Entrevista – Lesbilais, la lesbiana que Chile necesita

Victoria Rubio, la mujer detrás de Lesbilais, comparte con Comiqueros cómo ha sido su carrera en el mundo del cómic chileno.

Escrito por Fer

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Victoria Rubio, más conocida en la escena comiquera de Chile como Lesbilais, partió hace una década con el cómic que lleva también su sobrenombre. Desde entonces se ha comprometido con una causa: crear historias de lesbianas que sean realistas y entretenidas, alejadas de los cánones sobre la femeneidad que la sociedad impone sobre las mujeres como si fueran obligatorios.

Sin embargo, ella no lleva la bandera del movimiento LGBTIQ+ chileno ni mucho menos. Más que convertirse en una ídola, esta artista quiere expresarse mediante la historieta, vivir de esta pasión y, por encima de todas las cosas, ser una inspiración para todas las comiqueras (lesbianas o no) talentosas que están escondidas en el mundo, demasiado asustadas del qué dirán.

Los inicios de Lesbilais

Partamos por lo básico: ¿cómo nace Lesbilais?

Lesbilais nace hace 10 años, o más, si lo pienso; este año cumplí 11 años dibujándolo. Sentía que había una necesidad de visibilizar el lesbianismo. Lo único que había en ese tiempo (2008-2009) eran lesbianas muy hegemónicas y muy estereotipadas en series como The L Word, que llegaba de Estados Unidos. La detestaba, porque la única lesbiana pobre que había tenía una camioneta, y yo, siendo una lesbiana pobre y de periferia, con suerte tenía una bicicleta.

Veía películas lésbicas y era lo mismo, no me veía reflejada nunca. Siempre mostraban a la chica delgada y muy femenina, o dentro de cánones irreales. Dentro de mi política feminista está el “si no lo veo, lo hago”, y así empecé a hacerlo con las herramientas que tenía. Tampoco era una master del dibujo, nunca fui una gran dibujante o una gran comiquera. Lo único que sabía es que siempre me gustaron, desde que tengo 10 años.

Fue un “ya, me gustan los cómics y dibujo un poco porque todo el mundo dibuja, puedo hacer algo con esto”. Para mí, todas las personas tienen la capacidad de dibujar. En ese tiempo estaba el difunto MSN y se podía poner nickname, y me puse Lesbilais burlándome de las pelolais, porque lo único que teníamos en común era que tenía el pelo muy largo entonces. Mis amigas me dijeron “oh, qué buen nickname, puedes hacer algo con esto”. Desde ahí que lo uso.

Para mí, las lesbianas siempre han sido de lo más odiado de esta sociedad, generalmente por desafiar la heterosexualidad obligatoria. El cómic fue mi manera de aportar a la visibilidad lésbica que faltaba, y que sigue faltando.

Rompiste un poco la escena del cómic, porque eres mujer y tus cómics además hablan del lesbianismo desde siempre. ¿Cómo ha sido tu crecimiento en este mundo?

Difícil. Siempre me han invisibilizado por ser mujer, por ser lesbiana. Lo primero que me acuerdo cuando empecé en este mundo del cómic, fue que es horriblemente machista. Te muestran un lado súper buena onda, pero el doble estándar es terrible.

Nunca me sentí muy cómoda en los primeros eventos de cómic, porque eran puros hombres y yo era la única mujer iba. Después empecé a ver a más chicas qué hacían cómic, pero hay tanto machismo en esta industria que muchos llegan al acoso solo por ver a una mujer comiquera. A mí me acosaron, aunque todo el mundo sabe que soy lesbiana y hago un cómic que se llama Lesbilais.

También pasa que empiezan enseguida a ponerte la pata encima. Te dicen que tu cómic es súper malo, o te desvaloran por la temática que estás tratando. Dicen que las mujeres hacen malos cómics porque son muy emocionales, o muy personales. ¿Qué tiene de malo eso? ¿Dónde está el corazón en cómics sin emociones? Y las mujeres que están en este mundo que sí son aceptadas, o que sí son bien miradas, generalmente entran en el juego de ellos.

Pero siempre he dicho que soy muy terca, y por eso sigo. Me gusta el guion de cómic, busqué profesoras que me enseñaran a hacerlos y así me fui perfeccionando. En el arte, mientras más uno dibuje, más va mejorando. Efectivamente, si veo los cómics que hice hace 10 años, ni siquiera dibujaba fondos, colocaba fotos y el dibujo de la personaje, que yo hacía en un cuaderno, porque no tenía las herramientas que poseo ahora. Técnica mixta, le dicen ahora.

Llegaste no solo con la fuerza de Lesbilais, el cómic, sino que también con la de Lesbilais, la autora.

Creo que esa es la actitud que deberían tener todas las mujeres cuando empiezan en algo, que no te importe lo que van a decir. Cuesta mucho porque siempre nos han cultivado la idea de que nos tiene que importar lo que diga el resto. Ha sido complicado, pero también un lindo camino… dentro de todo, porque igual me ha llegado mucho odio. Una vez hicieron un grupo de Facebook para bajarme los cómics, 200 personas ahí metidas.

Cuando me preguntan qué es lo que haces en tu vida y respondo que hago cómic, me dicen “¿¡en serio vives de eso!?” ¡Lo intento! ¡Pero sí!

Eso también es una decisión: alejarme de la lógica capitalista que existe, abandonar el trabajo seguro, la estabilidad laboral y todas esas cosas para poder decirme comiquera. Por lo menos me ha ido bien desde que lo decidí, que fue hace como cinco años.

¿Ese momento marcó un antes y un después en tu carrera como historietista en Chile?

Sí. Llevo 10 años publicando, pero los primeros años era súper intermitente en todo lo que era publicar o dibujar, porque estudiaba, trabajaba para pagarme los estudios y además dibujaba mi cómic. Fue duro, y después cuando salí de la U seguí trabajando. Estudié diseño; entré a una empresa a diseñar de lunes a viernes en horarios terribles. Para más remate, me puse a estudiar de noche para perfeccionarme, o diplomados para “supuestamente” mejorar un poco. Y seguía dibujando Lesbilais.

Fui al psicólogo en esa época, porque no me sentía bien anímicamente, y la psicóloga me dijo que debería hacer lo que me gustara. Le dije “lo único que quiero en mi vida es hacer cómics, dedicarme a esto”. Me enseñó que buscara las herramientas y me preguntó qué es lo que tendría que hacer para que eso funcionara. Le dije que, pucha, tendría que renunciar a esta pega fija, pero eso traía mucha incertidumbre.

Todo el mundo te dice que tienes que tener un trabajo estable, arrendar un departamento precioso en el barrio alto o el centro de Santiago, tener un auto, una pareja, todo lo que te exigen. Yo tenía un trabajo, vivía en un departamento en el centro que me salía carísimo, pero no era feliz con eso. Por suerte, me echaron de esa pega. Ahí tuve que decidir qué iba a hacer con mi vida, porque el ámbito del diseño me daba puras rabias, penas y enfermedades.

Con el finiquito pude aguantar unos meses, me fui del departamento y empecé a postular. Me gané un FONDART ese año y ahí me dije “ya, tengo que seguir haciendo esto”. Me sentía bien, hasta me dejé de enfermar tanto. Ni siquiera me ha dado COVID ahora.

Qué buena que puedas vivir de hacer lo que te gusta.

Igual hago hartas cosas, dentro de todo. No me dedico 100% al cómic, porque vivir del cómic en Chile es prácticamente imposible. Lo que hago harto es diseño freelance, pero lo dejo en segundo plano.

A veces no me resulta tanto, tengo que darlo vuelta y dedicarme al 100% al freelance para generar ingresos, pero bueno. No es que viva con un gran sueldo, pero tengo más tranquilidad mental y eso me hace escribir mejores guiones. Muchas veces leo guiones pasados y efectivamente ponía mucha emoción, pero si los empiezo a analizar, no es lo que me representa ahora. Trato que Lesbilais no cuente mucho de mi vida personal, pero igual quedó plasmado mi malestar.

Ya no busco tanto mi autodestrucción como veo en los cómics viejos. Del mundo, sí, me encantaría (risas).

El futuro de Lesbilais

¿Qué nos puedes decir de tus proyectos además de Lesbilais? Tienes Loreto poco hetero, por ejemplo.

Loreto poco hetero lo saqué el año pasado, ese libro me ganó un FONDART. Fue tragicómico, porque cuando me lo gané hace dos años, todavía no estaba “de moda” el feminismo.

Generalmente, cuando te ganas un FONDART, las editoriales te buscan, todas saben quiénes son los ganadores. Más en una industria tan pequeña como lo es la industria del cómic, hay como cinco editoriales en Chile dedicadas al tema con suerte. Y hay unas que se especializan solamente manga, además, para más remate, yo no tengo un estilo definido, yo combino mucho de todo lo que quiero. Mucha gente me dice que eso es valioso, pero antes era muy odiado.

A mí no me buscó nadie, yo tuve que acercarme. Mandé Loreto poco hetero a una editorial que ya no existe, o de la que no he vuelto a escuchar, en verdad, y me dijeron que no se podía porque no calzaba con su línea editorial. Al final, encontré a RIL y ellos me publicaron.

Por mi contrato con RIL (y porque me gané otro FONDART), voy a publicar otro libro, la antología de Lesbilais, casi todo lo que llevo con el cómic. Va a incluir todo lo que me faltó por publicar de Lesbilais, es un compilado anterior, que saqué con otra editorial, y lo mejor de lo que no pude incluir en ese momento. Y se llama antología porque me gusta la palabra antología. Como Shakira, “una antología”. Debería salir este año.

También se te viene el taller de cómic que dictarás en la USACH.

Sí, en diciembre haré un taller de cómics con la Corporación Cultural USACH, de cómic y fanzine feminista. ¿Qué más se viene? Bueno, el próximo año espero ganarme más FONDART (risas). Sea como sea, trato siempre de sacar un cómic a la semana, ya lo haga en digital, en cuaderno, con técnica mixta. La idea es mantenerme creando, para mí eso es súper importante; no dejar de crear, no dejar de dibujar, nunca dejar de pensar cosas nuevas.

El próximo año espero poder publicar una novela gráfica que es un spin-off de Lesbilais, se llama Súper Lesbilais, la superheroína que inventé y que saco en fanzines, más que nada. La quiero llevar a libro porque Súper Lesbilais es la superheroína que necesitamos; tal vez no la que queremos, pero sí la que necesitamos.

Postulé a un FONDART con Súper Lesbilais y no me lo gané porque hay un capítulo que se llama “Súper Lesbilais vs. Los pastores evangélicos mutantes del espacio exterior”, y me bajaron puntos porque ofendía a una minoría: los evangélicos.  Ese año apelé, porque los evangélicos no son una minoría y además eran del espacio exterior, no eran evangélicos de verdad. Nunca gané la apelación, así que los eliminé y ahora el capítulo se llama “Súper Lesbilais vs. Los extraterrestres homofóbicos mutantes del espacio exterior”.

También espero sacar todas las novelas gráficas que tengo pendientes, las tengo que empezar a dibujar. Cuando tengo tiempo libre, sigo con ellas.  

Estás haciendo varias cosas. ¿Qué te motiva a seguir?

Me gusta que haya mujeres, que haya lesbianas, haciendo cómic. Siempre me ha gustado. Me encantaría que muchas mujeres contaran historias, sus historias, que sean de lo que sean. Como dije, yo empecé porque mi objetivo era generar visibilidad lésbica, pero ahora son más de existencia lésbica. Es lo que más manejo, lo que más conozco y que es muy personal.

Y claro, es personal, pero me importa muy poco. Podría estar haciendo cómics que hablaran del espacio, pero seguiría siendo de lesbianas en el espacio, porque también siento que es necesario. O podría hacer un cómic western, o de superhéroes (como Súper Lesbilais), pero seguirían siendo lesbianas. De hecho, fue una de las razones por las que terminé Loreto poco hetero: porque Loreto no es lesbiana. Creo que es el único cómic que he dado por finalizado.

Quiero seguir haciendo cómics en los que todas mis protagonistas sean lesbianas, me comprometí con eso. Aunque Lesbilais no sea la protagonista, aunque no sean historias de humor. Me gustaría escribir ciencia ficción lésbica porque faltan historias así. Lo único que me falta es tiempo para sentarme y decirme “ya, esto lo voy a terminar este año”.

Para despedirnos: ¿qué le dirías a una mujer que quiere empezar a hacer cómic en Chile?

Lo primero, que lea cómics de mujeres, que empiece a investigar. Lo bueno es que ahora tenemos internet, que nos sirve para buscar más lesbianas y mujeres comiqueras. Busquen referentes, ahora los hay; no pensemos que estamos inventando la rueda. Hay una historia antes de nosotras, y no tenemos que ignorarla.

Cuando empecé a buscar referentes, encontré a Alison Bechdel, a Roberta Gregory. De hecho, cuando hago el taller de cómic mi primera clase es de historia, se puede decir, y lo primero que hago es sacar al baile a Alison Bechdel. Siento que es la referente lesbiana que sí inventó la rueda en el mundo del cómic lésbico. Ojo: hay que buscar referentes nacionales también.

Si falta un referente de lo que quieres hacer, créalo tú. Ya cuando tengas una idea, escríbela y dibújala. Yo puedo leer perfectamente un cómic hecho con palitos si tiene un buen guion. Mi taller dura un mes, en ese tiempo no les puedo enseñar a dibujar grandes fondos o perspectiva, pero les voy a enseñar a que suelten la mano, agarren el lápiz y dibujen con él, y que escriban con él. Plasmen lo que tienen en la cabeza.

También hay que olvidarse de la vergüenza. Lo único que la vergüenza ha hecho es limitarnos. Hay que escribir lo que sintamos, lo que tengamos en el corazón, y dejarlo en una hoja. Más de una persona se va a sentir reflejada ahí.

Eso es lo más importante para mí, en resumen: si quieren dibujar, que lo hagan, pero que busquen referentes. Muchas feministas ya lo escribieron, muchas feministas ya lo vivieron. Tenemos que respetar eso.