Crítica a Duam, La Piedra de Luz. Una obra maestra para el cómic chileno

Félix Vega nos entrega la novela gráfica Duam, una obra que propone nuevos imaginarios para el género de fantasía

Escrito por Orin

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Usualmente, ocupamos la sentencia «obra maestra» para juzgar la creación de un(a) artista como excelsa, como extraordinaria. Sin embargo, y atendiendo al significado de esos dos adjetivos, ¿en qué sentido las características de una obra son «elevadas»? ¿En qué radica ese «estar por sobre lo ordinario» de un obra de arte? Es más, ¿qué decimos realmente cuando usamos la expresión «obra maestra»?

Una obra maestra es lisa y llanamente una propuesta artística que enseña a otros seres humanos a resolver problemas de orden estético. A través del estudio, de la disciplina y la observación, un(a) artista ha logrado hallar una solución convincente e inusitada a un problema representacional, ya sea en términos visuales, narrativos, musicales, metafísicos o, incluso, en la conjunción de más de una categoría.

El historiador del arte británico Kenneth Clark (1903-1983), en su ensayo ¿Qué es una obra maestra? (ed. Icaria, 1980), propone dos características esenciales de las obras así juzgadas, a saber:

La confluencia de recuerdos y emociones para conformar una única idea, y el poder de recrear las formas tradicionales de tal modo que sean expresivas de la época del artista y no obstante mantengan relación con el pasado.

Op. cit., p. 11

Duam. La piedra de luz, del artista Félix Vega y publicado por el sello Planeta Cómic el año 2019, es una obra maestra. En los párrafos que siguen argumentaremos los porqués de tal juicio, a la luz de lo planteado por Clark y otras ideas.

Recuerdos y emociones que confluyen en una y varias ideas

[Duam] significó la oportunidad para atrevernos a presentar al público francés –acostumbrados a una industria del cómic potentísima– nuestra propia fantasía; la fantasía chilena que, en aquel entonces, no se exploraba tanto en la cultura pop como ahora. Afortunadamente, hoy existen varios autores que lo estamos haciendo, rescatando tanto la cultura mapuche, la selknam, la inca –como ya lo hicimos con Juan Buscamares–.

Entrevista a Félix Vega en el programa Todo por la tarde de radio Nuevo Mundo, del 28 de junio de 2019.

En la cita, Félix Vega apunta dos cuestiones de gran relevancia: la importancia de crear a partir de la fantasía local y la opción de divulgar mediante soportes y estrategias propias de la cultura pop. Estos dos factores, sumados al imaginario personal del autor, que comenzó a nutrir desde la infancia, tienen cita en Duam.

La síntesis de los factores mencionados, posibilita que la obra nos reencuentre con la mitología surgida principalmente en el sur de Chile. Aquella que se nos inculcó como un contenido más dentro de los planes curriculares escolares básicos, despojándola de su sensualidad intrínseca.

Para quien suscribe, aquellas narraciones nunca pasaron inadvertidas. Por el contrario, siempre significaron una conexión con el sustrato misterioso y terrorífico de la existencia. Es por eso que siempre fueron satisfactorias las interpretaciones de estos mitos propuestas por los ilustradores del juego de cartas chileno Mitos y Leyendas, así como también las tematizaciones musicales de la banda de metal Dorso, que incursionan en el talante ominoso y aterrador de las fábulas locales.

Sin embargo, Félix Vega abre otra posibilidad de aproximación, la de la fantasía. La disputa entre machis y brujos por el control del reino metafísico y, por tanto, de las políticas que rigen el vínculo entre mortales y dioses, es tan novedoso como exquisito. La novela gráfica revisita los mitos chilotes desde una escala humana, pues lo sobrenatural queda supeditado a la voluntad e incluso al capricho de sus protagonistas.

En el mundo fantástico de Duam. La piedra de luz, la magia y la brujería, antes de plantearse como supersticiones para asustar niños(as), se entienden como dos opciones que mantienen en equilibrio un ecosistema místico, fundamental para el desarrollo de la vida y la muerte en la Tierra. Sin embargo, lo anterior no es más que el contexto en el que se desarrollan las y los personajes, donde lo fantástico opera como una serie de atributos mediante los cuales se expresan las pasiones de sus protagonistas.

Así, el temible chonchón es encarnado por Kalku, un joven aprendiz de brujo que utiliza su espantosa habilidad para desprender la cabeza de su cuerpo, con el objetivo de vigilar neuróticamente a Duam, su no correspondida amada. Por su parte, los dioses Caicaivilu y el Pillán son representados con las características de dos asombrosas especies animales que impactaron en la imaginación del autor a corta edad: los dinosaurios y el tiburón –más precisamente desde la óptica de Steven Spielberg y su Jaws de 1975–.

De esta forma, Duam entrega pistas respecto de la manera en que se debe recurrir a las diversas fuentes que pueblan nuestra cultura, al momento de crear una obra. Y, a su vez, enseña a cómo despertar la curiosidad en los lectores por dichas fuentes y otras producciones que las han abordado de distintas perspectivas. En síntesis, generar la confluencia de recuerdos y emociones en torno a una idea.

Recreando formas que nos vinculen con el pasado

Cualquier buen estudio sobre el tema deberá destacar que el mito expresa siempre la necesidad que siente todo ser humano, y por lo tanto su comunidad, de estar consciente de sus raíces.

Floridor Pérez, Mitos y leyendas de Chile. Zig-Zag, 55° ed., 2019, p. 12.

Como es sabido, la obra de Félix Vega ha sido reconocida a nivel internacional. Una de las últimas pruebas de ello, es el encargo que recibió por parte del músico y compositor holandés, Arjen Lucassen (1960), de crear el arte y todo un comic book para su más reciente metal-ópera titulada Transitus.

Si argumentamos respecto de las razones de tal reconocimiento, podríamos decir que radica en su procedimiento de trabajo. Félix se formó como ilustrador; pero los primeros rudimentos en el arte del dibujo y la pintura los recibió de su madre, la pintora Ana Encina Lemarchand, y su padre, el pintor, ilustrador e historietista “Oskar” Vega Etcheverry (1945-2007). De ellos aprendió la rigurosidad del dibujo anatómico y, por sobre todo, a generar suaves esfumados con acuarela.

Lo anterior confluye en un proceder pictórico sensitivo a la vez que narrativo, siempre al servicio de la historia a contar. Por ejemplo, en Juan Buscamares (Planeta Cómic, 2017) el arte acompaña al guión desenvolviéndose progresivamente desde lo gráfico a lo pictórico, coincidiendo así con el desarrollo del protagonista. Mientras Juan va superando las desventuras áridas y terrenales, la línea cede terreno ante el color velado y atmosférico, lo que da paso a las revelaciones metafísicas que traen finalmente la paz al protagonista.

En Duam es diferente. El universo fantástico y mítico no da cabida a la impronta gráfica. Todo es pictórico, pues el color en sus diversas modulaciones permite que tanto los personajes como sus emociones se expresen y narren, incluso a veces prescindiendo del texto.

Gracias a la sabia elección y administración de los recursos representacionales, Duam. La piedra de luz imparte lecciones sobre cómo narrar a partir de un balance entre imagen y texto. Todo en pos de que las y los lectores se sumerjan en el mundo mítico de nuestros pueblos originarios, con tal de rescatarlo, traerlo de vuelta y hacerlo suyo.

La última lección

Cada vez que Félix recibe un premio, en el fondo es para compensar los años en que nosotros en Chile ignoramos su trabajo.

Vicente Pascual Moscoso, Devorando Cómics podcast, cap. 120.

Félix Vega acaba de ser doblemente galardonado como “Mejor dibujante” y “Mejor colorista” en los Premios Pepo a la historieta chilena 2020, en el Salón Internacional de la Historieta del Biobío, mientras que su obra Duam. La piedra de luz fue reconocida como la “Mejor historieta”.

Pronto se llevará a cabo el Festival Internacional del Cómic de Santiago, FIC 2020, donde esperamos que tanto el autor como su novela gráfica sean debidamente reconocidos con los galardones correspondientes.

Y es que esa es la última enseñanza que nos deja Duam, esta obra maestra: que sepamos valorar a nuestros(as) artistas en vida, que aprendamos de su arte; y que, de una vez por todas, se puedan generar las condiciones necesarias para desarrollen su trabajo en nuestro país y no esperemos el reconocimiento internacional para darnos cuenta de su valía.