Reseña: Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus

Francisco Ortega y Gonzalo Martínez se reúnen de nuevo en una historia llena de aventura y amor a los libros: Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus.

Escrito por Ktlean

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En el 2012, Francisco Ortega y Gonzalo Martínez se unieron para traer de regreso a la gran ballena blanca, Mocha Dick, al imaginario chileno. Ese no fue su único logro. Además de recuperar al mítico cetáceo que inspiró a Herman Melville, lograron crear una de las novelas gráficas con mayores copias vendidas a nivel nacional e internacional.

Tuvieron que pasar cinco años para que volvieran a unir sus talentos como guionista y dibujante, esta vez para crear un cómic repleto de aventuras al más puro estilo de Julio Verne y referencias literarias. Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus es una obra que cumple un gran objetivo: poner de manifiesto las obsesiones de sus autores. Todo de la mano de un joven en busca de su madre.

La historia

Al principio del cómic conocemos a Álex, un joven con una vida un poco diferente a la de la mayoría. Por ejemplo, en vez de ir al colegio todos los días, viaja junto a su madre, una escritora de libros infantiles, a donde sea que la lleve su oficio. Durante esos períodos, el muchacho estudia en casa y, como buen lector, cumple el rol de primer editor de las novelas de su madre.

Cuando ambos se encuentran en Chiloé, su peculiar pero tranquila vida sufre un vuelco abrupto: durante una fuerte tormenta, Álex descubre que su mamá ha desaparecido sin dejar el más leve rastro.

Solo de repente, Álex no sabe qué hacer ni a quién acudir. Es entonces cuando aparece su abuelo, que también es escritor, llamado Oreste Plot (nombre que contiene un juego de palabras y un homenaje, ambas cosas al mismo tiempo).

El hombre parece saber más de lo que dice. Aunque Álex muestra cierta suspicacia, no tiene más remedio que seguirlo a Santiago, a la casa donde su madre se crió, que él lleva años sin visitar y que está plagada de libros. Presiente que allí su abuelo le dará las respuestas que necesita y, tal vez, hallará la forma de recuperar a su mamá.

El joven no se equivoca, pero sin duda nunca habría podido imaginar el tipo de su viaje que Oreste le tiene preparado, un periplo que incluye primeras ediciones de libros clásicos, el primer rayo de sol de la mañana y una mente abierta ante lo imposible.

Dos tipos de escritores

A Álex le cuesta creerlo al principio, en especial cuando su abuelo le pide que juegue con algunas copias de Oliver Twist en una estantería alumbrada por la luz del sol. Está incrédulo, pero Oreste luce muy seguro de lo que dice. De improviso, el joven se da cuenta que el anciano no le mentía: los libros han abierto un portal al Londres del siglo XIX, lugar habitado por los personajes de Charles Dickens.

En esa primera exploración, Oreste le cuenta a su nieto dónde se encuentran, cómo es que se abren los portales y por qué existe un lugar como ese. Más aún, le explica que ese dobleverso, el Dickensverso, es solo uno de los cientos o incluso miles que existen, todos originados a partir de las obras de un escritor.

Una pregunta surge: ¿todos los escritores tienen su dobleverso?

La respuesta da uno de los conceptos más interesantes presentados en Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus. Para Ortega y Martínez, hay dos tipos de escritores: los que «recrean» la realidad y los que «crean» universos. Estos últimos son la razón de la existencia del dobleverso.

A lo largo de las páginas del cómic, conocemos dos de estos dobleversos: el de Dickens, ya citado, y el de Verne, que será el escenario principal de la acción. Pero además de esos se nombran algunos como el Poeverso, el Tolkienverso o el Lovecraftverso. Claramente, hay mucho que explorar y los autores lo dejan claro con unas cuantas viñetas.

Una aventura en el Verneverso

Tras esa primera demostración en el Dickensverso, Álex y Oreste deben concentrarse en la prioridad: encontrar a la madre del muchacho. Para ello, deben dirigirse al Verneverso tras la pista de uno de los personajes más icónicos del autor, el mismísimo capitán Nemo.

Un instituto científico, la isla Lincoln, el Polo Norte. Los escenarios de las aventuras de Álex y su abuelo son tan variados como ajetreado es el viaje. Con cada paso, encontrarán amigos y enemigos, monstruos que los atacan y otros que los salvan. Además, nuestro protagonista conoce la verdad sobre su origen y al primer amor.

¿Encontrará a su madre? ¿Descubrirá qué fue lo que pasó a su padre? ¿Qué cosas tendrá que dejar atrás cuando no tenga más remedio que volver al mundo real? Las viñetas de esta novela gráfica responderán esas preguntas en medio de una historia trepidante y llena de acción.

Una declaración de amor a los libros

A medida que avanzan las páginas, es muy fácil sentir tanta fascinación como Álex por los dobleversos, los que alcanza a explorar y aquellos que solo son nombrados de paso. La historia está plagada de posibilidades, tanta como imaginación ha existido en el mundo y tanta como sus autores estén dispuestos a explorar.

Parece ser una afición de Francisco Ortega crear historias que se abren en diversas encrucijadas. Aunque esta en particular salió de la mente de Gonzalo Martínez, el guionista muestra una clara habilidad en sacarle el mayor provecho al relato, al tiempo que deja la puerta abierta para futuras historias.

Por sobre todo, Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus es una declaración fuerte y clara de amor a los libros, a los escritores y a los personajes. Es imposible saber exactamente qué piensa un autor a medida que crea (a menos que él mismo lo cuente en alguna entrevista), pero uno queda con la sensación de que Ortega y Martínez se divirtieron como un par de niños a medida que se sumergían en este cómic.

Con la cantidad enorme de homenajes y referencias que contienen sus páginas, nos queda muy claro qué les gusta y obsesiona. Pero no solo sirve para conocer sus aficiones, sino también para convertirlas en propias. No debo ser la única que tras leer este cómic sintió deseos de leer a Verne.

Opinión personal

Creo que «entretención» es la palabra que mejor define a este cómic. Basta sentarse en un lugar cómodo y abrir el libro para no soltarlo más hasta acabar. Uno quiere saber qué viene a continuación. A veces las cosas suceden a un ritmo demasiado frenético, pero uno queda con la cuota de aventuras más que satisfecha.

Espero que los autores nos regalen más aventuras de Álex Nemo y su abuelo. Nada me gustaría más que verlos en el Doyleverso o en el Kingverso.