42 días en la oscuridad: un misterio sin justicia

La primera serie chilena original de Netflix se llama 42 días en la oscuridad, la historia de una mujer desaparecida en el sur de Chile.

Escrito por Ktlean

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Netflix ha sabido diversificar su catálogo hasta el punto en que pasear por su página de inicio puede convertirse en un recorrido superficial por el mundo. Y es que la empresa de streaming, más específicamente su área de producción, lleva un buen tiempo financiando proyectos de varios países, permitiendo además que estén disponibles en la plataforma.

La primera serie chilena que cuenta con dicho apoyo es 42 días en la oscuridad, producida también por Fábula (No, El club, Neruda, Una mujer fantástica) y dirigida por Claudia Huaiquimilla. Con un elenco de lujo, entre los que destacan Claudia di Girolamo, Aline Kuppenheim, Pablo Macaya, Amparo Noguera, Daniel Alcaíno, Gloria Münchmeyer y Néstor Cantillana, cuenta con seis episodios de aproximadamente 40 minutos de duración.

42 días en la oscuridad

42 días en la oscuridad ha tenido bastante éxito y el aprecio general de la crítica, pero su producción y estreno no estuvieron exentos de polémicas. El motivo de esto es simple: la serie está basada en un caso real y bastante reciente, cosa que a ningún chileno con buena memoria le pasará inadvertida. Por supuesto, los nombres de los involucrados fueron cambiados, pero el resto permanece casi intacto.

Quizás valdría la pena discutir qué tan correcto es hacer ficción con un hecho real que afectó y afecta a varias personas, y del cual apenas nos separan unos años. Valdría la pena preguntarse si hay un deber ético de parte de los creadores al momento de tratar dichos casos, si hay un tiempo prudencial o no.

Sin embargo, por mucho que sea necesario hacerlo, hemos decidido no abordar esas preguntas en esta nota y centrarnos por completo en la serie en sí, separándola de los hechos reales que la inspiraron. Excepto por un aspecto y es el final, el que evidencia que esto está sacado de la vida misma y no solo de las cabezas de uno o más guionista.

Claudia Di Girolamo interpretando a Cecilia Montes.

Porque en la vida los misterios no siempre se resuelven, ni existe la justicia para todos o de la forma que esperamos. Eso es lo que nos recuerda 42 días en la oscuridad.

La historia

Verónica Montes (Aline Kuppenheim) vive, en palabras de su marido, en el paraíso. Y aunque pueda sonar exagerado, todo parece indicar al principio que así es: una casa hermosa con vista al lago, privilegio económico y una familia que, a pesar de los problemas, la ama. Hasta el día en que Verónica es supuestamente secuestrada, lo que pone de cabeza la vida de sus cercanos, de la policía local y de toda la opinión pública.

Desde los primeros momentos, varios aspectos del caso llaman la atención. La escena del crimen parece indicar un robo además del secuestro, pero mientras algunos objetos faltan, otros igual de valiosos siguen ahí. Aparte de un pequeño desorden, no hay indicios de violencia y los secuestradores solo llamaron una vez al marido de Verónica para indicarle que la mujer estaba en peligro. Después, nada.

La familia medina Montes, antes de la desaparición.

Mientras el esposo, Mario Medina (Daniel Alcaíno), intenta mantener la calma por el bien de sus hijas y se muestra en general flemático con todo lo relacionado a la investigación, el resto de la familia de Verónica se esfuerza por encontrarla. En especial su hermana Cecilia (Claudia di Girolamo), quien llegado el momento recurre a Víctor Pizarro (Pablo Macaya), un abogado venido a menos que cree poder descubrir la verdad junto a sus dos amigos, Nora (Amparo Noguera) y Braulio (Néstor Cantillana).

A lo largo de 42 días, nadie sabrá dónde se encuentra Verónica o si está viva aún. Pero al final de ese periodo, descubrirán que todo ese tiempo estuvo mucho más cerca de lo que creían. Sin embargo, ese hallazgo solo marca el comienzo de otra etapa. Una que nos demuestra las diversas caras de una investigación y cómo afecta a los involucrados.

Las hermanas Montes en 42 días en la oscuridad.

Narración atmosférica

La fotografía de 42 días en la oscuridad es hermosa, simple y llanamente. Probablemente ayuda, y mucho, la locación; no por nada Puerto Varas es una de las zonas más bellas de Chile. Pero un paisaje, por más paradisiaco que sea, no es todo lo que compone un plano. Estos son sobre todo decisiones que deben unir (ojalá) un sentido estético y un objetivo narrativo.

Esto último se logra con creces en la serie, lo que le permite cumplir con algo esencial en el formato audiovisual: narrar sin necesidad de diálogos, al tiempo que todo se ve atractivo en la pantalla.

También su nivel técnico pone de manifiesto la importancia de la atmósfera en un género como el thriller. Por mucho que se hable de un crimen, no hace falta la violencia, la acción, ni la sangre para hacer atractiva una historia. 42 días en la oscuridad carece de todo eso y, aun así, logra mantener al espectador con la mirada fija en la pantalla, al tiempo que le provoca una sensación de incomodidad y malestar, sobre todo cuando el personaje de Daniel Alcaíno está en pantalla.

Mario medina, 42 días en la oscuridad.

Una escena que ilustra a la perfección lo anteriormente dicho es cuando la hija mayor de Verónica, Kari (Julia Lübbert), llega a la casa luego de que su mamá no fuera a buscarla al colegio. Ella es la primera en notar la ausencia de la mujer y en temer que algo malo le haya ocurrido. Mientras la busca por la casa, se escucha una respiración agitada, que asumimos es de la propia Verónica, lo que vuelve aún más escabroso su hallazgo algunos capítulos más adelante.

Los cabos sueltos de una investigación

Sin duda uno de los aspectos donde 42 días en la oscuridad más se luce es en las actuaciones. Todos los actores hacen un gran trabajo, aunque algunos se destacan por el peso dramático de su participación (como Gloria Munchmeyer y Claudia di Girolamo, que protagonizan las dos escenas más dolorosas de la serie), por la ambigüedad de su papel (como Alcaíno) o por el desarrollo que tiene su personaje (como Pablo Macaya).

Todos aquellos que aparecen en pantalla contribuyen a sacarle el mayor partido tanto a la trama como a la atmósfera, porque sirven como receptáculo de todo lo que ocurre y del ambiente en sí. Y también refuerzan algo que atraviesa la trama de punta a cabo: los riesgos y las consecuencias de sumergirse en una investigación de este calibre.

Pablo Macaya como Víctor Pizarro.

Por supuesto, en una situación así, la familia no tiene más remedio. Son los primeros afectados y el dolor que supone una desaparición y/o un asesinato va más allá de los expedientes, de los juicios y de las condenas. Pero la serie no solo los muestra a ellos, sino a los que por trabajo o incluso por decisión propia se involucran en la búsqueda de la verdad.

Quien representa esto en la serie es, sin duda, Víctor Pizarro. Él, junto a Nora y Braulio, se proponen ayudar a los hermanos y a la madre de Verónica a encontrarla, a ella primero y a la justicia después. Son quienes más se acercan (aparentemente) a la verdad. Los que se enfocan casi desde el principio en Mario Medina y su participación en la desaparición de su esposa. Es Víctor quien continúa con la investigación incluso después de la que fiscalía decida cerrar el caso, cuando han pasado años. Y es él quien se empecina en llevar a la cárcel a quien considera el culpable.

Este empecinamiento no solo lo aleja de su hijo y de sus amigos, de mejores prospectos laborales y de la paz mental; también, cuando la verdad parece más cerca, lo pone de frente a la posibilidad de que las teorías hayan sido solo una proyección de sus propios deseos, no solo de resolver el crimen, sino de que el culpable sea Medina.

El trío de investigadores fuera del sistema.

En sus últimos capítulos, 42 días en la oscuridad recuerda a Zodiac, de David Fincher. Esta también está basada en un caso real, carece de una resolución definitiva y se enfoca en los investigadores hasta el punto de mostrar su búsqueda como una obsesión. Y, al final, ambas nos entregan más preguntas que respuestas, dejándonos la tarea de tomar algún bando o de entender que los misterios de la vida no son como en los libros y las películas. Estos terminan, mal o bien, pero terminan.

Los reales siempre dejan cabos sueltos. Y dichos cabos sueltos son, por lo general, personas.

Opinión personal

42 días en la oscuridad es una serie que amerita un maratón y luego, ojalá, una repetición más lenta, analítica. Hay muchas cosas que no se dicen, que se insinúan, que están en segundo plano u ocultas en las miradas de los personajes. Solo por eso, por esa sutileza, merece muchísimo la pena.

Más aún, dan ganas de otros productos audiovisuales de esta calidad.

(Si es una serie basada en las novelas de Ramón Díaz Eterovic y con Macaya en el rol de Heredia, mejor. En pedir no hay engaño, dicen por ahí).