¿Qué pasa con el romance LGBT+ en animación?

Durante el mes del orgullo, revisamos cómo ha sido retratado el romance LGBT+ en series animadas durante los últimos años.

Escrito por Pía Marian

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Advertencia: La siguiente nota contiene spoilers de todo tipo de las siguientes series: Star vs las fuerzas del mal, Phineas y Ferb, Avatar: La leyenda de Aang, Avatar: La leyenda de Korra, Voltron, Clarence, Bojack Horseman y Hora de Aventura. Se recomienda discreción.


Hace un tiempo en Comiqueros se habló sobre el queer coding, específicamente en las películas animadas de Disney. La parte buena de todo esto es que Disney no tiene (por suerte) el monopolio de todo el entretenimiento animado, así que podríamos llegar a pensar que la relación de este medio ha mejorado con el tiempo, ¿verdad?

La respuesta es un sí, pero lo ha hecho a pasos de bebé, tan cortos que aún estando en el año 2020 queda mucho por avanzar. En esta nota, dejaremos de lado el cine animado para centrarnos en las series.

Una breve parada antes

Antes de hablar sobre la representación LGBT+ en este tipo de producciones, tenemos que detenernos en el romance heterosexual para hacernos una idea de cómo suele tratarse el tema bajo una lente que siempre ha tenido luz verde para mostrarse.

La realidad es que, dentro la animación pareciera que hay una terrible maldición que se cierne sobre cualquier obra que ose hablar de amor.

Es increíble la cantidad de series donde el romance entre dos personajes es algo tan poco relevante que se le patea constantemente como si fuera una molestia, sale únicamente de fondo sin aportar nada o termina por comerse la obra en general.

Lo primero lo podemos ver incluso en grandes series como Avatar: La leyenda de Aang. El romance entre Aang y Katara es el punto más flaco de la serie porque llega a ser irrisorio cómo el enamoramiento entre ambos no llega a nada hasta el beso del final, como si la serie fuera incapaz de conciliar la trama con dos personajes siendo pareja. 

En el segundo caso existen ejemplos a patadas, enamoramientos que surgen de la nada y que no llegan a nada, como es el caso de Ferb hacia Vanessa en Phineas y Ferb, o de Wirt a Lorna en Over the garden wall, en el episodio “El repicar de la campana”. Ninguna de estas situaciones aporta más que miraditas y cachetes sonrojados.

Finalmente, hay casos como el de Star vs las fuerzas del mal, donde la relación entre sus dos protagonistas, Star y Marco, no solo acabó por opacar la trama principal y crear un efecto dominó que destruyó a muchos de sus personajes, sino que también hizo que nos entregaran uno de los peores finales en animación moderna.

Luchando contra la mala escritura y el aprovechamiento

Seamos honestos, la animación está en manos de gente con corbata y el capitalismo tiene su postura bastante clara sobre las ideologías o movimientos underground: si no puedes con ellos, véndelos. Las grandes casas de animación ven al colectivo LGBT+ como eso, clientes potenciales ansiosos de verse reflejados en sus personajes, que consumirán cualquier cosa que les lancen mientras se encuentre envuelta en papel de regalo arcoiris.

Si el romance heterosexual suele ser un desastre, el LGBT+ tiene que enfrentarse a pésimos guionistas, productoras que quieren mantener contento a todo el mundo y a quejas que tildan toda forma de aparición como “inclusión forzada” (pero solo cuando es parte de la comunidad, porque si fuese heterosexual, la queja solo sería que está mal hecho, en el mejor de los casos).

Primero, se dan esas relaciones pasadas por debajo, que caminan al filo entre una amistad íntima y el amor romántico, pero que no se atreven a confirmar nada.

Un ejemplo de esto es el capítulo «La máscara», de Coraje, el perro cobarde, donde nuestro protagonista trata de reunir a un par de supuestas amigas que fueron separadas por la relación tóxica de una. El episodio nos vende la relación entre Kitty y Bunny como una honesta amistad, pero diálogos como el novio de la coneja recriminando que “aún piensa en Kitty” y ambas mujeres huyendo hacia el horizonte en un tren mientras se abrazan son bastante sugerentes. 

Después tienes problemas como lo ocurrido en la serie Voltron, donde se nos revela que Shiro, uno de los protagonistas, es homosexual, revelación que terminará matando al personaje porque, a partir de ese momento, deja de ser importante. A eso se le suma que la muerte de su ex-novio Adam no tiene ninguna repercusión emocional para él, y al final lo vemos casándose con Curtis, personaje con el que no forma ninguna relación durante la serie, la que sí tuvo tiempo para darnos algo del romance entre la princesa Allura y Lotor o Lance.

Sumado a todo esto, tienes la que parece ser la última ofensa: decir de forma externa que dos personajes pertenecen a la comunidad sin que la serie hable por sí misma. Esto ocurrió con el final de la serie Avatar: la leyenda de Korra, donde, tras no haber podido establecer la relación entre Korra y Asami, Nickelodeon salió a “confirmar” que en efecto ambas eran una pareja, aunque fueron incapaces de darnos un beso o siquiera unas manos con los dedos entrelazados en el final. 

Llegados a este punto, pareciera que la única forma en que pueden darnos una pareja LGBT+ funcional es en el fondo, con personajes secundarios a los que les entrega pantalla de forma ocasional, pero que no toman demasiado protagonismo.

Ejemplos de esto son Ej y Sue Randell, las madres de Jeff Randell en la serie Clarence, a las que podemos ver varias veces con su hijo e incluso teniendo momentos familiares que valen la pena destacar en algunos capítulos.

Una batalla con futuro 

Adelantando una posible reacción, cabe destacar que todos los problemas nombrados no son algo de los árboles, sino del bosque. No se trata de exigir, pistola en mano, que Callum o Rayla hubieran sido personajes LGBT+ en lugar de ser pareja, pero cuando puedes nombrar tantos ejemplos donde las cosas salen mal, es inevitable sentir que hay algún problema detrás cuando miras las cosas en conjunto.

La parte buena, es que hemos tenido varios avances.

Por una parte, tenemos el final de la serie Hora de aventura, la que sí se dignó a confirmar la relación amorosa entre Marceline y Bonnibel en el último capítulo, dándonos un beso que se le venía atragantando desde muchísimos episodios atrás. A pesar de que peca del mismo problema de “patear la pareja hasta el final”, al menos tuvo la decencia de cosechar lo sembrado.

Luego tenemos a Todd de Bojack Horseman, personaje que, durante la serie, no solo descubre, también acepta su asexualidad. Este proceso de autodescubrimiento es tratado con toda la importancia que merece, al fin y al cabo, la sexualidad (o la falta de ella) es una parte importante en la vida de un ser humano.

Finalmente, podemos destacar el gran trabajo de Rebecca Sugar en Steven Universe: desde la relación estable basada en la confianza y el cariño entre Zafiro y Ruby, pasando por el desamor de Perla hacia Diamante Rosa para finalizar con la metáfora de las relaciones tóxicas que son Jasper y Lapislázuli. Porque, al fin y al cabo, las relaciones LGBT+ no son diferentes a las heterosexuales, pasan por los mismos procesos y problemas.

Viendo todo esto no es irrealista pensar que llegará un momento donde las relaciones LGBT+ tendrán la misma libertad que las heterosexuales para mostrarse y desarrollarse. Quién sabe, tal vez esta búsqueda de llegar a un público más amplio termine por darnos mejores romances en general.