Brooklyn Dreams, juventud con una mirada adulta

Aunque infravalorado, Brooklyn Dreams es el íntimo y emocional relato de un joven disfuncional tratando de encajar en un barrio conflictivo.

Escrito por Claudio Cubillos

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El primer beso. La primera mascota. Los primeros problemas con la ley. Todas esas cosas “mundanas” que todos (o casi todos) experimentamos alguna vez en la vida, pueden de alguna forma u otra marcarnos, y quizás perseguirnos bien hasta nuestra adultez.

Esta es la base de Brooklyn Dreams, una historia de ficción con mucha realidad entremezclada, en la que J.M. DeMatteis (quien esos años acababa de terminar su celebrada etapa en Justice League International) y el dibujante Glenn Barr nos llevan al Brooklyn de los años setenta, para contarnos fragmentos de la infancia y adolescencia de un joven que trataba de descubrir cuál era su lugar en el mundo.  

Nuestro protagonista es Carl Vincent Santini (¿o es Vincent Carl Santini?) quien nos cuenta la historia de su vida casi en estilo de corriente-de-conciencia. Continuamente divaga en sus memorias, pasando por su crianza con sus padres judíos en un barrio pobre de Brooklyn, a la triste historia de un perro que no pudo adoptar pero que Carl ve como un “ángel guardián». Además de sus incursiones con las drogas y el arte

Con un padre con conexiones criminales y una madre extremadamente neurótica, es obvio que alguien como Carl se vuelva un adolescente bastante disfuncional, habitualmente deprimido y con un fuego interno que lo hace querer cometer actos ilícitos solo para escapar de la trivialidad de su día a día

Y es que lo que no parecen más que una serie de anécdotas encadenadas sin ningún orden ni concepto aparente, son en realidad momentos clave en la maduración (y futuros traumas) de un personaje que es y no es el propio autor. Unas anécdotas que nos muestran momentos tan importantes de la vida de cualquiera, como el primer contacto con la muerte, lo mucho que nos marca nuestra familia, el primer amor o el descubrimiento de ese algo especial que le acabara dando sentido a su vida (al menos en lo profesional).

Un cómic que, además, supone un entretenido ejercicio de tratar de adivinar cuánto hay de verdad y cuánto de fantasía detrás del relato de la vida de un personaje que comparte tantísimo con su co-creador.

En el apartado visual, Glenn Barr deslumbra con su eclecticismo, desde caricaturas muy en la onda indie, a paneles pintados en un estilo mucho más fotorrealista. Su estilo evoluciona a medida que el protagonista nos muestra distintos puntos de su vida, pero siempre con una melancolía que perpetua las páginas, transportando al lector a ese mundo gris y confuso en el que Carl (o JM) está creciendo y tratando de adaptarse.

Los distintos estilos de Glenn Barr

Surgida al calor de Paradox Press (anteriormente conocido como Piranha Press), aquel sello editorial de DC para cómics adultos que no acababan de encajar en la linea editorial de Vertigo, Brooklyn Dreams a primera vista no deja de ser otro cómic semi-auto biográfico en el que su autor entremezcla retazos de sus propias experiencias con algo de ficción para tejer la historia que quiere contar.

Pero el inmenso talento de J.M. DeMatteis hace que lo que en principio no parece más que una narración inconexa, en la que un narrador cuya memoria no parece muy de fiar y que es incapaz de evitar divagar saltando atrás y adelante en el tiempo, agarre al lector por el cuello y no nos deje escapar hasta terminar el cómic.

Brooklyn Dreams es una obra maestra infravalorada. Quizás uno de los relatos más íntimos y sinceros que se hayan visto en la historia del noveno arte, y un perfecto ejemplo de lo lejos que pueden llegar los cómics como medio artístico, incluso si están contando algo tan “simple” como la vida de la persona al lado tuyo.