La Cumbre Escarlata y la novela gótica

En 2015, el aclamado director Guillermo del Toro estrenó La Cumbre Escarlata, una película que reescribe los preceptos de la novela gótica.

Escrito por Pía Marian

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Advertencia: esta nota da por sentado que has visto la película y da spoilers de absolutamente todo.


Estrenada en 2015, dirigida por la genial mano de Guillermo del Toro y escrita por este junto a Mathew Robbins, La Cumbre Escarlata no consiguió duplicar su presupuesto en recaudación a pesar de su excelente reparto protagónico, compuesto por Mia Wasikowska, Tom Hiddleston y Jessica Chastain.

Esto se debe a que su trabajo de marketing la vendió como una película de terror, cuando, según palabras de su director, “se trataba de un romance gótico”. Ahora, aunque se podría decir que es Del Toro quien tiene la última palabra sobre esto, cierto es que La Cumbre Escarlata cumple prácticamente todas características de la novela de horror gótico.

Rubia, hermosa y virginal

Edith Cushing, la protagonista, encaja perfectamente dentro del arquetipo de mujer que se presentaba en este tipo de textos, pero con un lavado de cara que permite su actualización para hacerla menos degradante como estereotipo femenino.

No solo es atractiva fisicamente —aunque su belleza no es vista como algo erótico—, su bondad es capaz de tocar el corazón del monstruo de turno (que, en este caso, es humano), se sabe que es virgen hasta posterior al matrimonio y es acosada por los fantasmas del lugar. 

Estas características son complementadas con su intelecto, amor por la lectura y carácter independiente, los que la convierten en un personaje más redondo. Sin embargo, a diferencia de algunos textos de este mismo estilo, este personaje no mantiene su pureza, algo de lo que se hablará más tarde.

Monstruos (y) humanos

A pesar de que la mayor parte de las novelas góticas tienen a un monstruo como un fantasma, un vampiro o esa especie de zombie que es la criatura de Frankenstein para representar lo más bajo de las emociones y pasiones humanas, esta película toma notas de otros lugares.

Los fantasmas de la mansión son más un eco de un acontecimiento terrible que una entidad maligna en sí misma, a pesar de lo mucho que acosan a la protagonista (algo que recuerda bastante a Otra vuelta de tuerca de Henry James). Aunque en dicha novela los espectros sí son seres malignos, también juega durante bastante tiempo con si son reales o no.

El mostrarlos como criaturas menos violentas toma nota de El fantasma de Canterville de Oscar Wilde, una obra que tira más a la comedia, donde el fantasmas falla por completo en sus intentos por asustar a la familia, pero que también acaba por ser salvado por la protagonista.

Al final, los verdaderos monstruos de la película son Sir Thomas Sharpe y su hermana Lucille. Su amor enfermizo se ha cobrado un buen número de víctimas, desde su propia madre hasta las antiguas esposas del joven barón. Aunque no muy común dentro de este tipo de obras, la corrupción moral que acaba por consumir a los personajes se puede rastrear en El castillo de Otranto de Horace Walpole, donde, coincidentemente, también vemos la caída de un noble. 

Otro detalle destacable es que Sir Thomas utiliza su atractivo como un arma, de manera similar a antagonistas como Carmilla o Clarimonde. 

Mariposas, aislamiento y sangre

A pesar de que la nieve teñida de rojo es una metáfora dolorosamente obvia de la sangre derramada en la casa, el estilo de la misma también aporta bastante a la estética propia del gótico.

En esta clase de obras, la arquitectura toma un papel fundamental, funcionando como un reflejo de las emociones desbocadas y la decadencia moral de los personajes: el que alguna vez fue un lugar orgulloso y recto, ahora es un sitio pútrido y espeluznante, como el enfermizo amor entre Thomas y Lucille.

Otros detalles del espacio también contribuyen a ejemplificar la forma en que avanza la relación entre Thomas y Edith: la primera vez que tienen sexo es en la oficina de correos (un lugar bastante más calido y acogedor que la casa), y uno de los momentos más calmados entre ambos, cuando Edith encuentra los antiguos juguetes del joven barón.

A esto se le suma el asunto de las mariposas. Cuando llegan a La Cumbre Escarlata, esta se encuentra llena de polillas negras que simbolizan el control que posee Lucille sobre su hermano. Sin embargo, a medida que la película avanza, se les ve cada vez menos, indicando que este va desapareciendo.

Junto a esta escena, se tiene aquella de Edith y Lucille en el parque, donde se ven las mariposas muertas. Un aviso premonitorio de lo que ocurrirá con la protagonista.

Algunos cambios

A pesar de que, como se revisó antes, La Cumbre Escarlata cumple prácticamente todos los requisitos para ser considerada una novela gótica, posee varios cambios muy propios de la actualización del género.

El primer elemento notable es la perspectiva que tiene la obra sobre el sexo. Debido a la gran cantidad de ETS de la época, la visión que se suele tener de las relaciones sexuales en estas obras es bastante peyorativa, algo que, obviamente no pega demasiado con la actualidad.

A esto se le suma lo que ocurre con Edith: a diferencia de la novela gótica, no teme afear y ensuciar a su protagonista. La mayor parte de estas historias tienden a mantener la pureza de sus doncellas a pesar de traumatizarlas (como ocurre con Laura en Carmilla) o matarlas (como Elizabeth en Frankenstein).

En cambio, no solo es que la apariencia de Edith es cada vez más enfermiza y evidencia su deterioro mental, es ella quien acaba por matar a Lucille. A pesar de que haya sido en defensa propia, ha caído —a la par que dado fin— al espiral de violencia y locura de la familia.

Debido a esto y al hecho de que nadie la consideró una obra de terror —o siquiera cercana al mismo— se vuelve bastante notorio que, a pesar de todo, ya no consideramos a la novela gótica como parte de este género.