En la mente de Alan Moore: Parte uno

Alan Moore es uno de los grandes genios del mundo de los cómics. El creador de Watchmen o V for Vendetta, es amado y odiado.

Escrito por Esteban Beaumont

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Esta nota podría partir con los típicos adjetivos tan manoseados a la hora de calificar un genio: figura, rupturista, virtuoso, ídolo de multitudes. Todas caen de cajón en lo que es y ha sido Alan Moore, pero para calificar al hombre que cambió la industria de los cómics se hace poco esas palabras.

Alan Moore tiene claro que su vida cambió cuando tenía 16 años. Su historia es tan clásica que se contrapone con sus novelas gráficas, todas inéditas. El típico joven conflictivo que fue expulsado de su escuela. La brigada local de antidrogas de Northampton (Reino Unido) se podría haber convertido en su más grande rival si, años después, DC Comics no le hubiera quitado toda su propiedad intelectual. Tal vez si no hubiera sido expulsado, Moore se hubiera convertido en un trabajador común y corriente, consumiendo entretenimiento de 20 minutos mientras espera a morir. Contrario a eso, la marihuana y pequeñas dosis de LSD fueron detonantes de la creación del guionista de cómics más reconocido de la historia.

Su larga barba y pelo, que crece como hiedra desde su cabeza hasta su baja espalda, se han convertido en el sello de Alan Moore. Para completar su outfit tenemos los, al menos, cuatro anillos que acompañan sus manos (ha llegado a usar diez), que incluyen uno con forma de escorpión. Convencido de entregar al lector lo que necesita, no lo que ellos quieren (según él si supieran lo que quieren serían escritores) Moore es crítico, misterioso y polémico. 

Primer acto: Su obra

Desde su concepción, los cómics de superhéroes tenían un público objetivo en los niños. La influencia de la colorida serie del Batman de Adam West afectó de sobremanera las viñetas de las dos compañías más grandes del mundo. Marvel y DC Comics entregaban historias semanales entretenidas donde el superhéroe con calzoncillos por fuera del disfraz le daba una paliza a un ridículo villano. Fue en 1983 cuando DC se hizo de un joven cerebro inglés llamado Alan Moore entregándole la opción de tratar de revivir a Swamp Thing, un personaje venido a menos del cual no se esperaba nada. “El Hombre del Pantano” se convertiría en una historia con temas sociales y medioambientales, todo acompañado con una atmósfera de terror y fantasía.

El éxito no solo significó que Moore creara historias para Superman o Batman (ambas dos catalogadas entre las mejores creaciones de los personajes) sino que permitió que las grandes compañías reclutaran en Europa a jóvenes escritores. Alan Moore es responsable indirecto del salto a la fama de Grant Morrison, Jaime Delano o Neil Gaiman, todos guionistas que aparecen en cualquier ranking de autores de cómics.

Pero fue en 1986 cuando Alan Moore creó su ópera prima, la novela gráfica más galardonada de todos los tiempos. Watchmen le dio una nueva vida al género superheroico, una vitalidad que ya había perdido entre tanto color y onomatopeyas. El realismo entraba de lleno en el género ¿Cómo funcionaría un hombre o una mujer con superpoderes en el mundo real? ¿Cómo afectaría esos poderes a la gente común? ¿Cómo reaccionarían los gobiernos?

Ambientada en una Estados Unidos alternativa, Watchmen narra la vida de un grupo de enmascarados que fueron obligados a colgar las máscaras luego de ganar la guerra de Vietnam. Acompañado de Dave Gibbons en el dibujo, Moore creó una historia que sumerge al lector, alejándolo de los héroes con ideales americanos y acercándolo a un mundo detestable. No hay dioses como Superman. El único personaje con poderes (Dr. Manhattan) es un espectador, lleno de disputas mentales sobre qué hacer con sus poderes.

El primer cómic en ganar un Premio Hugo se construye a través de capas de dilemas filosóficos, sociales y políticos, planteando la pregunta que cambió la mentalidad de los personajes enmascarados: ¿quién vigila a los vigilantes?

Hoy es reconocida por ser la máscara de Anonymous, pero en 1980 fue el disfraz de unos ideales a prueba de balas. V for Vendetta es una obra dibujada por David Lloyd y fue publicada por el sello Vertigo de DC. En esta vemos una Reino Unido inmersa en una dictadura fascista durante la década de los 90 (recuerde la fecha, la retomaremos más adelante), en la que nace el espíritu redentor humano en la figura de V, un hombre que luchará contra la opresión autoritaria.

La máscara está basada en el personaje histórico Guy Fawkes, responsable del intento de asesinato del rey Jacobo I, y hoy es un símbolo de lucha alrededor del mundo. Probablemente algo que enorgullecería a Alan Moore, pero no es así. “Anonymous y la adopción de las masas de la máscara de V for Vendetta surgieron únicamente tras el lanzamiento de la película, que yo nunca he visto y con la que no quiero que se me relacione”. Alan Moore odia todas (sin ninguna excepción) las adaptaciones al cine de sus obras y mucho no puede hacer ya que perdió todas la propiedad intelectual de sus creaciones para DC.

Este quiebre llevó a Alan Moore a trabajar en la industria independiente, donde se pudo despeinar (más de lo que estaba su largo pelo) y crear algunas de sus obras más personales.

En esta etapa aparece Lost Girl, una historia erótica protagonizado por Wendy, Alicia y Dorothy (Si, las protagonistas de Peter Pan, El País de las Maravillas y Oz) y From Hell, una de las documentaciones más inexcusables de la vida de Jack el Destripador. A esta altura la calidad de Alan Moore se posiciona en un lugar inexpugnable.

Es el mismo Northampton quien lo recibe con vítores luego de haberlo expulsado de su escuela a los 16 años. A sus 66 años Alan Moore no olvida lo importante que fue ese momento para él; no solo vive en las tierras que lo vieron crecer, marginarse y de lejos triunfar, sino que también es la inspiración para su última novela. Ya alejado de los cómics, publicó Jerusalén, su obra más ambiciosa en la que se sumerge en Northampton y recorre la historia no escrita de la clase trabajadora. El adjetivo «ambiciosa» queda corto ante la epopeya que le costó una década escribir. Superando 1.000 páginas y más palabras que Guerra y Paz y más páginas que la Biblia, la historia viaja por los siglos del pequeño pueblo inglés y mezcla formas de escribir e influencias.

Moore no solo es una buena historia o una buena obra. En la gran mayoría de sus creaciones se esconden banderas de lucha, ideales y conflictos, que ayudan a construir la imagen de uno de los guionistas de cómics más complejos de la historia. Pero para eso, queda una semana.