Atanasio Huerta: western chileno y marginalidad

Chile en el siglo XIX puede ser un excelente escenario para un western, eso nos demuestra "La leyenda de Atanasio Huerta", de Patricio Araus

Escrito por Ktlean

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Todos los géneros tienen un origen, tanto temporal como geográfico. Sin embargo, a veces la ubicación de dicho origen no es tan simple. En ocasiones, la cantidad de siglos lo dificulta, o esa obra que se toma como punto de partida no tiene todos los componentes que le adjudicamos al género en la actualidad, o posee precedentes que vuelven la discusión tortuosa cuando hay que decidirse por un origen o por otro. Pero en mayor o menor medida, de todos los géneros se puede trazar una data.

Existen también los casos en que el origen es mucho más reciente y claro. No es lo mismo hablar del género de la fantasía que hablar del género del policial, por ejemplo. Y también ocurre en ocasiones que el género a estudiar se generó en un ambiente tan específico, que rara vez funciona fuera de él. Tanto por características temporales, geográficas o sociales, se vuelve muy difícil su exportación y, por esta falta de elasticidad, su permanencia en el tiempo.

Eso podríamos decir del western si fuéramos muy estrictos. Nacido en 1903 con la película Asalto y robo de un tren, dirigida por Edwin S. Porter (quien debido a esto se considera el padre del género). A pesar de surgir en el cine, su popularidad creció hasta el punto de desperdigarse en otros medios, como la literatura y el cómic.

Posee una serie de cualidades que lo hacen muy específico: se ambienta en Estados Unidos, específicamente en el oeste, durante el siglo XIX. Esta época y lugar geográfico dota al género de un contexto social, cultural y político que es a la vez claro y nebuloso. El oeste es grande y el siglo XIX largo, así que el western atraviesa muchos lugares y momentos. Lo que lo unifica aún más es la expansión hacia territorios inexplorados, de «hacer patria» en zonas hasta hace poco, dominadas por los indígenas americanos, y donde aún no existe del todo la ley.

Este contexto forja a dos tipos de personajes claves en el western: el bandido (sujeto que se aprovecha de esta libertad y de la aparente de autoridad) y el sheriff (único y casi siempre insuficiente representante de la ley).

Con el paso del tiempo, el género fue condensándose y también diseminándose. Se crearon tópicos (el duelo a pistolazos), escenarios clásicos (la cantina), estereotipos y arquetipos de personajes. Nacieron, se usaron, se recontra usaron, se abusaron y luego cayeron en la parodia o el desuso.

Si bien existen westerns actuales y algunos directores son amantes de este género (Tarantino, por ejemplo), muchos dirían que el western nació, creció hasta una increíble popularidad y luego murió en el siglo XX. Lo que queda es un crepúsculo, estertores. Siempre tendrá sus fans, pero lo específico de sus características hacen muy difícil que mute y se transforme, adaptándose a los tiempos, como lo hacen muchos otros géneros. Los que dicen eso se equivocan.

El western se ha adaptado y hasta se ha fusionado con otros géneros. La ciencia ficción, por ejemplo, en sagas como Star Wars y en específico en The Mandalorian (serie que además hizo aún más evidente lo mucho que le debe el western al cine de Akira Kurosawa). O también con la fantasía, en la saga La Torre Oscura de Stephen King.

Esta flexibilidad del western ha permitido que muchos se atrevieran a extirparlo de su país de origen para trasplantarlo a otros. En una jugada aún más arriesgada que lo que hicieron los directores y productoras italianas con el spaghetti western durante los 60 y 70, estos autores tomaron elementos esenciales del género y lo adaptaron a contextos en apariencia distintos, pero que en el fondo son muy parecidos al oeste de Estados Unidos en el siglo XIX.

Así es como nace la novela que amerita esta reseña, un western con todas sus letras, pero ambientado en Chile, en 1824. La leyenda de Atanasio Huerta, de Patricio Araus y editado por Sietch Ediciones, nos arrastrará por una historia de pillaje, traiciones, robos y, sobre todo, marginalidad.

¿Quién es Atanasio Huerta?

Ya se dijo antes que en el western una de las figuras claves es la del bandido. Ya sea llevado a criminalidad por las circunstancias de su vida o por simple ambición y maldad, el forajido suele ser el protagonista o el antagonista en estas historias. Y es bastante común que sea lo primero, lo que vuelve a este género uno de esos que nos llevan a empatizar o al menos, a conocer la perspectiva de los criminales, tal como en las historias de piratas o en las de mafiosos.

Esto y la elaboración de personajes con una moral gris, que pueden ir contra la ley pero no son necesariamente «malos», o que tienen chispazos de bondad que incluso le pueden faltar a los que tienen a la justicia de su lado (suertes de Robin Hood, en resumen), conducen a veces a una romantización de la criminalidad, a una versión idealizada de actos que con sus más y con sus menos, son reprochables.

Eso no ocurre en La leyenda de Atanasio Huerta, y basta con conocer a su protagonista y su banda para entenderlo. No importa que se nos cuente la triste historia familiar del hombre que le da el titulo y que ilustra la portada de la novela, nunca se hace siquiera el intento de mostrarlo como alguien justificable. Tampoco se demoniza en demasía, aunque sí se juega con apodos alusivos a estos seres o el diablo, pero siempre visto desde la perspectiva de sus víctimas o de quienes tienen la mala suerte de cruzarse en su camino.

Disponible para su venta en el sitio web de Sietch Ediciones

Atanasio Huerta es un bandido con todas las letras, sin dobleces, medias tintas o sutilezas. Mata si tiene que matar, sin importarle que los muertos sean gente inocente; roba por el simple hecho de prodigarse una mejor vida o la fama suficiente para que el resto le tema. Y si acaso él nos dejara con una sensación ambigua al leer, el resto de su banda vaporiza cualquier tipo de duda. Desde delincuentes comunes hasta sujetos totalmente despreciables, no hay aquí criminales que en el fondo son buenos.

Lo anteriormente dicho no disminuye un ápice del interés que pueden despertar en los lectores. Al contrario, es extraño encontrarse con una perspectiva tan descarnada de la maldad. Eso, además, realza el contexto, donde el estado chileno apenas está en formación, aún quedan resabios de la guerra que enfrentó a Realistas y Patriotas, y hay zonas completas del territorio que son tierra de nadie. Eso permite que hombres como Atanasio Huerta existan y proliferen.

En resumen, la marginalidad, la pobreza, la falta de educación, la carencia de un sistema protector de sujetos vulnerables o que permite que otros más poderosos (por la ley o en contra de esta) abusen de los demás. La Leyenda de Atanasio Huerta, con su historia, recuerda que lo esencial del género western no es la ubicación geográfica o la época en la que se desarrolla. Lo esencial es el estado de desamparo que se encuentran sus personajes. Y eso atraviesa muchos países, muchos contextos, muchas sociedades.

http://www.youtube.com/watch?v=98XJgT3SMqk

Gracias a eso, es posible la existencia de un western chileno ambientado en el año 1824. Y también sería posible la existencia de uno en esta época, por ejemplo, si estamos dispuestos a omitir los caballos, las pistolas al cinto o los sombreros.

Últimas palabras

Hay varias cosas que me gustaría destacar de esta novela, pero a modo de epílogo me centraré en dos.

Primero, destacar el diseño del tomo, que alude desde la portada hasta las páginas al género al que pertenece. Que la portada se asemeje a los afiches de las películas western clásicas, sumado al talento de José Canales, es un acierto total. También cuenta con ilustraciones interiores y un mapa de la zona de Chile por la que se mueven los personajes.

Segundo, la calidad de la prosa con la que está escrita. Es el primer libro de Patricio Araus, pero eso no se percibe ni un poco en el estilo. Sabe cuándo utilizar un lenguaje elevado, apropiado para el narrador, y cuándo usar modismos que hacen aún más reales a sus personajes. Está perfectamente ambientado, aunque el autor no haya procurado volver el libro un ensayo de Historia. Usa todo aquello que le sirve para potenciar el relato, sin volverse árido en ningún momento.

Debido a todo eso, La leyenda de Atanasio Huerta merece un mayor reconocimiento, ya que es una excelente muestra de lo que los escritores chilenos pueden hacer en torno al western. Y, por supuesto, nos hace poner la mira en Araus, que esperemos tenga muchas cosas preparadas para el futuro.