Reseña a Melodía, el cómic que visibiliza el abuso infantil

Pez arbóreo editó en 2013 Melodía, de Gaspar Ortega, un cómic estilo manga que pone en la palestra el problema del abuso infantil

Escrito por Chile en viñetas

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Dentro de la gran cantidad de cómics nacionales, hay algunos que destacan por su calidad, pero, lamentablemente, con frecuencia se dan casos en que no son los suficientemente reconocidos o no perduran en el inconsciente colectivo, sea por falencia de difusión o de distribución. Este es el caso de Melodía, un cómic estilo manga de Gaspar Ortega, publicado por Pez arbóreo en 2013.

Melodía es una adolescente maltratada por su padre preso, que cada cierto tiempo visita un hospital y a una asistente social, quienes le ruegan que deje de visitar la cárcel. Lo que no saben es que su abuelo es igual de maltratador y no le perdona ni siquiera que se atrase un segundo en llegar a casa.

Esto la convierte en una joven retraída, lo que a su vez provoca la discriminación de parte de sus compañeros de escuela. El maltrato tanto físico como psicológico que recibe, causa que se descargue de distintas formas, como por ejemplo enterrando perros muertos que encuentra en la calle. Pronto comenzará con una actitud de venganza contra el mundo que sólo le da sufrimiento.

Portada de Melodía

La violencia hacia la infancia

Infancia viene del latín, del verbo fari, que quiere decir hablar, y el prefijo in, que implica negación. Ser infante entonces es ser un sin voz, aquel que no habla. Esto puede hacer sentido en un primer momento si pensamos en la infancia prelingüística, antes de aprender una lengua, pero se amplía a niños e incluso a adolescentes. El/la niño/a es aquel cuya voz no importa, no es considerada digna de ser escuchada, por lo que se equipara a un sin voz.

Melodía es una infante, una persona que no importa lo que tenga que decir, ya que igualmente su opinión no será escuchada. Esto se refleja perfectamente en el cómic, donde son pocas las intervenciones dialogadas que mantiene y por lo general se limita a responder preguntas. La cadena de violencias y abusos la hacen cada vez más introvertida y provocan que le cueste relacionarse con su entorno.

Violencia con violencia

Llegando al final del primer capítulo, Melodía conoce a dos hombres, unas sombras que a todas vistas son una mala influencia, pues son aquellos que matan a los perros que ella entierra. Arrojan huevos a los autos y la provocan mencionando a su madre, lo que desata la primera muestra extrema de violencia por parte de nuestra protagonista.

Esa violencia se desencadenará y, ligado a una especie de realismo mágico, donde ocurren sucesos inexplicables que no perturban e incluso son coherentes con la historia, derivará en la venganza hacia sus maltratadores.

Las sombras con las que se relaciona Melodía pueden ser sus propios demonios, gritos ahogados que exigen ser escuchados, que la llevan a cometer atrocidades, pero que nos impiden condenarlas al conocer su historia.

Podemos establecer una relación con la canción Melody de Blonde Redhead, cuya letra toma protagonismo en el momento cúlmine de la historia y encaja a la perfección con los sucesos, dando un tono lúgubre antes del clímax. Recomendamos escucharla a la vez que se está leyendo.

La voz de la infancia

Sin hacer spoilers, el final es esperanzador. En ocasiones basta sólo una persona dispuesta a escuchar lo que tienen que decirnos los infantes para llenar de colores su mundo, para hacerles entender que son interlocutores válidos, que su voz importa. Tal vez no todo está perdido para Melodía…

Este cómic aborda temas sensibles, que pueden ser fuertes tanto para personas que hayan experimentado abusos como para aquellos que tengan relación con niños/as; sin embargo, es sumamente necesario.

Va más allá de la mera entretención o de contar una historia de terror. Se sitúa como una obra de tremenda calidad, que pone en el tapete el maltrato infantil muchas veces escondido y que solo sale a la luz cada cierto tiempo mediante noticias sobre el SENAME, no obstante lo que indican todas las estadísticas: lo más común es que los abusos sean cometidos por los propios familiares.

Debe ser una de las obras más redondas que presentan las viñetas nacionales, donde nada está demás. El dibujo y diálogo encajan a la perfección y no tiene nada que envidiar a los clásicos japoneses que son tan alabados. Ya van siete años desde su publicación y sin duda merece seguir siendo leída, ya que, lamentablemente, no deja de ser contingente.