Reseña de 1899: Metahulla I

La novela gráfica de Ortega y Dániel, 1899: Metahulla 1, nos muestra cómo Chile ganó la Guerra el Pacífico con barcos voladores; steampunk a la chilena.

Escrito por Fer

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Corría el año 1879. La mañana nublosa de ese 21 de mayo marcó el inicio del fin de la Guerra del Pacífico cuando el general Carlos Condell dejó caer bombas de metahulla sobre la flota peruana desde su nave voladora, impulsada por el mismo metal descubierto en el sur de Chile. Veinte años más tarde, la metahulla también es utilizada para crear inteligencias artificiales… y el inspector Luis Uribe no puede dormir.

¿Qué es la metahulla? ¿Cuál es la relación de Luis Uribe con Arturo Prat? Y, la pregunta más importante de todas, ¿qué impulsó a Francisco Ortega y Nelson Dániel a crear esta novela gráfica ambientada en un Chile paralelo?

Un poco de Ortega y Dániel

No es secreto que Francisco Ortega, periodista y escritor chileno, se especializa en deformar la vida real, extrayendo historias fantásticas y creaciones monstruosas de hechos históricos o mitos y leyendas populares, y plasmar su visión peculiar, terrorífica, incluso, de la vida en el papel. Lo ha hecho en Mocha Dick, la segunda novela gráfica en la que colaboró con Nélson, y Logia, segunda parte de La Trilogía de los Césares.

Nelson Dániel, por su parte, es una eminencia del cómic y la ilustración, tanto nacionales como internacionales. Ha trabajado para Marvel, creado arte conceptual para grandes producciones de Hollywood e incluso ha sido nominado a los premios Eisner en dos ocasiones, lo cual, para un artista de cómic, es el equivalente a un Oscar o un Nobel.

Esta dupla dinámica dio a luz a 1899 el año 2011, publicada por el grupo editorial Norma. Esta primera edición, forzosamente autoconclusiva, no presagiaba que el año 2018 Ortega y Dániel, junto a Planeta Cómic, lanzarían una reedición en la que se revelaba que la intención original de los autores siempre fue hacer una trilogía, de la cual los dos primeros tomos ya están disponibles para comprar en grandes librerías. 

Concepción, la verdadera capital de Chile

Sucedió en el sur del país, en las minas de Lota. Un descubrimiento inesperado y una explosión catastrófica cambiaron para siempre el curso de la historia de Chile y del mundo: la metahulla, mineral milagroso, bautizado así por el mismo inglés que la comparó con la mítica piedra filosofal. En pequeñas cantidades, la metahulla genera energía casi infinita. En grandes cantidades, acerca el futuro al presente a pasos agigantados.

La metahulla propulsó los barcos voladores que dieron la ventaja a los chilenos en la Guerra del Pacífico. La metahulla fue el combustible de las bombas nucleares que destruyeron Lima. La metahulla logró que Concepción compitiera con Santiago por el título de capital de Chile, debido a la cercanía geográfica de la ciudad penquista con las minas de Lota. La metahulla, incluso, creó vida, si es que un autómata con inteligencia propia puede ser considerado un ser vivo.

La metahulla convirtió al ser humano en Dios.

Dos décadas después de la Guerra del Pacífico, el inspector Luis Uribe, de la policía metropolitana de Concepción, se ve ante la difícil tarea de descubrir por qué hay explosiones de metahulla a lo largo de todos los puntos clave de la historia del revolucionario combustible. Para colmo, no puede dejar de soñar con una mujer que nunca conoció, pero que dice amarlo. Al parecer, se supone que él también la ama.

Su primo en segundo grado, el almirante Arturo Prat, es un héroe de guerra caído en desgracia y considerado loco por todo el mundo, pero dice tener información acerca de los supuestos atentados en contra de la industria de la metahulla. Obligado a trabajar junto a una número (inteligencia artificial de forma humanoide; un atentado contra la naturaleza o un prodigio de la tecnología, dependiendo de a quién le preguntes) llamada Igriega.

A partir de aquí, el caso de la metahulla explosiva no hará más que complicarse. La presencia de Prat, lejos de ayudar a encontrar a los culpables o entender la causa de las explosiones, provoca que Uribe e Igriega tengan que emprender un viaje al norte junto al marino. Las preguntas sobrepasan con creces a las respuestas, y el tiempo, inclemente, sigue su paso, amenazando con que se lleve a cabo otro atentado de un segundo a otro.

Opinión personal

1899 es un popurrí delicioso del género noir, la estética steampunk y la historia de Chile, tanto real como ficticia. Los nombres de figuras reconocidas de la historia militar latinoamericana, como Miguel Grau y Arturo Prat, se mezclan con los de personajes como Leonora Latorre, la brillante espía de Adiós al séptimo de línea. Asimismo, Santiago y Lima son tan reales como la Isla Calavera o las Montañas de la Locura. Todo es familiar, pero, al mismo tiempo, es extraño.

La trama comienza como la clásica historia de detectives, pero no tarda en volverse mucho más complicada. La única certeza que tiene el lector a medida que avanza en la novela gráfica es que todos los personajes son piezas de un juego retorcido, cuyos jugadores no poseen rostro ni nombre alguno que puedan reconocer o encontrar en los libros de historia. En un mundo con seres que van más allá de la humanidad, es lógico que los problemas que lo aquejan también lo sean.

murió mucha gente, es verdad, pero fue el precio que pagamos por saltarnos cien años de avances

El arte en blanco y negro recuerda al estilo de un cómic antiguo que combina a la perfección con el tono de la obra. Las sombras en bloque punteado y las gruesas líneas de Dániel le dan un aire grunge y duro a un cómic que relata una realidad igual de cruda, pues ningún avance tecnológico ni gran poder político es obtenido sin sacrificios. Ortega lo deja más que claro, pero de todos modos se toma la libertad de recordárselo al lector de vez en cuando con frases como «murió mucha gente, es verdad, pero fue el precio que pagamos por saltarnos cien años de avances».

Al final del día, este cómic chileno es una obra entretenida y atrapante que, al abarcar tantas temáticas y unirlas en una sola historia coherente, resulta cautivadora para un público de dimensiones considerables. ¿Tienes un amigo que es historiador? Recomiéndaselo. ¿Fanático de Prat? Recomiéndaselo. ¿Amante de los detectives? Nuevamente, recomiéndaselo, y luego júntalos a todos en un solo cuarto para ver qué opina cada uno. Puede que unos lo amen, así como otros lo odien. Lo que es yo, ya tengo la secuela; solo me falta esperar a que se publique la tercera y última parte.