El origen de The Haunting of Bly Manor

Netflix aprovecha la proximidad de Halloween y estrena The Haunting of Bly Manor, una historia de niños, institutrices y fantasmas.

Escrito por Ktlean

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En el año 2018, Netflix estrenó The Haunting of Hill House, serie basada libremente en la novela La maldición de Hill House, escrita por Shirley Jackson.

Como suele ocurrir con los estrenos del streaming, este causó revuelo durante los primeros días y tuvo críticas positivas y negativas. Luego, fue tragado por el constante flujo de nuevos estrenos. Aún así, The Haunting of Hill House tuvo algo que no todas las series originales de Netflix tienen: la renovación por una nueva temporada.

Durante los primeros días y semanas que siguieron a su lanzamiento, se barajaron muchas teorías sobre cómo continuarían la historia. ¿Veríamos el futuro de los hermanos Crain o , más interesante aún, nos mostrarían el origen del halo oscuro que cubría Hill House? La respuesta llegó pronto, dejando clara la intención de Mike Flanagan, su creador.

Siguiendo el ejemplo de series como American Horror Story, Netflix tomó un camino de las obras antológicas, centrados siempre en el concepto de «casa embrujada», tan usado y hasta agotado en el género del terror y misterio paranormal.

Eso sí, no lo harían con cualquier casa, sino con otra sacada directamente de la literatura, esta vez del período más pródigo en fantasmas: el siglo XIX. El autor elegido esta vez sería Henry James y su famosa novela Otra vuelta de tuerca.

La casa, entonces, no sería otra que Bly Manor.

El libro y sus adaptaciones

Henry James sin duda escribió uno de las historias de fantasmas más conocidas. Para ello usó una fórmula ganadora: no uno, sino dos niños para por los que sentir lástima (de ahí el título de la novela); Bly Manor, una casa grande y lujosa con muchos recovecos; espíritus peligrosos acechando en los rincones.

Pero si bien ha sobrevivido el paso del tiempo, un lector actual probablemente la sienta… aburrida. Más allá de un puñado de escenas con la necesaria cuota de misterio victoriano, no ocurre gran cosa. La historia es la de una institutriz (que en la novela no tiene nombre y nos narra en primera persona) que debe cuidar a dos niños en apariencia buenos y encantadores, pero que parecen sujetos a una influencia maligna.

Lo interesante (o decepcionante, según cada lector) es que nunca se explica del todo qué es lo pasa en Bly Manor, o por qué suceden dichas cosas. No pocos se han preguntado, incluso, si efectivamente tales cosas sucedieron o si no fueron una exageración, delirio o paranoia de la narradora. Con esas preguntas planeando en la mente del lector, el final llega de forma abrupta y sin mayores respuestas.

La palabra que bien definiría a Otra vuelta de tuerca es «sugerente». Lo cierto es que dejando aparcados a un lado los gustos de cada lector, dicha palabra queda muy bien con una historia de terror. Así que por eso, y por otros aspectos, la novela funciona.

El problema, si es que se le puede llamar de esa forma, es cuando toca hacer una adaptación a otros formatos, como por ejemplo el cine o la televisión. Si se busca que esta sea apegada a la fuente, la verdad es que es muy posible que cueste bastante llenar con lo que se tiene una temporada o noventa minutos de película. Así que toca comenzar a escarbar en los montículos sugeridos por Henry James.

Será coincidencia o tal vez no, pero en el 2020 se estrenaron dos adaptaciones de Otra vuelta de tuerca. Por un lado, una película titulada The Turning, protagonizada por Finn Wolfhard, Mackenzie Davis y Brooklynn Prince. Por otro, la serie que nos compete.

The Turning, con un ritmo más acelerado, acorde a los límites de su formato, da una mirada que roza con mayor facilidad los tópicos de terror hollywoodense. Tiene screamers, aunque no abusa de ellos, sobre todo si se la compara con películas de la misma línea. Potencia el lado siniestro y hasta malévolo de los niños, en especial de Miles. Y, sobre todo, rasca con fuerza en la mentalidad de la institutriz, a quien nombraron como Kate.

The Haunting Of Bly Manor, por su lado, se cuece a fuego lento. Quizás demasiado lento, si lo que se espera es asustarse constantemente. Se centra en la casa, como hace suponer la premisa de la serie, y en cómo afecta a quienes la habitan: Flora y Miles, los empleados y la recién llegada, Dani Clayton.

Por sobre todo, la serie logra contar una historia que recuerda a Otra vuelta de tuerca, al tiempo que se inventa otra. Y esta responde preguntas, a diferencia de Henry James y de The Haunting of Hill House.

Fantasmas que no solo dan susto

Si algo hizo bien The Haunting of Hill House fue la forma en que creó tensión desde el primer momento. La razón principal de esto fue la misma Hill House. Nunca hubo dudas, la antagonista era esa casa siniestra que recibe a los Crain entre sus paredes para destruirlos luego de múltiples maneras.

Es obvio que si bien Hill House da miedo por sí misma, los fantasmas tienen parte importante en su efecto sobre la familia protagonista y sobre el espectador. No solo aquellos que vemos en primer plano, los que hablan o caminan produciendo crujidos en suelo. También todos aquellos que vigilan desde los rincones oscuros. Ya fuera por mérito propio o por algún post en redes sociales, los espectadores nos enteramos tarde o temprano que los creadores habían puesto siluetas y rostros por todas partes.

Ese recurso también se utiliza en The Haunting of Bly Manor, pero ya fuera por repetición o porque no es tan recurrente, el efecto es menor. Fuera de alguna silueta, o esas muñecas que a veces parecían o eran algo más, los fantasmas ocultos no parecen ser demasiado importantes.

Esto probablemente se deba a que Bly Manor no se siente tan hostil como Hill House. Sí, es grande y en la oscuridad puede generar escalofríos, pero no da esa sensación de constante peligro que sí logra su predecesora. Eso, sin embargo, no tiene por qué ser un error. Al contrario, a medida que los capítulos avanzan, nos damos cuenta que en esta temporada el enfoque está puesto en los fantasmas.

Tal como hiciera Henry James en su novela, en la serie todo lo maligno y siniestro parece girar en torno Peter Quint. Su maldad mientras vivía superan la muerte y corrompen, no sabemos hasta qué punto, al pequeño Miles. Pero Bly Manor va más allá. Se ocupa de explicarnos por qué Quint logra tener ese poder después de fallecido, y con ello nos explica la presencia del resto de los fantasmas.

Es entonces cuando hasta las siluetas adquieren su propia historia y su papel en el cuadro general.

Allí reside el mayor acierto de The Haunting of Bly Manor: logra que los espíritus atados a la casa no sean solo figuras tenebrosas. Como las buenas historias de fantasmas, medita sobre este ícono del terror tan manoseado, a un nivel que recuerda a Los Otros o Sexto Sentido.

Porque al final, los fantasmas nos enseñan acerca de los vínculos. A un lugar, a una persona, a un objeto. Vínculos rotos o redefinidos por la muerte. Visto así, asustarse es secundario. Lo importante es plantearse hasta qué punto algunos recuerdos o sentimientos pueden trascender.