La pequeña habitación, una traducción necesaria

Dos editoriales nos entregan el primer tomo que recopila la obra de Madeline Yale Wynne en español: La pequeña habitación y otros relatos.

Escrito por Ktlean

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Es sabido que para las mujeres el mundo de la literatura nunca ha sido un terreno fácil. Invisibilizadas, ridiculizadas y minimizadas, no importa la época, siempre se han encontrado motivos para intentar suprimir su importancia en la literatura.

Y si esto lo pensamos dentro del género fantástico, puede que sea aún peor. No importa que existan nombres tan importantes como Mary Shelley y Ursula K. Le Guin. O que en la actualidad, diversas escritoras se hayan tomado el mercado editorial en la fantasía, la ciencia ficción y el terror (por nombrar solo algunas: Victoria Schwab, Cassandra Clare, Mariana Enríquez, Margaret Atwood, Laura Gallego García, N. K. Jemisin, Tamsyn Muir, Silvia Moreno-García, Francisca Solar), cuando se habla de esos géneros, se siguen nombrando al mismo puñado de vacas sagradas, todos hombres.

De hecho, no hace mucho tiempo salió un polémico artículo que intentaba explicar por qué la participación de las mujeres en la ciencia ficción en Chile era tan limitada. Si bien los argumentos en cuestión buscaban ser aplicados a nuestro país y a ese género en particular, no sería tan descabellado creer que esa misma perspectiva era (o es, lamentablemente) aplicada por muchos al resto del mundo y a otros géneros, o a la literatura en general.

El artículo es un despropósito, pero no nos centraremos en él en esta oportunidad. Sino que, catapultados por esa mirada simplista y sesgada, que por fortuna ya va en retirada, buscaremos destacar la acción que Cathartes Ediciones y Marcapasos Editoras han realizado al traducir a una autora que por mucho tiempo no estuvo a disposición de los lectores hispanohablantes: Madeline Yale Wynne.

Madeline Yale Wynne

¿Quién fue Madeline Yale Wynne?

Nacida en Newport, New York, en 1847, Madeline tuvo la vida que solían tener las mujeres en su época: creció, se casó y tuvo hijos. Pero además de eso estudió arte y, desde 1895 en adelante, se dedicó a escribir.

Su obra más conocida, La pequeña habitación, fue altamente reconocida en su época, empujando a Madeline a escribir una continuación. Ambos relatos de terror y misterio paranormal, abren el libro que inspira esta reseña, tomo que continúa con los cuentos «Mi fantasma de la oportunidad», «En Granada», «La voz» y «El pañuelo».

Aunque sus cuentos se pueden encontrar traducidos al español en internet, no había, hasta el presente año, un tomo que los recopilara. En un proyecto financiado por el Fondo Nacional del Libro y la Lectura, traducido por Maru Delgado y con los esfuerzos de dos editoriales, ahora existe una edición para que lectores chilenos y del resto de Latinoamérica puedan leer a la autora.

En palabras de Daniel Olcay Jeneral, que escribió el prólogo que abre el tomo: «Este legado deja claro que Madeline existió, y conocía el oficio de crear una buena historia, siendo un referente femenino respecto a la literatura de terror.»

Así, una autora deja de ser invisible para nosotros y, por fin, podemos apreciar su aporte. Ahora, veamos qué nos depara La pequeña habitación y otros relatos.

Los cuentos

Unas figuras más clásicas del terror es la de la casa embrujada. Heredera del castillo gótico, ha pasado por distintas fases, pasando por las casas señoriales, los suburbios, hasta llegar a la vivienda que no se distingue de las demás excepto por el secreto que esconde en su interior. En la actualidad, cualquier lugar puede ser escenario del terror o del suspenso paranormal, no hacen falta pasillos largos, ni grandes salones, ni escaleras interminables.

A veces, incluso, no es necesario que sea la casa completa el terreno de aquello que nos acecha. Basta, puede bastar, una simple habitación.

En el relato que le trajo reconocimiento a Madeline Yale Wynne, el misterio se centra en una de las habitaciones de la casa de los Keys. Lo que pasa es que no siempre es una habitación; en ocasiones es solo un armario de porcelana. Depende de quién abra la puerta y cuándo. O eso creemos.

Ya desde este cuento notamos algo que marca la escritura de la autora: la importancia de los diálogos. Gran parte de lo que sabemos en «La pequeña habitación» y su secuela es a partir de lo que unos personajes le cuentan a los otros. Eso contribuye a que nunca se sepa exactamente qué es la pequeña habitación, o si existe o no. La figura de las hermanas Keys, dueñas de la casa, impide que el misterio se resuelva del todo, ya que cambian la versión cada vez que se les pregunta al respecto.

Pero eso, en vez de ser insatisfactorio, permite barajar teorías, ir recolectando las pistas. Que nombren la ciudad de Salem (por siempre unida a la historia de la brujería), aumenta la sensación de que la respuesta está ahí, a la mano, pero siempre tras un velo.

La mayor parte del resto de los cuentos abordan otros tropos del género del terror: el pacto con diablo en el relato «En Granda», el fantasma o aparición (que quizás es mucho más que eso) en «La voz», el objeto encantado, que deviene en obsesión, en la historia que cierra el tomo, «El pañuelo».

El que se decanta de eso es «Mi fantasma de la oportunidad», que a pesar del título, versa más sobre la labor creativa que de un espíritu propiamente tal. Aunque el espíritu está y es bastante simpático.

Todos poseen su encanto, y están escritos con la prosa clara y precisa, tan sonora, de esta autora por mucho tiempo relegada al olvido para los lectores de habla hispana. Por fin ha dejado de estar «encerrada en el sótano de viejas casonas, en los espejos rotos de fríos vestíbulos, en la sombra inquebrantable de la oscuridad».

Ahora está a nuestro alcance, lista para deleitarnos.