Cine y televisión

La La Land (2016) – El amor como sedante y refugio

Creo que no entendí La La Land la primera vez que la ví. Me dejé llevar por su historia de amor, por su increíble puesta en escena y su maravilloso soundtrack, sin darme cuenta que su parada frente al romance no tiene nada de bella, ni que su ciudad de los sueños jamás iría de la mano con la relación entre sus protagonistas.

Dirigida por Damien Chazelle, la película pone a Emma Stone y a Ryan Gosling en los roles protagónicos de una obra que tiene mucho jazz, bastante melancolía y una calidad técnica intachable. Aspectos que la llevaron a estar nominada en 14 categorías en los Oscar del 2017, donde acabó llevándose 6 estatuillas en esa noche marcada por el error que la tuvo como mejor película del año por unos cuantos segundos.

[su_note]ATENCIÓN: Si no has visto la película, recomiendo no seguir leyendo, ya que en esta nota discutiremos su final. Avisados quedan 🙂

PD: deberías ver La La Land.[/su_note]

Sueños de todos los colores

Visualmente la película encanta de inmediato, porque la calidad técnica de la obra es innegable en todos los sentidos. Llena de colores vivos y escenas que llenarán a los más puristas, lo que más destacará en este aspecto es el movimiento de la cámara cuando la música toma la batuta. Giros bruscos que buscan seguir a los protagonistas en todo momento y otros desplazamientos que se hacen parte de las coreografías, son las razones por las que Chazelle eligió a Linus Sandgren como su director de fotografía y se hacen sentir en todo momento.

Musicalmente tampoco se queda atrás, en lo absoluto. La La Land es el único musical que me ha gustado en la vida y esto es en gran medida gracias a las increíbles melodías que la película tiene. Canciones sumamente melancólicas, otras bastante enérgicas y tonadas que se repiten constantemente durante la obra, dan como resultado un conjunto maravilloso de piezas que multiplican las emociones generadas por 1000.

Eso sí, hay que destacar que las voces de los actores principales no son ninguna locura y han sido blanco de críticas. Aunque personalmente, me ayudó a meterme más de lleno porque ayudan a que las canciones se sientan como una extensión de la historia y no como una interrupción.

Amor, sueños y obsesión

Ambos protagonistas poseen sueños muy concretos que desean cumplir. Mia quiere ser actriz y parece estar obsesionada con el reconocimiento, mientras que Sebastian es un purista del jazz y planea mantenerlo vivo cueste lo que cueste. Esta es el alma central de los personajes y el porqué no me gusta pensar que La La Land es sólo una historia de amor.

Mia y Sebastian viven por sus sueños, tanto es así que al momento en que se conocen, lo primero que harán será aprender de las obsesiones del otro. La primera aprenderá de jazz y el segundo se volverá loco con la actuación de Mia. El problema para estos sueños es que, a ojos del director, nunca podrán estar acompañados del amor que los protagonistas comienzan a desarrollar.

El más claro ejemplo de esto es Sebastian, que es capaz de ir dejando de lado sus sueños por la relación que va teniendo con el personaje de Emma Stone, refugiando su frustración y su mediocridad en la felicidad que acaba de encontrar. Y aunque Mia tampoco se queda atrás, su caso es un poco menos evidente. A pesar de que sigue intentándolo y va buscando distintas maneras de llegar a sus sueños, pareciera ser que cada vez le importa menos el no cumplir sus objetivos.

Hasta que todo les explota en la cara y una oportunidad única los hace tener que decidir. O más bien, uno de ellos debe decidir.

Conclusión: un final perfecto

El final de la película es sublime, mostrándonos lo que podría haber sido, lo que fue, y lo que resultó de esto. Quizás las cosas podrían haber terminado de la misma forma, pero con ambos felices… porque uno de los dos termina más herido que el otro, algo que se muestra con sólo una mirada. Que los sueños se cumplan vino con un precio, y es que su amor sólo podía servir como un refugio temporal.

La obsesión por el reconocimiento y los sueños pudo más que el amor que se forjó, lo que tiene toda la lógica del mundo con los personajes que nos presentan al comienzo de la película. Pero al final, ¿valió la pena?

Creo que las miradas del final parecieran decirnos que sólo para uno la valió.

 

J Martínez

24 años. Todas las semanas tengo una afición nueva.

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