Last Night in Soho: Edgar Wright desatado

La nueva película de Edgar Wright mezcla el terror clásico con su talento para usar la edición y la música para crear atmósferas

Escrito por NaxMal

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La nueva película de Edgar Wright, director de películas como Baby Driver, Shaun of the dead, Hot Fuzz y The World’s End (estas últimas tres forman su propia trilogía), entre otras, es una de las más esperadas de los recientes estrenos.

Sus anteriores películas fueron comedias que pusieron al Wright en la órbita del cine pop y con las que llamó la atención de un público al que le gustan las historias graciosas (sin ser necesariamente comedias… todas) y, con un sello que el director, guionista, actor y productor, supo darle, llevado de la mano con una forma de edición muy original, un soundtrack potente y bien elegido, una paleta de colores llamativa, brillante y una dirección de arte que se preocupa hasta el más mínimo detalle. Sin olvidar, por su puesto, tiros de cámara que forman parte fundamental de su cine y buscan contar una historia en sí misma, sin la necesidad de un diálogo explicativo, dejando trabajar al espectador, sin subestimarlo y dándole la posibilidad de encontrar sus propias lecturas.

En otras palabras, trata a su audiencia como gente inteligente, no les entrega la tarea lista.

Este último punto es importante en su nueva película Last Night in Soho, que de comedia tiene poco (en comparación a la mayor parte de su filmografía). Cuenta la historia de Eloise, interpretada fantásticamente por Thomasin McKenzie (Jojo Rabbit), una estudiante de diseño de vestuario, que del campo se va a Londres para estudiar la carrera de sus sueños. Al no poder congeniar con sus compañeras de residencia, decide buscar un nuevo alojamiento y arrienda una habitación en un edificio ubicado en el barrio de Soho.

Allí es donde la vida de Eloise, que está marcada por el suicidio de su madre y la desaparición de su padre, da un giro, ya que, por las noches, mientras duerme, sueña y vive la vida de Sandy, una aspirante a cantante de los años 60’, interpretada por Anya Taylor- Joy (The Witch, Emma, Split y “las empanaaadas”).

Ambas vidas se entrecruzan y conviven entre los sueños y la realidad, cosa que Eloise a veces no puede distinguir.

Sí, tal vez la película no es perfecta, pero eso da lo mismo cuando es capaz de atraparte con sus imágenes, dejándote casi hipnotizado. Es que definitivamente uno de los mejores talentos de su director es hacer escenas y encuadres hermosos a la vista, haciendo de Last Night in Soho, sea un deleite visual y auditivo. Este último punto se destaca porque durante la hora y 56 minutos que dura la película, el 99% está musicalizada con canciones de la década de los 60´ (pero no de The Beatles, los derechos de sus canciones, así que no se hagan esa ilusión), elegidos pulcramente para cada momento. No sobra ninguna canción y cada una tiene una importancia dentro de la trama (bien ahí, Eduardo).

Wright logró acertar donde otros han fracasado miserablemente, como traspasar géneros cinematográficos, colores vívidos e, incluso, mezclarlo con un aroma a terror clásico, de ese buen terror que se hacía por esos lares en los años 50’ y, obviamente, 60’.

La película es capaz de transportarnos a la época de un lugar que probablemente ni siquiera conocemos, pero lo hace con tanto éxito que nos sentimos en aquel lugar. En ese sentido, el casting de Taylor-Joy es perfecto. Con su sola presencia, es capaz de transportarnos allí, cantando o bailando.

Si no me creen, dejaré este clip aquí…

Pero no crean que Thomasin McKenzie se queda atrás, para nada. Su actuación está a la altura de su reflejo y capaz de llevarnos desde la ternura con su voz a veces imperceptible, hasta el terror de sus gritos desgarradores, que se clavan como un cuchillo en la garganta (referencia de la peli, vayan a verla y entenderán).

En definitiva, Last Night in Soho es una película traída desde otro tiempo, siguiendo los aprendizajes de la vieja escuela, mezclando el existencialismo de una protagonista perdida en un nuevo mundo, el color como expresión emocional (el detalle del neón rojo titilante en la pieza de Eloise, ufff) y el auto castigo como estandartes.

Ser capaz de verte en el espejo y verte a ti misma quizás es el simbolismo más obvio, pero a la vez más importante de la película.

No necesitas ser alguien más.