Reseña – Afrodita no pinta al amanecer

La mitología griega y la sociopolítica chilena se juntan en Afrodita no pinta al amanecer, la novela de ciencia ficción de Jorge Román.

Escrito por Fer

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La ciencia ficción es un género que nos ha dado grandes obras a lo largo de la historia. Su potencial como objeto de crítica y reflexión, sumada al interés que provoca imaginar el futuro, lo han convertido en un gran representante de la literatura mundial.

Afrodita no pinta al amanecer es el aporte de Jorge Román a las obras de ciencia ficción, una novela de 250 páginas publicada por Tríada Ediciones que aborda qué significa ser humano en un Chile futurista lleno de máquinas y maravillas, pero tan corrupto como lo es hoy en día.

El nacimiento de Venus

Una afrodita es una mujer con la cara hecha a mano por artesanos (varones, probablemente) que la modelaron para ser una de las ginoides más hermosas que el cliente correcto podría encontrar. Su piel es tan falsa como su corazón y sus sentimientos, pues esta androide está diseñada para ser una muñeca de placer sexual y nada más.

Hasta que Ulises, un poeta romántico, roba una. El muchacho no tiene ni la más remota idea de qué hacer, solo cuenta con sus sueños de libertad para las IA esclavas sexuales y parece que el destino quiere jugarle en contra, así que la lleva con Luca, su hermana, una brillante ingeniera autodidacta.

Cuando Luca hackea el sistema de la muñeca y logra activarla en su taller, nace Dione.

Dione es el nombre de la madre de Afrodita (Venus) en la mitología griega, específicamente en La Ilíada. Buen detalle.

Dione comienza a desarrollar su propia consciencia. Con el tiempo, aparecen también sus preferencias y sus disgustos, sus ideas de lo que es un ser humano (o, mejor dicho, qué es ser humano) y sensaciones parecidas a lo que ella entiende por sentimientos. La afrodita ahora tiene nombre y una pareja de hermanos adolescentes para esconderla.

Hermanos que viven en la pobreza de los ricos. La familia Vicuña los acoge, le da trabajo a Luca y permite a Ulises seguir fantaseando tranquilamente con vivir de su poesía, pero todo en la hacienda marca evidentemente la diferencia entre ellos, un par de huachos, hijos de una criada muerta, y el resto de la extendida familia Vicuña.

Tan extendida, que incluso se ponen en su contra y en su defensa al mismo tiempo.

Los enredos y tensiones dentro en la hacienda son tales, que la trama policial de la búsqueda de la muñeca se siente como una excusa hasta pasada la segunda mitad del libro, cuando agarra fuerza justamente por entrar a este pequeño reino de los Vicuña.

Una distopía cercana

En el libro, Chile es una tierra de contrastes y dolores que calan en lo más profundo de la sangre y la hacen hervir de rabia, congelarse de pena o fluir apáticamente por el cuerpo. La trama de la novela se mezcla con una exageración de la realidad nacional en la que el país viene recién recuperándose de gobiernos autoritarios y ultranacionalistas.

La más grande de las consecuencias es la plasticidad de todo. En este supuesto futuro cercano, las tierras han quedado reservadas solo para la producción de productos orgánicos de exportación; la riqueza de los Vicuña proviene en buena parte de su herencia, la hacienda rodeada de terreno fértil. Del resto, todo es sintético, desde las verduras hasta la carne.

Incluso la gente es sintética ahora que los androides y robots se dedican a trabajar para los humanos, con los humanos, o reemplazando a los humanos. El recelo contra las máquinas es evidente y por muy obvia que sea esta metáfora del racismo, otro problema que se abarca en la novela, no deja de ser cierta.

La desigualdad en Chile es uno de los grandes motivos de la novela. Uno abarcado de manera excelente.

La condición social de Ulises y Luca les debería jugar en contra, pero ellos siempre se han sabido marginados. Logran salir adelante y, gracias a la generosidad ególatra de los Vicuña, no solo sobreviven, sino que viven de sus migajas. Es indigno, pero cómodo; especialmente cuando llega el momento de esconder a Dione, pues nadie sospecha de ellos.

Otros personajes, como el detective Berríos, el policía encargado de hallar a la afrodita perdida, no la tienen tan fácil. Siendo adultos ya insertos en el sistema, deben obedecer a rajatabla el orden establecido… al menos, ante los ojos de sus superiores.

Sexo y sexualidad

Dos temas muy importantes dentro de la obra son el sexo y la sexualidad, usados tanto para generar vínculos afectivos entre los personajes como una herramienta de poder que los separa, los domina y los castiga. Román aborda con la crudeza justa estos aspectos: no es grotesco, pero es duro; no es romántico, pero es enternecedor. Cuando no es ninguna de las dos, simplemente es.

Los momentos eróticos ocurren con naturalidad. No se puede desarrollar la humanización de una muñeca sexual consciente sin abordarlos, pues es un aspecto importante (mas no definitivo) de quién o qué es. Se nota la diferencia cuando Dione tiene sexo porque lo racionaliza como su deber versus cuando ocurre porque ella quiere.

También su sexualidad entra en tela de juicio. ¿Se puede hablar de preferencia por un género en su caso? ¿Preferencia genital, tal vez? Es una de las muchas preguntas que Dione no alcanza a realizarse en su proceso de deconstrucción, pero las escenas hablan por sí solas. Cuando no, insta abiertamente al lector a reflexionar al respecto.

Afrodita, esposa de Hefesto y amante de Ares (entre otros). Por supuesto que había más que solo un alcance de nombre con las muñecas creadas por el autor.

En esta cuestión, la trama policial repunta. La discriminación, la homofobia, el abuso y la violación son tratados desde un punto de vista humano y, por lo tanto, sometido a juicios de valor con los que los lectores nos hemos encontrado en la vida real.

Opinión personal

Me gustó mucho. Debe ser evidente por todo lo que escribí, pero es que de verdad me gustó muchísimo. Empecé la novela con algo de flojera, pero me fue atrapando tan rápido que, de no ser por falta de tiempo, la hubiera devorado en una tarde.

El arte no solo imita a la vida, sino que se genera una relación simbiótica en que la vida transmuta en orden del arte. Afrodita no pinta al amanecer, como buena novela de ciencia ficción, critica el presente disfrazándolo como el futuro.

Me hubiera gustado hablar más del autor en esta nota, pero no pude encontrar mucho de él en internet. Por suerte, escribió una columna maravillosa en el sitio web de Tríada Ediciones que, creo, encapsula muy bien su visión de la literatura y vale la pena leer.

Y pese a haber mencionado pocas veces la persecución policial de Berríos, fue mi parte favorita. Es que simplemente hay que leer Afrodita no pinta al amanecer; una lectura ambivalente que trata temas pesados de una forma sencilla, excelente tanto para pensar durante horas sobre qué es ser humano, o para leer echado en la cama antes de dormir.

Puedes leer el resumen oficial del libro y adquirirlo en el sitio web de Tríada, haciendo click aquí.