mimo Brazos Cortos) y en el conflicto pueblo mapuche/Estado Chile que en este relato explota en una guerra.

Sin componentes fantásticos de ningún tipo, el horror acá se siente muy real. Porque lo es. Sucedió y es muy probable que vuelva a suceder.

Como dice una vieja canción: «Quizás mañana o pasado o bien en un tiempo mas, la historia que han escuchado de nuevo sucederá».