¿Por qué leemos cómics?

No importa si es DC o Marvel, si es Superman, Spiderman o Batman. Nos gustan los comics, pero ¿por qué los leemos?

Escrito por Esteban Beaumont

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Si lo pensamos en frío, es bastante cuestionable que un adulto lea una historia de hombres en calzoncillos sobre el traje peleando contra una estrella de mar gigante. Pero aun así, la industria de los cómics mueve a miles de miles de fanáticos y fanáticas (algunos incluso crean páginas web donde escriben de ello). ¿Por qué leemos cómics? Para intentar dar con alguna de las muchas respuestas que puede tener esa pregunta, hay que adentrarnos en los primeros cómics que leímos.

Las viñetas cómicas acompañan infancias desde hace años, Condorito, Mafalda, Garfield o Snoopy, son tiras que aparecían en los diarios y eran vendidas en los kioscos, acceso inmediato para ir fomentando la lectura, posta que después tomaban Asterix, Tin Tin u Ogú y Mampato.

Entre el cine y la literatura

Es demasiado infantil para ser literatura y demasiado aburrido para ser cine, el cómic se pasea entre dos mundos que no permiten a esas hojas con dibujos y globos de texto ser habitantes. Tal vez por eso no hay tantas adaptaciones al cómic de clásicos literarios y cinematográficos. ¿Cómo se vive siendo transmundano? 

Los cómics aprovechan esa falta de definición y apuestan a esas dos cosas, un texto que en poco transmite mucho y una imagen que tiene que lograr que el cerebro complete lo que falta. Algunos se aventuran a decir que no es ni literatura, ni cine, sino que es arte. Con eso agregamos una tercera categoría y sin ser nada, los cómics son tres cosas. Pero si están en esta página es porque lo dicho ya lo saben y aún no se responde la pregunta que titula esta nota. 

Es distinto justificar el leer a From Hell de Alan Moore que la última grapa de Spiderman. En base a eso responderemos la pregunta, son los superhéroes los que tienden a cuestionar la edad mental de los lectores. 

Más que onomatopeyas

Probablemente hay algo de nostalgia en la respuesta, ese Ogú y Mampato en Rapa Nui se transformó en Batman Año Uno. Cambiamos la fuerza de Asterix por la de Superman y Calvin and Hobbes le dejó terreno a Black Panther. Fueron los superhéroes los que nos acompañaron y nos sacaron de este cruel mundo lleno de guerras, tristeza y cruda realidad. Aunque los problemas de los cómics eran peores, sabíamos que en la última página el héroe nos salvaba

Sí, sé que es injusto comparar nuestro mundo con uno invadido cada semana por algún tirano intergaláctico. Pero al final del día siempre aparece un héroe con los calzoncillos sobre el traje para salvar a la pobre damisela en peligro. Hoy nos gustaría que existieran los héroes. Dr. Manhattan podría acabar con el coronavirus de solo pensarlo, Bruce Wayne y Tony Stark hubieran tenido la vacuna lista en horas y Flash hubiera corrido cruzando la barrera espacio-tiempo para evitar que el virus se expandiera.

¿Y si ese héroe somos nosotros? Guardando las dimensiones por supuesto, pero así fueron creados. Por eso mismo Spiderman fue un éxito, porque era el amistoso vecino, no un dios nórdico en la Tierra. Stan Lee lo pensó como un joven más, un joven que podría existir y si podía existir, podría ser el lector.

Tal vez por eso leemos cómics. Nos dan esperanza, nos motivan a ser mejores. Nunca tendremos un Superman, pero sí podemos tener miles de Clark Kent. ¿Quién no se sintió más feliz después de leer a Mafalda o a Calvin and Hobbes? Mientras nos siga inspirando, se seguirán imprimiendo grapas. ¿Y porque tenemos que renunciar a la inspiración cumplida cierta edad? ¿Acaso a los 40 no necesitamos inspiración? Tal vez necesitamos a los ideales de los X-Men en la vida adulta, que siendo unos niños sin preocupaciones. Ya lo dijo G. K. Chesterton: “Los cuentos de hadas son ciertos. No porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que podemos vencerlos”.