Cine y televisión

Another Round y su brillante crítica al alcoholismo

Jamás dejarán de ser interesantes aquellas obras que critiquen los aspectos de nuestra sociedad. Sin embargo, muchas de ellas tratan de abordar más de lo que deberían y fracasan o terminan convirtiéndose en fábulas mediocres.

Afortunadamente, los daneses Thomas Vinterberg y Mads Mikkelsen no nos dieron una película de aquellas, al contrario, nos regalaron una de las mejores producciones del 2020. Mezclando temas como la crisis de los cuarenta, el alcoholismo y la normalización del mismo.

La romantización del alcoholismo

La historia que se nos plantea es, a primera vista, bastante simple. Y en el desarrollo la misma tampoco tiene demasiados giros sorprendentes o que nos vuelen la cabeza. Así, la trama parte con una secuencia que parece sacada de un videoclip: adolescentes bebiendo y viviendo al máximo una noche sin respetar nada. Ello junto al tema principal de la película, «What a Life».

Luego se nos presentará a nuestro real protagonista, haciendo una oposición muy notoria: Martin y sus amigos, profesores de los adolescentes que vimos al inicio. Todos son aburridos, desganados y malos profesores sin vocación. De todos, nuestro protagonista tiene problemas similares con su familia, donde la cena parece un trámite y su esposa una desconocida. Con ello, un día el grupo de amigos decide realizar un experimento basado en un ensayo filosófico: beber hasta el punto de estar las veinticuatro horas de toda la semana con un nivel de alcohol del 0,05 en la sangre. ¿La excusa? Esperan que con ello sus vidas mejoren y expriman todo su potencial como personas.

Y cómo no, su experimento funciona. De pronto, todos están más alegres, Martin socializa mucho más con sus camaradas, sus clases se vuelven magistrales y su familia tiene una segunda oportunidad. Aquí la dirección de Thomas Vinterberg juega un trabajo fundamental. Por ejemplo, en las clases de Martin, usaba un único plano que se movía de un lado a otro. Luego, cuando ya comienzan su experimento, la misma dirección se vuelve más ágil: busca planos cerrados para captar su cambio y sus nuevas expresiones, la cámara deja de ser tan estática y comienza a moverse con más fluidez sobre el salón de clases.

Entonces ¿todo mejora estando borrachos? Ya quisiéramos. Aquí es donde se lanza la crítica principal de toda la película y que se extiende hasta el final: la romantización del alcoholismo.

Evidentemente no podemos obviar cómo Martin requiere del alcohol para poder estar bien en su vida, y a veces, para encajar en la misma. Sin él, se siente enajenado de la sociedad. Él era el único que no bebía al comienzo y era el que menos hablaba en las juntas, sin mencionar que parecía ser el más miserable de todos.

El mundo actual, tal y como trata de reflejar la película, parece ser demasiado cohibido, donde se necesita más a menudo de lo necesario el alcohol para poder socializar, e incluso para pasarla bien con sus seres queridos. Pareciera que la fiesta requiere del alcohol, y si se rechaza, quedas excluido. Como si el sentimiento de comunidad necesitase de la borrachera.

De todas formas, esto es algo más marcado en Dinamarca, donde la taza de muerte por alcoholismo es la segunda más grande de toda Europa. Pero que, aún así, no deja de ser algo normalizado que se extiende en todo el mundo.

La misma película se encarga de mostrar esto, pasando de secuencias de fiesta y felicidad a otras vergonzosas y patéticas. Para todo esto, la actuación de Mads Mikkelsen es fundamental. Su interpretación como Martin es magistral. De principio a fin sentimos toda la miseria de nuestro protagonista y queremos que triunfe en sus planes gracias a su actuación.

Inevitablemente la tragedia comienza a llegar, y aquí es donde el director toma la decisión más inteligente de todas: no convertir la película en una fábula. Esto en el sentido que no hace que sus protagonistas se muestren totalmente arrepentidos de sus actos y al final elijan redimirse para ser mejores personas. Al contrario, la secuencia final es una tragedia maquillada de alegría. Regalándonos así, la mejor escena de la película. Con un Mikkelsen desatado, junto a un bailoteo increíble a sus 55 años y acompañado del mismo tema que abrió la película, «What a Life».

Así concluye una de las mejores películas del año 2020, que sin lugar a dudas debe de estar nominada para la temporada de premios que se acerca. Y de no hacerlo, podremos asumir que nuevamente el hermetismo de Estados Unidos ha despreciado al extranjero. Pero al menos podremos beber un trago para pasar las penas.

Felinesio

Distópico por naturaleza y tengo 20 años de puro caos. Veo películas, series y duermo, a veces escribo también ¯\༼ •́ ͜ʖ •̀ ༽/¯

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