La imagen sobreviviente. El Drácula de Coppola, entre Cristo y Durero

Analizamos el caso de la cita al autorretrato de Durero en el Drácula de Coppola, la imagen sobreviviente a través de océanos de tiempo

Escrito por Orin

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El sociólogo y académico chileno Alberto Mayol, en su más reciente libro titulado 50 leyes del poder en El Padrino. De Maquiavelo a Coppola a través de Puzo, plantea, entre muchas otras, la interesante idea de que El Padrino se compone de cuatro obras, la novela de Mario Puzo y las tres películas de Francis Ford Coppola.

Lo anterior resulta interesante porque propone una concepción indivisible de la obra, una perspectiva integral donde la producción cinematográfica no queda relegada a la mera “adaptación” de la fuente literaria, sino que ambos formatos se unifican para conformar una sola historia. Es decir, El Padrino deviene obra en la medida en que la narrativa de Puzo se complementa con la cinematografía de Coppola; Vito Corleone se completa como personaje al alero de la interpretación de Marlon Brando.

En este artículo queremos plantear una idea semejante en relación al trabajo de Francis Ford Coppola interpretando audiovisualmente el Drácula de Bram Stoker. Aplicaremos la misma tesis de Mayol para analizar la película de 1992, o sea, sostendremos que la versión cinematográfica del director estadounidense completa la obra que tuvo su primera versión en 1897.

Este ejercicio podría abordarse desde múltiples aristas, sin embargo en esta ocasión nos centraremos en un elemento que podría parecer un simple detalle, pero que es un factor fundamental para comprender la visión y el aporte de Coppola a la mitología de Drácula. Nos referimos a la cita al autorretrato del artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer), visible en una de las escenas de la película.

Drácula como Durero, Durero como Cristo

Tanto en la novela como en la película, tras arribar y alojarse en el castillo de Drácula, el procurador Jonathan Harker entabla una conversación con el Conde en la que este le narra orgulloso las hazañas de su estirpe. Originalmente, Stoker sólo relata el monólogo en el que el vampiro liga su sangre con el mismísimo Atila el huno; pero es Coppola el que escenifica el episodio con un gran comedor decorado, entre otras piezas de arte, por un suntuoso retrato que cuelga en uno de los muros.

La pintura es una cita directa a la obra de Alberto Durero (1471-1528), el Autorretrato con pelliza que realizó en 1500 a la edad de 28 años. El cuadro es una cita en la medida en que no es una reproducción idéntica al retrato de Durero, sino que la imagen presenta los rasgos fisonómicos de Gary Oldman, el actor que encarna al Conde en la película.

Esta cita no es un mero detalle ornamental; por el contrario, funciona como un recurso temporal. La presencia del retrato evidencia la longevidad sobrenatural de Drácula, lo que es reforzado por el comentario de Harker: “¿Es un ancestro? Noto cierto parecido”. Las y los espectadores, a diferencia del protagonista de la novela, sabemos que se trata del Conde que ha vivido condenado por siglos. Pero, ¿qué implicancias narrativas conlleva reconocer la cita a la pintura de comienzos del siglo XVI?

Alberto Durero, Autorretrato con pelliza, 1500. Técnica mixta sobre tabla, 67 x 49 cm.

Y es que Durero, el maestro indiscutido del Renacimiento alemán, además de demostrar su destreza retratándose frente a un espejo, también realizó una cita: para su autorretrato, el artista tomó como fuente las representaciones medievales de Jesucristo como el Salvator Mundi.

Salvator Mundi, 1100-1150, mosaico bizantino

Respecto del “blasfemo” acto de representarse a sí mismo como Cristo, el historiador del arte Erwin Panofsky nos aclara:

La moderna concepción del arte como cuestión de genialidad había adquirido una significación profundamente religiosa que implicaba una identificación mística del artista con Dios.


Vida y arte de Alberto Durero. Madrid: Alianza Forma, 1995, p. 69

Ahora bien, si el objetivo de Durero era asemejar su capacidad creativa con la de Dios, ¿qué simbolizaría la igualación de Drácula con Cristo? Es aquí donde toman relevancia los aspectos añadidos por Coppola a la mitología del Conde vampiro, que no son originales de la novela, a saber, la vinculación del personaje con Vlad Tepes.

La imagen sobreviviente a través de océanos de tiempo

Si bien la historia de Vlad III de Valaquia (1431 – c. 1476) o Vlad Draculea, más conocido como Vlad el Empalador, fue una de las fuentes que inspiraron a Bram Stoker para concebir a su vampiro, lo cierto es que, en la novela, la identificación con el príncipe queda relegada sólo al nombre Drácula y a su maligna crueldad.

Drácula deriva efectivamente Draculea, el título otorgado a Vlad III luego que su padre, el príncipe Vald II, ingresara a la Orden del Dragón (Drac en húngaro) en 1428. Por tanto, Draculea significaba “hijo de Dracul”, sin embargo para los rumanos aquel término no designaba a la figura mitológica del dragón sino directamente al diablo.

Fotograma de Drácula de 1992, momento en el que el profesor Van Helsing descubre la identidad milenaria y macabra del Conde.

Coppola es quien estableció la conexión explícita con la leyenda de Vlad Tepes, legándola al saber popular y definiendo así a Drácula como el “hijo del diablo”. Esto último, más que formular una filiación entre el personaje de Stoker y la figura mitológica cristiana, señala la condición maldita del Conde y su rebelión en contra de la religión.

Considerando estos antecedentes, la cita al autorretrato de Durero, que a su vez cita a las representaciones medievales de Jesucristo como el salvador del mundo, cobra una interesante relevancia. Drácula retratado a semejanza de Durero opera como un ejercicio sarcástico, como la usurpación de la imagen del salvador por su opuesto y declarado rival. Mientras el artista alemán glorificaba la voluntad y capacidad creadora con su pintura, el Drácula de Coppola se apropia de la imagen para ridiculizarla y perpetuar su promesa de destrucción.

Como podemos ver, Francis Ford Coppola, al igual a como lo hizo con El Padrino, completa la obra de Bram Stoker atando los cabos sueltos dispuestos por aquella fuente inspiradora inicial. Desde nuestro punto de vista, ninguna otra producción cinematográfica logra superar la mera adaptación para erigirse, en cambio, como la segunda pieza que conforma una obra integral.

Drácula deviene obra en la medida en que la narrativa de Stoker se complementa con la cinematografía de Coppola; el Conde Drácula-Vlad Draculea se completa como personaje al alero de la interpretación de Gary Oldman. Y en esta trama de referencias, el autorretrato de Durero se instituye como una imagen que sobrevive a las olas del tiempo, irrumpiendo, fluyendo y metamorfoseándose en los diversos contextos para anexarlos a épocas míticas pero no ajenas.