Un repaso por la trilogía de El Hobbit

Un relato de altos y bajos. Peter Jackson empujando a "El Hobbit", la trilogía precuela de una de las más grandes sagas de todos los tiempos.

Escrito por Nicolás

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La gestación de El Hobbit, allá por el lejano 2010, resultó ser un tanto caótica, con involucrados como Guillermo Del Toro abandonando el proyecto, una productora con urgencia por ver su producto y un Peter Jackson haciendo todo lo humanamente posible para sacar su esto adelante. Todo un enjambre de dinero, acuerdos y polémicas dio a luz lo que hoy conocemos como la trilogía precuela de El Señor De Los Anillos.

Sin haber llegado a causar el impacto que su predecesora obtuvo, hoy, a casi diez años del estreno de su primera parte, analizamos (y hasta cierto punto, defendemos) aquello que Peter Jackson intentó levantar pese a todas las dificultades.

Dos puntos a considerar…

En primera instancia hacer cualquier tipo de comparación con la trilogía original de El Señor de Los Anillos sería totalmente injusto. Ambas son un fiel reflejo de su tiempo, lo que es un punto importantísimo a considerar debido a que se logra ver con claridad el tipo de industria a la que cada una responde. Con una primera trilogía más cercana a lo analógico y al intenso cuidado cinematográfico, y por otro lado se encuentra El Hobbit, con el peso de su antecesora sumado a la inmediatez de la época, las redes y la espectacularidad digital primando por sobre todo.

En segundo lugar, guardando relación con lo anterior, todo aquello que sea mencionado es referente específicamente a lo visto en pantalla. Siendo El Señor de Los Anillos la icónica obra que es y habiendo logrado lo que logró, juzgar a El Hobbit por lo que no es o por lo que pudo ser, sería solo ponerla en desmedro. Y es que ante todo esto nace la pregunta: ¿Es realmente replicable lo que hizo Peter Jackson? Teniendo como referente los múltiples intentos por volver de Star Wars o incluso la nueva Dune de Denis Villeneuve. ¿Es posible?

Jackson dirigiendo El Hobbit

Propios Méritos

Es una pena encontrarse ante esta negativa, pero es igualmente importante reconocer los propios méritos de la trilogía de El Hobbit, al mismo tiempo que vamos descargando aquella pesada carga que lleva arrastrando por detrás. Ciertamente uno de los puntos más fuertes de las tres películas es su elenco. Ian McKellen repitiendo un maravilloso Gandalf, Richard Armitage como Thorin, una de las piedras angulares del relato, y el maravilloso Martin Freeman (Fargo) como Bilbo Bolsón. Este último, si bien realiza una actuación dentro del rango que acostumbra, aquí encaja perfectamente.

Otro gran punto a favor es el regreso de su director, Peter Jackson, quien realmente lucha contra la gran sombra que tiene por detrás, esforzándose por entregarnos una expansión de lo ya conocido a la vez que intenta replantear su base y el tratamiento cinematográfico. Lamentablemente no logra esto con creces, siendo absorbido por la época y los estresantes requerimientos de producción. Esto no necesariamente significa que no logre crear momentos. Quizás no sean tan importantes ni épicos pero sí se defienden con bastante competencia.

Cada final de metraje, por ejemplo. Con un viaje inesperado sellando el destino de Bilbo y la compañía como compañeros y amigos, además de una contundente aparición de Gollum. En La Desolación de Smaug con un final totalmente descorazonador, culminando la mitad de la aventura con una intensa pregunta… ¿Qué hemos hecho? posterior a un gran intercambio entre Bilbo y el dragón Smaug, donde Martin Freeman se luce.

Y remata con el cierre total del arco de Bilbo en La Batalla de Los Cinco Ejércitos, con el pequeño Hobbit invitando a cada enano a su hogar, prometiéndoles sus puertas abiertas a quienes en un principio rechazó y negó. De esa manera se completa la transformación desde a un hogareño acomodado a un total aventurero.

Sin duda el viaje de Bilbo resulta ser de lo más interesante en la trilogía. Incluso cuando decae fuertemente en su última parte, nunca deja de ser atractivo ver este vasto mundo a través de los ojos de un Hobbit tan carismático como lo es Bilbo Bolsón. Desde su perspectiva conocemos un universo que habla del poder y cómo corrompe no sólo al hombre, sino que a toda clase de criaturas, posando la esperanza sobre una pequeña y simple existencia.

Decae

Así como en pantalla vemos a ratos la inmensidad de una aventura, en otros momentos presenciamos también la decadencia de un relato. Es difícil no preguntarse el por qué de una trilogía floja en vez de dos partes sólidas. Y al hablar de este punto se entra quizás en él “podría haber sido” o “lo que no fue”. Pero es el mismo relato el que evidencia una débil estructura, restándole importancia a momentos con acción desmedida, exponiendo información de manera reiterativa y contradictoria, e intentando armar uno de los peores romances vistos en la pantalla grande.

Kili y Tauriel son una pareja olvidada por el guion. Su primer encuentro tiene cierta gracia y promete algo. Pero a medida que avanza la saga debemos suponer que se han jurado amor eterno por alguna razón, como si todo su vínculo hubiera sido desarrollado fuera de foco, volviendo anticlimático el final de Kili y el llanto de Tauriel. De esta manera la película desperdicia aquello que estaba ahí mismo en pantalla: un interesante arco sobre dos razas con rivalidad jurada enamorándose, rompiendo fuertemente el conservadurismo de Tolkien y la Tierra Media.

A lo anterior se suman subtramas que no terminan de cohesionar con el relato principal, y que más bien se sienten como requerimientos de producción un poco insultantes para el público, las que fuerzan conexiones con la primera trilogía para que no queden dudas de que estamos hablando de El Señor de los Anillos. Lo que a veces no ocurre al dejar que su mundo hable por sí solo. Pero en esta dilatación del relato, y sobre todo en la tercera entrega, se ve y se siente el poco peso dramático de estas decisiones.

Disfrutar

Pese a los constantes tropiezos de la narración en la trilogía, resulta entrañable el viaje de Bilbo en compañía de los 13 enanos. Las dificultades del camino recorrido van llenando de capas (no de muchas, pero sí de las suficientes) el mundo propuesto por El Hobbit, dándole un carácter e identidad propia al relato, que mientras más lejos se encuentra de El Señor de Los Anillos mejor se percibe.

No puedo si no disfrutar del vasto mundo de la Tierra Media. Siempre será un deleite ver la Comarca, aquellos oscuros bosques, el conflicto inherente al poder. El Hobbit fue todo lo que podíamos esperar que fuera, luego de un hecho irrepetible que marcaría la historia del cine y de la fantasía audiovisual. 

Con una visión “ligera” de la épica y altas expectativas puesta en ella, la trilogía supo defenderse de más a menos. Nos atrajo y atrapó en un comienzo, pero terminó abandonándonos y abandonándose a la mitad, para culminar con un final que se mantiene casi por el solo compromiso del espectador. Compromiso que a modo personal creo que se merece, y le debemos a la saga.